Hay muchos tipos de cretinos: ya sea que usen tenis o ropa de marca; algunos tienen poca educación y otros visten de traje de lunes a viernes...
Conocí al Kevin en alguna estación de la línea azul del Metro. Me lo encontraba con frecuencia. Y luego descubrí que era vecino de mi colonia. Nunca me cayó bien, me pareció un tipo insoportable, como tantos cretinos que se cruzan en mi camino. “Buenos días, señores pasajeros. Mi intención no es molestarles, sino pedirles su atención y su comprensión. Vengo de una casa hogar que se dedica a ayudar a mujeres, niños y personas enfermas de sida”. Palabras más, palabras menos, así empieza el choro de Kevin, mientras se pasea por el vagón del Metro y reparte unos folletos que incluyen la dirección de la asociación benéfica que dice representar. Luego procede a pedir la cooperación voluntaria de los pasajeros. Nunca falta el buen samaritano, la señora acomedida, el ingenuo que suelta dos, tres pesitos. Y es que somos poco observadores: ningún joven que anda tan bien vestido, que trae tenis de moda, que se peina como reggaetonero y que usa un arete, puede ser tan buen samaritano como para preocuparse por los infectados de VIH. No, su negocio es lucrar con la bondad de la gente. Por supuesto, Kevin trae una credencial al cuello para completar la farsa, e incluso en sus volantes se encuentra una dirección y un teléfono, pero si alguien se pone a averiguar, se dará cuenta de que todo es falso, que los fondos que recauda son para su propio beneficio. Claro, este muchacho sigue al pie de la letra las enseñanzas de su casa: “el que no transa, no avanza”. Neto, para qué estudiar, para qué un trabajo, si se puede vivir de los demás. Tampoco se trata de que este chamaco se hará rico, pero sí le alcanza para los tragos, pasear a la novia, estrenar unos pantos o una camisita. El wey vive a la vuelta de mi casa y a veces coincidimos en el billar. Yo ya le dije que me parece una auténtica mierda que se aproveche de la gente más amolada que él, pero Kevin hasta presume con sus cuates que sin estudiar trae más varo que muchos que se parten el lomo todo el día. ¿Cómo se involucró en ese desmadre?, no lo sé, pero me contó el Rudy que "El Kevin" anduvo estafando a un homosexual que conoció por la Alameda y que fue él quien le enseñó ese truco de recaudar fondos para “la medicina, pañales, y alimento” de los enfermos de sida. Se supone que debería valerme gorro, pero me saca de onda la gente que estafa al prójimo, sea en pequeña o gran escala. Y se lo digo en su cara. El otro día hasta se puso roñoso, pero le dije que yo sí le partía su madre. “N’omás porque ya ando medio pedo, sino ya estarías en el suelo“, pretextó. Me reí en su cara y estuvo a punto de armarse la boruca, pero uno de sus valedores aliviano el asunto. Como todos los faroles, gritoneó no sé cuántas jaladas. Yo sólo le lancé una mirada recargada, al estilo de “Perros de reserva”, hice la seña de “looser” y le dije que “nunca hay que darle la mano a un pistolero zurdo, porque siempre saldrás perdiendo”. El idiota ni siquiera lo razonó, pero a mí me basta con entenderlo cuando él baja la mirada en cuanto nos encontramos de frente.
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