Rencor y olvido desmenuzados, como desayuno. Para comer, desamor sazonado con tu amargura. En la merienda, café y pan duro en vez de cianuro...
I) El celular no deja de sonar. Katia lo escucha pero no tiene la mínima intención ni las ganas de contestar. Maldito amanecer con jaqueca. Una noche más en vela. Y la habitación apestando a tabaco y ausencias. Hace días que maldice el calor agobiante, recostada en la cama. Y ella evita dormir junto a la ventana para no caer en la tentación de saltar en la madrugada. Katia estira el brazo y apaga el teléfono. Su mano choca con una foto volteada bocabajo. Sin razón aparente la observa y encuentra una sonrisa que ya no le recuerda nada. Abrazada a Héctor, ella parece tener muchos motivos para estar contenta. Pero el olvido la convirtió en una mujer vieja. A sus 32 años se siente cansada, sin ganas de abrir la estética, con el ánimo acumulando polvo bajo la cama, con el mismo entusiasmo de quien acude al funeral de sus deseos.
”El agua me ciega,
hay vidrio en la arena.
Ya no me da pena
dejarte que un adiós.
Así son las cosas,
amargas borrosas,
son fotos veladas
de un tiempo mejor.
Con los ojos no te veo,
sé que se me viene el mareo
y es entonces cuando
quiero salir a caminar”,