jueves, 22 de febrero de 2018

Hacer malabares con el fuego

Manual para canallas - Hacer malabares con el fuego

A veces me despierto en la madrugada, creyendo haber escuchado la alerta sísmica, pero sólo son mis nervios o estos sueños en los que ardo en el infierno...


Los tipos como yo desconfiamos de todo: de la política, los dioses, el pan y circo, de la televisión y los optimistas, de las mujeres que sonríen demasiado, de los hombres que hablan mucho. Y sobre todo, desconfíamos de nuestro propio corazón. También de nuestros sueños. Y hasta de la suerte. Yo tengo sueños de segunda mano y en ellos siempre hay mujeres hermosas, aunque imperfectas. Y no saben de poesía, sólo de caricias y océanos de delirios. Siempre que despierto, agitado, el lado izquierdo de mi cama está deshabitado. A mí me gusta leer libros de poesía, intentar versos, recitar frases rebuscadas a las mujeres hermosas que frecuentan los bares. Y sin embargo mi vida carece de sentido poético. No soy ni mejor ni peor que el velador de ese edificio que están construyendo enfrente o que el viene-viene que cuida los coches. Igual que ellos, me cuesta trabajo pagar la renta, comer algo decente y conciliar el sueño. Mis días son bastante movidos. Y mis noches no son consuelo. Tiene varias semanas que soy cliente frecuente de mis propios nervios. Y me despierto en la madrugada, agitado y creyendo haber escuchado la alerta sísmica. Pero sólo son estos nervios que siempre me sacuden cuando estoy dormido. Mejor buscaré una alarma para incendios, para los que que soñamos demasiado con fuego o con los recuerdos de las mujeres que nos tatuaron sus besos.


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jueves, 15 de febrero de 2018

El amor es una trampa de osos

Manual para canallas - El amor es una trampa de osos

Desde luego que el amor es una trampa de osos para los cursis, una trampa que tarde o temprano cercenará los dedos de un cupido con pésima puntería...


De un tiempo a la fecha tengo más pesadillas de lo habitual. Duermo poco, pienso muchas pendejadas y amanezco con lagañas. Y encima de todo me aguijonean los recuerdos de ciertos besos que no volverán más. Mal karma para alguien que desconfía del amor. Si bien nunca he sido un tipo tranquilo y tiendo a la mala vida, tengo épocas en que soy bastante intratable: duermo poco, trabajo mucho y pienso demasiado. Y eso equivale a tomar un atajo hacia el manicomio. Es lamentable que pase mis noches en vela o los fines de quincena a merced de esa jauría que son mis defectos. Y encima de todo, llegan malas noticias de vez en cuando. Recién me llamó Karen, en horas de trabajo, para decirme que me extraña una que otra vez. “No estoy de humor para escuchar pendejadas”, solté sin reflexionar un poco. Quizá hubiera sido preferible que se diera una vuelta por la casa esa noche y que llevara una botella de vino tinto. También pude pedirle que me devolviera mi playera de Los Killers que se llevó puesta “sin querer”. Pero ganó mi soberbia. Colgué sin despedirme. Seguro que me maldijo. Pero yo tenía otras preocupaciones. Como lo culera que se está poniendo la vida diaria, en este país con un gobierno insensato y criminales sin asomo de piedad. También me preocupa lidiar con estas ansias de lanzarme por la ventana.


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jueves, 8 de febrero de 2018

Canciones para el apocalipsis

Manual para canallas - Canciones para el apocalipsis

Tengo una canción para cuando te largues. Y una melodía para dormir tranquilo. Sí, tengo este himno que contrarrestará el frío de tu corazón de arcilla...


Tenemos canciones para mitigar el olvido. Canciones para mezclar con tequila o mezcal. Tenemos canciones para cuando nos cargue el payaso o nos retelleve la chingada. Tenemos canciones para maldecir. Y para no morir por el frío que nos dejó un corazón culero. Tendremos melodías para el próximo cumpleaños, para los cursis enamorados, para festejar a mamá y también para zarpar sin brújula ni rumbo fijo. Tengo esta canción para encerrarme a esperar el fin del mundo. Tengo melodías suicidas y cantos alegóricos para volar con los cuervos. También tengo unas cuantas canciones para contemplar el apocalipsis desde mi balcón. Tendremos canciones para ver cómo se desmorona el mundo. Sin duda alguna.


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jueves, 1 de febrero de 2018

Nuestra infancia era un tendedero

Manual para canallas - Nuestra infancia era un tendedero

Tuve una madre un poco loca, como casi todas, que a veces me perseguía con la chancla y entre los tendederos de la vecindad, para castigarme por mis travesuras...


Como tú, igual que tus prim@s, yo era un hijo del diablo. Y mi madre no podía con mis desfiguros o mis travesuras en la vecindad. Si rompía el vidrio del vecino, con un balonazo, yo sabía que me tocaba una chinga. Si le pegaba al hijo de doña Refugio, más valía que yo encontrara algún escondite. Así era mi infancia: un tendedero, un balón desinflado y una pista de carreras dibujada con tiza en el patio. Mi infancia bendita me aconsejaba travesuras y también ne decía 'date a la fuga' antes de que tu madre te alcance". Porque yo tuve una madre loca o neurótica, medio harta de sus cuatro hijos con los que no iba a "caber ni en el pinche en el infierno". Apenas volví hace días al barrio en el que crecí con miedos, con juegos y con la clásica advertencia de que el robachicos andaba en busca de chamacos vagos. Y la nostalgia me pegó como el primer tequila o el segundo ron de la noche: con cierta tristeza y algo de sentimientos encontrados. Y es que la casa de mi infancia ya fue demolida. No sé por qué me preocupa si ni siquiera era mía. Allí vivíamos, ahí pasé algunos años mirando por la ventana, sentado en el quicio de la puerta esperando ver a mi madre dando la vuelta en la esquina como si temiera que la cobardía le atacara por un flanco y la convenciera de que era mejor abandonarnos. La casa de mi infancia, una de las varias en que habité, ya no está en pie. Ese pequeño sitio con un cuarto, una sala-comedor-cocina y un baño insalubre ya fue derruida. En su lugar ahora está un edificio de departamentos algo modernos.