jueves, 14 de mayo de 2015

La foto pa'l Facebook

Manual para canallas - La foto pa'l Facebook


Tiempos rotos para corazones tontos. Tiempos fríos para los que buscan el amor en un catálogo virtual. Tiempos estúpidos para el amor por Facebook...


"Alan tiene una relación con Leslie”, notificó Facebook debajo de una foto en que Alan besaba en la mejilla a Leslie, quien hacía una especie de “trompa de pato” con los labios. En realidad el gesto era un truco para no verse cachetona. “Hacen linda pareja. Felicidades”, comentó una amiga de ella. “Esa vieja me caga. Se ve que es bien pronta, wey”, fue lo que dijo la hermana de Alan en un WhatsApp. Casi un año después Alan sufría la separación. Leslie lo terminó con el típico argumento de “no eres tú, soy yo, ando rara”. Él le rogó, lloró, pero ella se mantuvo firme: “hay que darnos un tiempo”. Alan no estaba dispuesto a dejarla ir tan fácil. Y cada rato revisaba el Facebook de ella y dejaba mensajes que ella no contestaba: “Mis noches son frías y mis días eternos si tú no estás a mi lado. Vuelve conmigo, no seas distante. Vuelve conmigo, no me desprecies. Mi alma ya está muy lastimada. Por favor no me dejes, no eches a la basura este corazón abandonado. Leslie, eres el amor de mi vida y ya te he perdonado”. Malos intentos de poesía de alguien que no ha leído más de tres libros en su vida. Ella, ella no tiene tiempo para “esas cursilerías”. De inmediato elimina los comentarios de su muro. Alan se ve deprimido y ha bajado algunos kilos. Leslie se toma selfies en Acapulco. Y hace su típica “trompa de pato” junto a un tipo que nunca más será Alan.


>>>

jueves, 7 de mayo de 2015

Mi madre era muy extraña

Manual para canallas - Mi madre era muy extraña

Mi madre era bastante extraña, según recuerdo: me peinaba con limón, me persignaba a cada rato, me hacía tortas de fideo, me limpiaba con ruda para curar el espanto y siempre salía con eso de "vuélveme a torcer la boca y te la enderezo de un chingadazo"...


Era el primer día de escuela y mi madre me levantó tempranísimo, sin importarle que a mí ni me gustaba bañarme y menos a las seis de la mañana, por muy caliente que estuviera el agua. De allí mi pésimo humor. Estábamos formados para los honores a la bandera. Y tenía que tocarme a mis espaldas el típico cretino que se la pasa chingando a todo mundo, el que patea las mochilas, el que le jala la trenza a las niñas, el que te exprime el boing en el recreo, el que te tira la torta con el balón, el mamón que se siente mucho porque su mamá le manda regalos a los maestros cada que es su cumpleaños. Pues cómo no me iba a caer gordo el chamaco, si en lugar de cantar el Himno Nacional se la pasó cantando que “a todos les apesta la cola, sobre todo al cuatrojos de adelante”. Y no es que me apestara la cola, porque hasta eso que me bañaba correctamente, pero a esa edad uno se ofende hasta porque le dicen “come torta con tu hermana la gordota”. Quizá ese cabroncito tenía un sensor especial para detectar a los débiles. O se daba valor porque notaba mi timidez, mi fatal pinta de nerd con lentes y aquel suéter remendado de los codos. A los tres días Jaime Rangel, que así se llamaba mi nuevo enemigo, ya había aventado mi mochila por la ventana y me puso un letrero en mi banca que decía “soy un cuatrojos” y también me pegó un chicle en el cabello y tuvieron que pelarme casi a rape. Y yo me veía en el espejo y me sentía el peor tonto del mundo. Yo ya odiaba a Jaime Rangel con ganas de que un día amaneciera enfermo y faltara a la escuela una semana. O que me enfermara yo, que me diera viruela loca o cualquier cosa que me pusiera en cuarentena. Pero nada de eso sucedió. 


>>>