jueves, 27 de abril de 2017

Traigo una esquirla en el costado izquierdo

Manual para canallas - Traigo una esquirla en el costado izquierdo

Traigo esta pasión que no te olvida. Traigo esta pasión enferma, casi grosera de tan absurda, por tus labios de fuego y por tu cuerpo volcánico e incendiario.


Traigo una esquirla en el costado izquierdo. La tengo alojada, como un tumor malévolo, desde que era un chamaquito asustado. Traigo esta pinche esquirla que se ha ido moviendo, lenta, lentamente, hasta afectar el corazón o su cableado interno. Por eso es que no sano, por eso es que siento esta aprehensión de vez en cuando. Y lloro aunque hay un chingo de canciones y películas que aseguran que los hombres no deben llorar. Y sí, traigo esta esquirla oxidada que de vez en cuando me cimbra y me genera una congoja que ni yo mismo entiendo. Y yo odio verme vulnerable. Lo detesto. No soporto sentirme como aquel niño delgado al que un día le explotó una granada de mano tan cerca, tan cerca como para que una esquirla se me alojara en el costado izquierdo. Y de pronto duele. Y un llanto quemante me agobia, como si fuera un chamaco que ha perdido la esperanza de una vida normal en un mundo corrompido por la violencia. Traigo esta esquirla que no he podido, que nadie ha intentado, extirpar como si fuera un tumor maligno. Y traigo estas cartas suicidas que no he remitido, por el simple hecho de que aún no he podido encontrarme. Traigo este extravío eterno, este no saber a ciencia cierta en dónde estoy parado. Traigo este dolor absurdo que me flagela de vez en cuando y me hace sentir como un niño que no aprendió a correr detrás de un papalote hecho con bolsas de plástico y varas de un árbol viejo. Traigo esta tristeza enquistada que me atosiga de vez en cuando. Y eso no hay cómo remediarlo. 

jueves, 6 de abril de 2017

El rehilete de tu sonrisa

Manual para canallas - El rehilete de tu sonrisa

Te despido mientras sopla este viento suave de abril, te digo adiós con una canción de Sabina. Y te recordaré siempre por el rehilete de tu sonrisa...


Se nos van muriendo los años, los días, los sueños. Y eso es terrible. Pero nada hay más trágico que perder un ser querido. Sobre todo si es joven. Se nos mueren los amigos, los familiares, cada vez más jóvenes, cada vez más antes de tiempo. Por un cáncer o un accidente, fallas en el riñón o cualquier motivo. Y eso es demasiado trágico.

Mi prima Sandra se ha marchado y eso es trágico, con ese velo oscuro de la tristeza. Y no se han secado los lagrimales de su famila, su madre, sus hermanas, sus prim@s y tí@s. No, no alcanzarán las lágrimas ni los rezos, como tampoco los recuerdos, para mitigar este dolor quemante de todos los días. Nuestra prima se ha ido, no sé a dónde, no sé bien a dónde, pero confío en que será a algún resort para las almas buenas. No lo sé, carajo, no lo sé. Pero quiero creer que ella estará en ese cielo prometido del que tanto nos han hablado y que se ganó luego de tanta agonía y sufrimiento. Como también quiero creer que estará observándonos de lo más tranquila, mientras nosotros vivimos apuradamente para no llegar despeinados al trabajo o a la escuela o la cita que tenemos pendiente. 

No sé, en verdad que no lo sé, a dónde habrá ido el alma de nuestra prima Sandra. Pero ojalá que haya sol y brisa marina, que no le falte su licorcito de damiana o un clericot bien frío y un altavoz en el que suene con frecuencia su querido Joaquín Sabina. Ya no está aquí la prima Sandra, no volveremos a verla, pero atesoraremos por siempre su espíritu y su don de gente, su alegría chispeante y la manera en que nos abrazaba. La muerte de un ser querido es definitiva, decía un poeta de esos taciturnos, pero queda su corazón instalado en nosotros. Y eso es aún más definitivo.


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