jueves, 6 de septiembre de 2018

Nuestros sueños no están en rebaja

Manual para canallas - Nuestros sueños no están en rebaja

Este suelo y este cielo están cenizos, oscuros como cuervos que nos acechan con un aletear siniestro. Estas nubes tienen formas extrañas, como si fuera a llover todo el tiempo...


Observo el cielo desde un puente peatonal y las nubes parecen pesar demasiado, como si hubieran engordado de polución y tormentas venideras. Estas nubes melancólicas nos siguen a todos lados, con su halo invernal y este frío que cala en los huesos. No son tiempos propicios para el optimismo, desde luego. Lo ha descrito Dante Guerra, en un poema incompleto: 

jueves, 23 de agosto de 2018

Nunca te recetes consuelos caducados

Manual para canallas - Nunca te recetes consuelos caducados

En caso de un adiós incendiario no te estaciones en el pasado. Más vale quedarse en silencio, agazapado, mientras la pasión pasa de largo...


Siempre creí que moriría joven. Era la idea romántica que veía en las novelas de aventuras, en las películas de antihéroes y que leía en esos poetas rebeldes que ahora dedican coplas a sus nietos. Siempre creí en esa “máxima” del rock: vive de prisa, muere joven y deja un bonito cadáver”. Y mírenme ahora: bebiendo ron en el bar Milán, destruyéndome el hígado en plazos, con resacas sabatinas y algunos achaques propios de los que algún día fuimos jóvenes y ahora compramos pan sin gluten o cocinamos con aceite de oliva. Siempre pensé que moriría joven y todo indica que terminaré usando prótesis dentales.

jueves, 16 de agosto de 2018

La infancia que se fue

Manual para canallas - La infancia que se fue

Ya no somos los mismos soñadores, el tiempo nos comió el dobladillo de los pantalones cortos. Desde niños ya jugábamos a escapar de la miseria...


Muy seguido en mis sueños me veo jugando con mis hermanos, de pequeños. Aunque a veces sueño que me pierdo en el tianguis. Y trato de gritar pero no me escuchan, no sale ni un sonido de mi boca. Y es entonces que abro los ojos para suspirar el infaltable “no mames, sólo fue un mal sueño”. Uno de mis miedos más frecuentes de la infancia era perderme y nunca regresar con mis hermanos. Aunque mi familia es disfuncional, como suele ser habitual en un país como el nuestro, agobiado por las deudas más comunes. Pero el más disfuncional soy yo, eso lo tengo bastante claro.


jueves, 9 de agosto de 2018

Sueños de utilería

Manual para canallas - Sueños de utilería

Hay mujeres que parecen saber cosas misteriosas que desconocemos, que ya habíamos olvidado o nomás porque somos unos pinches necios...


Esperaba yo recargado en aquel árbol cuando el policía en bicicleta se dirigió a mí. Tuve que quitarme el audífono derecho para escucharle decir algo como “¿no ha visto pasar un perrito negro, joven?”. La verdad es que me intrigó su preocupación, pero no supe darle razón sobre el cachorro. Luego él fue a preguntarle a dos jovencitos que fumaban mota junto a un coche abandonado. No supe si hubo algún intercambio de información valiosa. Pero el poli pedaleó más fuerte rumbo al norte. Y lo perdí de vista mientras sonaba en mi iPod algo de Los Killers. Luego vi a Marilú a lo lejos, con sus botas para la lluvia. A mí no me pareció que el clima fuera a empeorar, pero hay mujeres parecen saber cosas misteriosas que uno desconoce o que ya habíamos olvidado o que no pelamos por pinches necios que somos: "no tarda en llover, huele a tierra mojada" o "los atrapasueños filtran tus pesadillas y mantienen intacta el aura". Y luego te regalan piedras de ámbar para la energía positiva o una caracola "para que oigas mi voz entre las olas". Así más o menos es Marilú o Malú, según quien se refiera a ella. Y siempre me está recomendando música que me suena ajena: Denver, Tame Impala, Two Door Cinema y así. De hecho, me regaló una foto suya con una frase que tomó de una rola de Siddhartha: 

jueves, 2 de agosto de 2018

A veces pensamos en blanco y negro

Manual para canallas - A veces pensamos en blanco y negro

Yo no sé los demás, pero a mí a veces me da por pensar en blanco y negro, como en una película triste o un funeral poco concurrido...


A veces duermo y sueño en blanco y negro, como si anticipara un largo duelo, como si me hubieras dejado un nido de cuervos en la caja torácica.

Y a ti siempre te pienso mientras hago un ave con la sombra de mis manos. Es un ave en cautiverio, que apenas aletea sobre la pared.

Te pienso en la fila del banco, cuando espero mi turno para pagar los intereses y recargos de aquel malviaje por Holbox.

Te pienso mientras me ato los cordones de los zapatos y recuerdo tu terapia de desintoxicación.

Te imagino dormida, como si no fueras consciente de tantas pinches veces que me robaste el sueño.

Te imagino con piedras en la bolsa de mano mientras te detienes a pensar en la profundidad del agua bajo ese puente.

jueves, 19 de julio de 2018

Préstame tu sueño

Manual para canallas - Préstame tu sueño

Somos como esas aves que caen en las banquetas, debido a la maldita contaminación o porque todavía no inventan un anticongelante para el alma...


Siempre he sido un domador inútil y también el león domesticado. Soy un idiota recurrente, un libro sin prólogo ni final. Y estoy harto de los tipos que he sido. He despilfarrado el sentido común, he malgastado la cordura. Mi bipolaridad ha embargado mi sofá y ronca todo el tiempo. Cada vez me parezco menos al tipo que quiero ser y me convierto en lo peor de mí mismo. Hace tiempo una chica me dijo con desenfado “te pareces al Dr. House”. La miré igual que haría el detective malo en una novela de James Ellroy. “Bueno, pero, umm, no físicamente”, se le atoraron las palabras, “quiero decir, mm, que tu forma de ser es muy parecida”. Supongo que se refería a esa jalada de “brutalmente honesto”, así que traté de ser condescendiente. Sonreí como el detective bueno. “No sé si sea un cumplido o una observación, pero odio las comparaciones”, le expliqué. “Lo que te puedo decir es que el Dr. House es embajador de la paz a mi lado”, traté de que entendiera. Claro, soy sarcástico e idiota, todo junto si quieren, menos un tipo simpático. 


jueves, 31 de mayo de 2018

Las encuestas no hablan de tristezas

Manual para canallas - Las encuestas no hablan de tristezas

La tristeza es un sol que no da tregua. Por desgracia estamos expuestos a ella. En este país podrido hasta los malditos huesos, la tristeza ya llegó a niveles alarmantes...


No sé si esté comprobado científicamente pero el calor, este sol insoportable, es caldo de cultivo para todas las tristezas. Todo empieza durante las noches en vela, con la cabeza girando como ventilador, pensando pendejadas. Y sigue a lo largo del día, con la pereza y las ganas de sentarse a la sombra para maldecir el infierno citadino. No sé si alguna investigación de la Universidad de Berkeley lo ha reflejado, pero creo que el jodido calor acentúa las tristezas y sube el índice de suicidios. No lo sé, pero me lo parece. Porque hay una legión de cabizbajos a punto del colapso. Los he visto en los parques, saliendo de la fábrica, caminando por esta y aquella banqueta, en los andenes del Metro, afuera de mi casa, en el cajero automático, subiendo al microbús, allí donde está el Oxxo, en la fila del cine y hasta delante del espejo. La ciudad está llena de cabizbajos y pareciera que estamos a punto de una epidemia de tristeza. Sí, los veo cada día por las calles, por todos lados, rumiando su tristeza, lamentando su mala suerte, quizá sólo pensativos o tal vez con muchas cosas en la cabeza, pero allí andan de un lado para otro, unos con calma y otros no tanto, hombres y mujeres que parecen ir mirando el suelo mientras desmenuzan aquello que les preocupa o lo que les atormenta. 

jueves, 24 de mayo de 2018

Corazones con forma de cactus

Manual para canallas - Corazones con forma de cactus

Habría que cultivar dardos y regarlos con la amargura de un cupido desempleado, que se tiró al vicio de olvidarte con tequila...


Ella se fue una noche demasiado calurosa. El aire respiraba demasiados infiernos y los gatos se refugiaban en sus propias sombras. Denise me dejó un beso enmarcado en el espejo y la posdata pintada con carmín: "Eres un pendejo". Otra manera de decirme que el día que se fuera me iba a arrepentir. "Tú no sabes ni llover. Eres un desierto inmenso", me reclamó alguna vez que terminamos temporalmente para luego volver a lo mismo. Yo le regalé una canción de Duncan Dhu por WhatsApp: 

"Sin nada casi que decir,
oyendo el ruido del motor. 
¿Te importa si me quedo aquí? 
Hasta siempre, adiós, mi amor. 
Te escribiré adonde estés. 
El sobre irá sin dirección... 
Quisiera ser el que ya fui
y no una sombra tras de ti". 

Hay corazones con forma de cactus, que florecen fugazmente algún verano. Y Denise y yo éramos así: demasiadas espinas alrededor, demasiados pinchazos una y otra vez.


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jueves, 17 de mayo de 2018

La tristeza nos va contaminando

Manual para canallas - La tristeza nos va contaminando

Escribo con ardor de garganta, el corazón en llamas, y me declaro incompetente para entender por qué este país se hunde en la indiferencia...


Escribo con estos dedos huesudos, ya sin tacto hábil desde que las ideas se extraviaron. Escribo con las cuencas vacías, que no saben mirar si no es hacia el abismo. Escribo con dificultad, como si usara una máscara antigases en una película mala. Escribo desde estos paisajes urbanos, tan poblados y al mismo tiempo tan desiertos. Escribo desde esta noche árida, seca como el sonido de las ambulancias, quemante como el dolor de los que lloran a sus desaparecidos. 

Escribo con ardor de garganta, con el corazón en llamas y me declaro incompetente para entender por qué este país se hunde en la indiferencia, por qué se ahoga en oleadas de sangre. Me asumo un incompetente por no comprender que la muerte habla al oído de los adolescentes y viaja en el transporte público.

jueves, 3 de mayo de 2018

El desamor se cura con paracetamol

Manual para canallas - El desamor se cura con paracetamol

Traigo este traje oscuro, impecable. Uno nunca sabe cuándo ni dónde se le torcerá el destino. Ni cuándo habrá de curarse el desamor con pastillas de paracetamol...


Hace tiempo que me tiembla el pulso a la hora de escribir posdatas. Tantos adioses me han traído esta fatiga, este desconcierto o desinterés cuando se trata de dar la espalda a lo que ya se ha ido.

Hace tanto que traigo esta piedra volcánica en el pecho, que se inflama por las cosas más estúpidas o porque llamas a las tantas de la madrugada sólo porque se te dio la chingada gana.

Hace bastantes tormentas que rompí tu foto y la promesa de que nunca te olvidaría. Hace tantas lluvias que se oxidó el marcapasos que pasaste a implantarme el día que te largaste.

Ahora que lo pienso, hace ya muchos lunes que mi dignidad se curó las resacas que me dejó tu pinche olvido. Y hace demasiadas borracheras que no pronuncio tu nombre en mis ronquindos, sólo balbuceo escarabajos de colores que desfilan por mis sueños de realismo mágico.

jueves, 19 de abril de 2018

La tristeza en la suela de tus zapatos

Manual para canallas - La tristeza en la suela de tus zapatos

Había sábados sin días de campo, ni cumpleaños con pastel. Fueron domingos sin retratos con papá. Fueron años que se desgastaron como la suela de los zapatos...


Ayer me vi en el Metro. Me encontré de frente conmigo mismo. Yo no sé cómo se llamaba ese adolescente flaquito, de gafas gruesas y peinado horrible, pero era idéntico al chamaco que fui en mi adolescencia. Era yo ese muchacho que regresaba de la escuela comiendo frituras antes de llegar a casa. Era yo ese Lalo, Irving, Beto, Jorge o Sergio, el chamaquito de pantalones desgastados y tenis sencillos. Era yo ese flaquito, "El Flash" o cómo sea que le digan en la escuela. Me recordé con la misma regla T en la maleta y un chingo de ecuaciones en la cabeza o un libro de cálculo diferencial entre las manos. Era yo ese chamaco al que todos bulleaban por flaco, por tímido, por pobre, por vulnerable y porque rehuía las peleas. Era yo, en el vagón del Metro. Y sentí una infinita tristeza por mí adolescencia, por ese chaval, por todos los flacos tímidos. Era yo hace años, ayer, en el Metro. Y una lagrima traicionera bajó por mi mejilla y transbordó en la estación Hidalgo, mientras recordaba las palabras de Dante Guerra: 

"Cuando éramos chamacos de barriada,
siempre caminábamos sobre el lodo,
para ir hasta la casa de la abuela. 
Y en nuestra cocina había goteras
y escaseaban las provisiones. 
Merendábamos bolillos con café de olla,
mientras la tele nos bombardeaba el antojo,
con sus comerciales de chocolate humeante
y pastelillos cubiertos de merengue". 

jueves, 5 de abril de 2018

Cuando el odio supera al amor

Manual para canallas - Cuando el odio supera al amor

Como bien dice un poeta trágico: la gente suele ser muy básica y ordinaria en los asuntos románticos, pero resulta bastante creativa cuando se trata de odiar..


Creo que no te podías llamar Fabrizio en un mundo gobernado por Gerardos, Jaimes, Alfonsos, Ricardos o Ernestos. Así que todos se burlaban de mi amigo: “Ay sí, Fabris, tú las traes”. Ni como ayudarle. A mí Fabrizio me caía bien porque me gustaba su hermana, básicamente. Y no es que fuera un traidor o un malamigo, solamente pasaban dos cosas: A mí me gustaba Karen y además Fabrizio era un buen tipo. Así que el primer día de clases, en primero de secundaria, se sentó junto a mí en el recreo y me convidó de su sándwich de pavo. Yo le di la mitad de mi torta de mermelada. Ah y además disparó los Boings. Así que de volada me cayó muy bien. Ya cuando conocí a su hermana que iba en segundo de secu pues me cayó mucho mejor y buscaba cualquier pretexto para ir a su casa a hacer la tarea.


jueves, 22 de marzo de 2018

Pan duro en vez de cianuro

Manual para canallas - Pan duro en vez de cianuro

Rencor y olvido desmenuzados, como desayuno. Para comer, desamor sazonado con tu amargura. En la merienda, café y pan duro en vez de cianuro...


I) El celular no deja de sonar. Katia lo escucha pero no tiene la mínima intención ni las ganas de contestar. Maldito amanecer con jaqueca. Una noche más en vela. Y la habitación apestando a tabaco y ausencias. Hace días que maldice el calor agobiante, recostada en la cama. Y ella evita dormir junto a la ventana para no caer en la tentación de saltar en la madrugada. Katia estira el brazo y apaga el teléfono. Su mano choca con una foto volteada bocabajo. Sin razón aparente la observa y encuentra una sonrisa que ya no le recuerda nada. Abrazada a Héctor, ella parece tener muchos motivos para estar contenta. Pero el olvido la convirtió en una mujer vieja. A sus 32 años se siente cansada, sin ganas de abrir la estética, con el ánimo acumulando polvo bajo la cama, con el mismo entusiasmo de quien acude al funeral de sus deseos. 

”El agua me ciega,
hay vidrio en la arena. 
Ya no me da pena
dejarte que un adiós. 
Así son las cosas,
amargas borrosas,
son fotos veladas
de un tiempo mejor. 
Con los ojos no te veo,
sé que se me viene el mareo
y es entonces cuando
quiero salir a caminar”, 

jueves, 8 de marzo de 2018

Silencios que dejan los labios resecos

Manual para canallas - Silencios que dejan los labios resecos

Hace un calor sarnoso que obliga a dormir con las ventanas abiertas y el riesgo de que los sueños se suiciden sin que nos demos cuenta...


Creo que nunca fui un sujeto ordinario. Desde chavito fui bipolar o tripolar o lo que sea que signifique eso. “Su hijo tiene serios problemas, se resiste a seguir las normas y no respeta figuras de autoridad”. Algo así le dijo la directora a mi madre en la secundaria. Su diagnóstico iba acompañado de una sugerencia: llévelo al psicólogo antes de que sea tarde. Mi madre aceptó con “sí, maestra, disculpe usted las molestias”. Yo odiaba que mi madre se disculpara por todo. Y odiaba también que me obligara a pedirle perdón a la directora mientras me pellizcaba el brazo. Pero eso no era nada comparado con la chinga que me tocaría en la casa. Una semana suspendido seguro que iba a repercutir en mis calificaciones. Todos eran expertos en conducta humana. Todos tenían un diagnóstico para mí. “Ese niño es el mismísimo diablo”, se quejaba una vecina cuando yo tiraba por accidente el tendedero. “Pinche escuincle, tú has de ser adoptado”, me molestaba una tía cuando me negaba a ir por las tortillas. Mi madre no era tampoco muy paciente con mis travesuras: “Te encanta hacerme enojar, hijo de la chingada”. Yo sólo era un chamaco como todos: inquieto, un tanto rebelde y un mucho acostumbrado a andar de pata de perro. Yo prefería fugarme al baldío para patear un balón o participar en guerritas de arena, que meter mis narices en los libros de química o matemáticas. Según yo, iba para futbolista profesional o barman en un hotel de Nueva York de esos-que-salen-en-las-películas. Y sí, mi madre me mandó al psicólogo. Y supongo que sirvió para un carajo.


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jueves, 22 de febrero de 2018

Hacer malabares con el fuego

Manual para canallas - Hacer malabares con el fuego

A veces me despierto en la madrugada, creyendo haber escuchado la alerta sísmica, pero sólo son mis nervios o estos sueños en los que ardo en el infierno...


Los tipos como yo desconfiamos de todo: de la política, los dioses, el pan y circo, de la televisión y los optimistas, de las mujeres que sonríen demasiado, de los hombres que hablan mucho. Y sobre todo, desconfíamos de nuestro propio corazón. También de nuestros sueños. Y hasta de la suerte. Yo tengo sueños de segunda mano y en ellos siempre hay mujeres hermosas, aunque imperfectas. Y no saben de poesía, sólo de caricias y océanos de delirios. Siempre que despierto, agitado, el lado izquierdo de mi cama está deshabitado. A mí me gusta leer libros de poesía, intentar versos, recitar frases rebuscadas a las mujeres hermosas que frecuentan los bares. Y sin embargo mi vida carece de sentido poético. No soy ni mejor ni peor que el velador de ese edificio que están construyendo enfrente o que el viene-viene que cuida los coches. Igual que ellos, me cuesta trabajo pagar la renta, comer algo decente y conciliar el sueño. Mis días son bastante movidos. Y mis noches no son consuelo. Tiene varias semanas que soy cliente frecuente de mis propios nervios. Y me despierto en la madrugada, agitado y creyendo haber escuchado la alerta sísmica. Pero sólo son estos nervios que siempre me sacuden cuando estoy dormido. Mejor buscaré una alarma para incendios, para los que que soñamos demasiado con fuego o con los recuerdos de las mujeres que nos tatuaron sus besos.


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jueves, 15 de febrero de 2018

El amor es una trampa de osos

Manual para canallas - El amor es una trampa de osos

Desde luego que el amor es una trampa de osos para los cursis, una trampa que tarde o temprano cercenará los dedos de un cupido con pésima puntería...


De un tiempo a la fecha tengo más pesadillas de lo habitual. Duermo poco, pienso muchas pendejadas y amanezco con lagañas. Y encima de todo me aguijonean los recuerdos de ciertos besos que no volverán más. Mal karma para alguien que desconfía del amor. Si bien nunca he sido un tipo tranquilo y tiendo a la mala vida, tengo épocas en que soy bastante intratable: duermo poco, trabajo mucho y pienso demasiado. Y eso equivale a tomar un atajo hacia el manicomio. Es lamentable que pase mis noches en vela o los fines de quincena a merced de esa jauría que son mis defectos. Y encima de todo, llegan malas noticias de vez en cuando. Recién me llamó Karen, en horas de trabajo, para decirme que me extraña una que otra vez. “No estoy de humor para escuchar pendejadas”, solté sin reflexionar un poco. Quizá hubiera sido preferible que se diera una vuelta por la casa esa noche y que llevara una botella de vino tinto. También pude pedirle que me devolviera mi playera de Los Killers que se llevó puesta “sin querer”. Pero ganó mi soberbia. Colgué sin despedirme. Seguro que me maldijo. Pero yo tenía otras preocupaciones. Como lo culera que se está poniendo la vida diaria, en este país con un gobierno insensato y criminales sin asomo de piedad. También me preocupa lidiar con estas ansias de lanzarme por la ventana.


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jueves, 8 de febrero de 2018

Canciones para el apocalipsis

Manual para canallas - Canciones para el apocalipsis

Tengo una canción para cuando te largues. Y una melodía para dormir tranquilo. Sí, tengo este himno que contrarrestará el frío de tu corazón de arcilla...


Tenemos canciones para mitigar el olvido. Canciones para mezclar con tequila o mezcal. Tenemos canciones para cuando nos cargue el payaso o nos retelleve la chingada. Tenemos canciones para maldecir. Y para no morir por el frío que nos dejó un corazón culero. Tendremos melodías para el próximo cumpleaños, para los cursis enamorados, para festejar a mamá y también para zarpar sin brújula ni rumbo fijo. Tengo esta canción para encerrarme a esperar el fin del mundo. Tengo melodías suicidas y cantos alegóricos para volar con los cuervos. También tengo unas cuantas canciones para contemplar el apocalipsis desde mi balcón. Tendremos canciones para ver cómo se desmorona el mundo. Sin duda alguna.


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jueves, 1 de febrero de 2018

Nuestra infancia era un tendedero

Manual para canallas - Nuestra infancia era un tendedero

Tuve una madre un poco loca, como casi todas, que a veces me perseguía con la chancla y entre los tendederos de la vecindad, para castigarme por mis travesuras...


Como tú, igual que tus prim@s, yo era un hijo del diablo. Y mi madre no podía con mis desfiguros o mis travesuras en la vecindad. Si rompía el vidrio del vecino, con un balonazo, yo sabía que me tocaba una chinga. Si le pegaba al hijo de doña Refugio, más valía que yo encontrara algún escondite. Así era mi infancia: un tendedero, un balón desinflado y una pista de carreras dibujada con tiza en el patio. Mi infancia bendita me aconsejaba travesuras y también ne decía 'date a la fuga' antes de que tu madre te alcance". Porque yo tuve una madre loca o neurótica, medio harta de sus cuatro hijos con los que no iba a "caber ni en el pinche en el infierno". Apenas volví hace días al barrio en el que crecí con miedos, con juegos y con la clásica advertencia de que el robachicos andaba en busca de chamacos vagos. Y la nostalgia me pegó como el primer tequila o el segundo ron de la noche: con cierta tristeza y algo de sentimientos encontrados. Y es que la casa de mi infancia ya fue demolida. No sé por qué me preocupa si ni siquiera era mía. Allí vivíamos, ahí pasé algunos años mirando por la ventana, sentado en el quicio de la puerta esperando ver a mi madre dando la vuelta en la esquina como si temiera que la cobardía le atacara por un flanco y la convenciera de que era mejor abandonarnos. La casa de mi infancia, una de las varias en que habité, ya no está en pie. Ese pequeño sitio con un cuarto, una sala-comedor-cocina y un baño insalubre ya fue derruida. En su lugar ahora está un edificio de departamentos algo modernos.

jueves, 25 de enero de 2018

La franqueza es un gato huraño

Manual para canallas - La franqueza es un gato huraño

Sólo quiero dormir tranquilo, soñando con mujeres de fuego. Y que mi cama no sea esta balsa de madera, sino un mar de lava en el que ardamos toda la noche...


Me lo dijo Michelle con unas cervezas encima: "Si no fueras tan franco, le caerías mejor a la gente". Tontita, lo que menos me interesa es ser del agrado de todos. Rehuyo a la vida social y a los tumultos, le expliqué. Y la franqueza es un gato huraño, que no anda haciendo amistades por todos lados. Y a mí no se me da la hipocresía. No lo puedo evitar, es mi naturaleza, soy un pésimo promotor de mí mismo, respondí. A los 10 minutos de conocerla yo sabía que Michelle era más inteligente que el promedio de las mujeres, y mucho más que la mayoría de los hombres. Su observación se debió a que le dije que me había dado gusto conocerla, pero que en ese momento no me interesaba ninguna relación afectiva. Estábamos afuera de su casa e incluso me invitó a pasar con el pretexto de “que no te caería mal una copa de vino tinto”. Rechazar la invitación no fue fácil. Pero yo no estaba allí por mis propias razones. Lo que sucede es que tengo una prima que se empeña en que conozca a sus amigas. Así que un sábado me invitó a una reunión y me presentó a una compañera del trabajo. “Mira, primo, ella es Michelle. Además de guapa es excelente persona”. Y tenía razón. La chava lucía radiante y tenía una sonrisa que te provocaba ganas de besarla. “¿Eres escritor, verdad?”, preguntó Michelle. Casi escupo el trago de ron que acababa de beber. “¡Cómo crees!”, protesté. Ella se puso roja. “Bueno, es que he leído lo que escribes y me encanta”, justificó apresuradamente. “Pero no soy escritor, sólo me gusta escribir lo que pienso y siento”, aclaré, y ella sólo hizo un gesto de ojos extragrandes. “Me agrada que te guste lo que escribo, pero a mí no me va eso de ‘escritor’, se me hace muy solemne y yo soy un mero aprendiz de charlatán”. Posteriormente charlamos de música, un poco de nuestros respectivos trabajos y también de lo complicado que es encontrar pasión o algo de bondad en los ojos de la gente.


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jueves, 18 de enero de 2018

Días que nos traen en chinga

Manual para canallas - Días que nos traen en chinga


Hay días que saben a medicina. Días que huelen a cloaca. Hay días erizos en que pareciera que tenemos un agujero en los bolsillos...


Tenemos los viernes o los domingos y también días que nos traen en chinga, días que nos hacen daño. Así hay días. Grises, grises, que se pasman como un vagabundo frente al aparador de Zara. Hay días también como perros rabiosos, que nos muestran los colmillos y nos hacen temer por nuestra seguridad. 

Hay días del carajo, insoportables. Tanto así que esa mamada del blue monday o "el día más triste del año" no es nada si lo comparas con los martes ojetes o los miércoles de la chingada. 

Por supuesto hay días que vemos pasar como si nada, igual que un abuelo jubilado que cuenta las hormigas obreras del jardín. Y tenemos días que se nos escurren entre las manos mientras añoramos los días de nuestra infancia vacacionando en la playa.

Hay días que no están hechos para el amor, que se duermen demasiado temprano y nos dejan con esta desazón en el costado izquierdo. Hay días indiferentes. Así, simplemente. Días insípidos, insaboros.

Hay días gélidos, tan fríos como el corazón de aquella persona que juraba ser "diferente" y al final se largó como se van l@s culer@s que no saben despedirse: sin cerrar las ventanas, ni clausurar la puerta, sin regresarnos la llave y tampoco la clave del Netflix.


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jueves, 11 de enero de 2018

Anticongelante para el alma

Manual para canallas - Anticongelante para el alma

Sacaré tu imagen de mi espejo, quemaré tu pasaporte vencido y compraré anticongelante para tu alma por si algún día se te ocurre regresar...


No te echaré de menos en marzo y mucho menos en noviembre. No me echarás de menos los sábados de Netflix. No te echaré de menos en las tardes de febrero. No me echarás de menos cuando te regalen chocolates y una taza envueltos en celofán. 

No te extrañaré al despuntar el alba durante el invierno. Ni me extrañarás cuando te frotes las manos debido al frío de tu corazón. No pensaré en ti al transbordar de estación en el subterráneo. Y no pensarás en mí cuando mires por la ventanilla del taxi. Y tampoco te cimbrarán los besos más urgentes al volver de viaje.

No te echaré de menos cuando maúlle Merlín a enemigos imaginarios. No te haré falta cuando saques a pasear a Rizo y Pepper. No nos echaremos de menos cuando el perro olvido empiece a cavar un agujero junto a la sábila en el jardín de la abuela.

En cambio, te extrañaré en el último día del calendario. Y pensarás en mí cada que te masturbes desnuda o te des un baño de burbujas.

Te pensaré de más en tu próximo cumpleaños. Y tú no me sacarás de tu mente cuando te regalen un ramo de azucenas o una antología de poemas.

Te echaré de menos cuando pida nuestro coctel favorito en el bar Milán. Y me añorarás al percibir el aroma a café en aquella mesita de la esquina en la que tallaste con un pasador el signo de infinito.

Pero como bien ha resuelto Dante Guerra, espero que no se te ocurra regresar: