jueves, 19 de abril de 2018

La tristeza en la suela de tus zapatos

Manual para canallas - La tristeza en la suela de tus zapatos

Había sábados sin días de campo, ni cumpleaños con pastel. Fueron domingos sin retratos con papá. Fueron años que se desgastaron como la suela de los zapatos...


Ayer me vi en el Metro. Me encontré de frente conmigo mismo. Yo no sé cómo se llamaba ese adolescente flaquito, de gafas gruesas y peinado horrible, pero era idéntico al chamaco que fui en mi adolescencia. Era yo ese muchacho que regresaba de la escuela comiendo frituras antes de llegar a casa. Era yo ese Lalo, Irving, Beto, Jorge o Sergio, el chamaquito de pantalones desgastados y tenis sencillos. Era yo ese flaquito, "El Flash" o cómo sea que le digan en la escuela. Me recordé con la misma regla T en la maleta y un chingo de ecuaciones en la cabeza o un libro de cálculo diferencial entre las manos. Era yo ese chamaco al que todos bulleaban por flaco, por tímido, por pobre, por vulnerable y porque rehuía las peleas. Era yo, en el vagón del Metro. Y sentí una infinita tristeza por mí adolescencia, por ese chaval, por todos los flacos tímidos. Era yo hace años, ayer, en el Metro. Y una lagrima traicionera bajó por mi mejilla y transbordó en la estación Hidalgo, mientras recordaba las palabras de Dante Guerra: 

"Cuando éramos chamacos de barriada,
siempre caminábamos sobre el lodo,
para ir hasta la casa de la abuela. 
Y en nuestra cocina había goteras
y escaseaban las provisiones. 
Merendábamos bolillos con café de olla,
mientras la tele nos bombardeaba el antojo,
con sus comerciales de chocolate humeante
y pastelillos cubiertos de merengue". 

jueves, 5 de abril de 2018

Cuando el odio supera al amor

Manual para canallas - Cuando el odio supera al amor

Como bien dice un poeta trágico: la gente suele ser muy básica y ordinaria en los asuntos románticos, pero resulta bastante creativa cuando se trata de odiar..


Creo que no te podías llamar Fabrizio en un mundo gobernado por Gerardos, Jaimes, Alfonsos, Ricardos o Ernestos. Así que todos se burlaban de mi amigo: “Ay sí, Fabris, tú las traes”. Ni como ayudarle. A mí Fabrizio me caía bien porque me gustaba su hermana, básicamente. Y no es que fuera un traidor o un malamigo, solamente pasaban dos cosas: A mí me gustaba Karen y además Fabrizio era un buen tipo. Así que el primer día de clases, en primero de secundaria, se sentó junto a mí en el recreo y me convidó de su sándwich de pavo. Yo le di la mitad de mi torta de mermelada. Ah y además disparó los Boings. Así que de volada me cayó muy bien. Ya cuando conocí a su hermana que iba en segundo de secu pues me cayó mucho mejor y buscaba cualquier pretexto para ir a su casa a hacer la tarea.