jueves, 2 de agosto de 2018

A veces pensamos en blanco y negro

Manual para canallas - A veces pensamos en blanco y negro

Yo no sé los demás, pero a mí a veces me da por pensar en blanco y negro, como en una película triste o un funeral poco concurrido...


A veces duermo y sueño en blanco y negro, como si anticipara un largo duelo, como si me hubieras dejado un nido de cuervos en la caja torácica.

Y a ti siempre te pienso mientras hago un ave con la sombra de mis manos. Es un ave en cautiverio, que apenas aletea sobre la pared.

Te pienso en la fila del banco, cuando espero mi turno para pagar los intereses y recargos de aquel malviaje por Holbox.

Te pienso mientras me ato los cordones de los zapatos y recuerdo tu terapia de desintoxicación.

Te imagino dormida, como si no fueras consciente de tantas pinches veces que me robaste el sueño.

Te imagino con piedras en la bolsa de mano mientras te detienes a pensar en la profundidad del agua bajo ese puente.

Te pienso cuando me pego en el dedo gordo del pie y escuchó el eco de tu risilla burlona en mi memoria.

Te pienso cuando creo que no me puede ir peor. Y te imagino gritando de placer, en otros brazos, en otro sexo convexo.

Te pienso cuando estoy sentado en el parque, dando de comer a las palomas para que vayan y caguen a gusto a las personas indeseables.

Te pienso en la fonda de la esquina, comiendo una sopa aguada y un bistec más duro que tu indiferencia tan recurrente.

Te imagino fumando frente a la ventana, esperando que pase la lluvia para sacar a pasear al Chivigón con su suetercito ridículo.

Te observo en las fotos de Instagram, con tus filtros y aquel imbécil que me expropió tus sonrisas el día menos pensado.

Te veo en esa ubicación de Facebook sólo para darme cuenta que sigues frecuentando mi bar favorito, que ya no visito por temor a encontrarte y no saber si invitarte un mezcal con rodajas de naranja o simplemente hacerme invisible.

Te recuerdo en el sofá, escuchando a Guns N'Roses, con los audífonos puestos, tu playera retro de Mötley Crüe y una Corona que bebías directamente de la botella.


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Me veo en el humo del cigarro desde que he vuelto a fumar tabaco envuelto en el papel de la ansiedad.

Me veo en las manchas de humedad que bordean el espejo del lavabo. Y en las cerdas desgastadas del cepillo dental.

Me veo en la barra de aquel bar, psicoanalizado por un barman viejo que finge interés en las pendejadas que le cuento.

Me veo mañana y también un lunes de octubre buscando argumentos sólidos para levantarme de la cama a seguir con las mismas rutinas.

Me leo en la carta de un suicida que no encontró motivos suficientes para lidiar con la decepción o el hastío de las tardes de noviembre.

Me leo en las paredes pintadas de los baños, en las dedicatorias firmadas con un arañazo de mierda para que no quede duda de la condición humana en los tiempos actuales.

Te descifro en los calendarios caducados y en el horóscopo chino del año de la serpiente. Y por cierto, déjame decirte que aún me sabe a veneno el rencor acumulado.

Te descifro en las nubes negras, antes de que la tormenta inunde la esquina en la que crecí bebiendo caguamas con los amigos de este barrio que se ha deteriorado.

Te descifro en esas películas japonesas que hablan de trenes sin retorno y mujeres que adoptan gatos callejeros para ponerles nombres raros y moños de colores.

Te descifro en las canciones modernas que se cantan en esos festivales “independientes” que venden cervezas a precios que en verdad ofenden.

Te descifro en las indirectas y en todas esas faltas de ortografía que posteas en tus estados de WhatsApp a las tres de la madrugada.

Me recuerdo feliz en otras épocas, contigo y sin ti, sin tantos adioses ni dramas innecesarios. Me recuerdo sonriendo en aquella foto que me quedaste a deber.

Me recuerdo a veces como en una película en blanco y negro, con pocos diálogos y muchos besos. Estábamos en un bar atendido por un mesero melancólico y ponían nuestra canción favorita.

Me recuerdo también soñando mi funeral, ataviado con un traje negro y esta sonrisa cínica que el embalsamador prefirió conservar como si fuera mi última voluntad.

Me recuerdo igual que unos versos de Ernesto Cardenal: 

"Y no ha quedado nada de aquellos días, nada,
más que latas vacías y colillas apagadas,
risas en fotos marchitas, boletos rotos,
y el aserrín con que al amanecer barrieron los bares".


manualparacanallas@hotmail.com


Roberto G. Castañeda
Jueves 2 de Agosto de 2018.


© Manual para canallas


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