Alguna vez me imaginé piloteando un avión, tal vez por influencia de Snoopy, pero sólo eran sueños guajiros. Igual que cuando fantaseaba con eso de ser investigador privado u hombre de mundo en un yate de esos de anuncios de cigarro…
Y sobrevolar mi ciudad, surcar océanos turquesas, contemplar a una mujer en bikini sobre la proa, se quedaron como meras metáforas de mis aspiraciones. Para un niño que usaba tenis de oferta y pantalones heredados de sus primos, había más túneles a oscuras que senderos empedrados. Pero algún Dios sin alma de burócrata se apiadó de mí y me mandó algunos ángeles espléndidos. Entre ellos destaca la hermana de mi madre, la tía Marina. Una mujer de esas que deberían clonar y producir en serie para educar a nuestros políticos: como no tienen madre, alguien así les daría al menos un poco de sensibilidad.