jueves, 29 de enero de 2015

Jarabe para curar la nostalgia

Manual para canallas - Jarabe para curar la nostalgia

“Mi infancia era un tendedero, un balón desinflado y una pista de carreras dibujada con tiza en el patio. Mi infancia bendita me aconsejaba travesuras y también ne decía 'date a la fuga' antes de que tu madre te alcance".


La casa de mi infancia ha sido demolida. No sé por qué me preocupa si ni siquiera era mía. Allí vivíamos, ahí pasé algunos años mirando por la ventana, sentado en el quicio de la puerta esperando ver a mi madre dando la vuelta en la esquina como si temiera que la cobardía le atacara por un flanco y la convenciera de que era mejor abandonarnos. La casa de mi infancia, una de las varias en que habité, ya no está en pie. Ese pequeño sitio con un cuarto, una sala-comedor-cocina y un baño insalubre ya fue derruida. En su lugar ahora está un edificio de departamentos algo modernos, demasiado ascépticos. Pasaba por allí el otro día que fui a visitar a unos primos y me di cuenta que el viejo barrio en el que crecí hoy sólo es un álbum de recuerdos. Cambió la escenografía, crecieron los niños, murieron los ancianos y aquellos perros callejeros que eran mis amigos tiraron sus huesos en algún baldío o simplemente desaparecieron en algún basurero. Sí, aquel viejo barrio ya perdió sus costumbres y hoy sólo es un montón de calles y departamentos y plazas comerciales y autos que atropellan a los gatos despistados. Ya no hay terrenos baldíos para improvisar unas porterías y patear un balón. Tampoco está la tienda de doña Lupita, mucho menos la ventanita aquella en la que vendían congeladas de a varo. Debo suponer, porque no me consta, que mis amigos de la niñez ya se han marchado a otros barrios. El Pecas, Verónica, El Monaguillo, Lola, El Popochas y tantos cuatachos que conocí en aquellos días sepa Dios dónde andarán, si serán felices, si me recordarán de vez en cuando.