jueves, 9 de septiembre de 2010

Desenterrar un cadáver exquisito

Manual para canallas...

El maestro me regresó mi texto con un par de correcciones y un 9 de calificación. “¿Vas a algún taller literario o algo así?”, me preguntó. Le respondí de la manera más simple que no. “Ok, espero que nunca lo hagas, porque sólo te echarán a perder”, señaló mi tarea, “me gusta como escribes, sólo es cuestión de que lo afines y superes tus faltas de ortografía”

Aquello fue un gran aliciente para mí. Un año después Manuel Gutiérrez Oropeza pasaría de ser mi maestro en la universidad a mi jefe en mi primer trabajo como reportero. Mentiría si dijera que con él aprendí a escribir, porque eso se aprende leyendo un chingo y practicando mucho más. Pero Manuelez me enseñó a ser periodista, a amar este oficio canalla y mal pagado en el que la pasión es tu mejor recompensa. Gracias a él me aproximé a diversos autores y aprendí que la mejor manera de escribir era dejándote guiar por las emociones, escuchar la voz de tu alma y de tu corazón. Y también entendí que lo más valioso que tiene un hombre es la honestidad, empezando por la coherencia con uno mismo. Nunca le dije a Manuelez cuánto lo quise, todo lo que valoraba sus enseñanzas, no me di la oportunidad de agradecérselo. Murió muy joven y cuando me enteré no podía creerlo. Ni siquiera pude ir a su funeral porque yo andaba de viaje, pero recordé su sonrisa, su generosidad y lloré mientras el viento de una ciudad extraña me susurraba que siempre he estado en sitios lejanos mientras las peores cosas me atacan por el flanco. Han pasado los años y sigo fiel a las enseñanzas de aquel maestro, amigo, tremendo ser humano. Y sobre todo, me resisto a dar clases porque, como él dijera, no me atrevo a echar a perder a alguna mente brillante.

>>>

“Si les enseñaras a escribir con creatividad, ¿qué les dirías? Les diría que tuvieran una aventura amorosa infeliz, hemorroides, mala dentadura, que bebieran vino barato, que evitaran la ópera, el golf y el ajedrez, que no dejaran de cambiar la cabecera de su cama de una pared a otra y luego les diría que tuvieran otro amor infeliz”, retomé este poema de Bukowski en mi taller de periodismo para dejarles en claro que yo no les iba a enseñar gran cosa, sólo a hacerle caso a su voz interior, a su propia revolución.

“Les diría que evitaran los días de campo familiares
o ser fotografiados en un jardín de rosas…
que nunca se consideraran superiores y/o justos,
que nunca trataran de serlo,
que tuvieran otro amor infeliz”.

Preceptos elementales, al alcance de la mano, sobre todo, eso de nunca considerarse superiores, porque como dejé bien claro “aquí no hay genios, sólo bailarines. Y aquí van a aprender a bailar con la mente, al ritmo que mejor les acomode”. Y entonces escuchamos a Jorge Drexler, en silencio y con los ojos cerrados, para luego danzar libremente. Acto seguido, desenterramos un cadáver exquisito, cada quien escribió un pensamiento aislado, y este fue el resultado al unirlos:

“Silencios poblados de ideas me rodean.
¿Qué es lo que significa el amor?
¿Espejismo o realidad?

No me queda más que ser un pájaro
en este puente que une el principio de un día
con el principio del otro.

Y me suenan lamentos de alguien que ama mucho.

Dejé de nadar hacia la botella de ron…
mejor decidí nadar hacia abajo para seguir a la sirena,
pero al llegar la noche te desvaneces como la miel en el hielo”.

Nada mal para un primer ejercicio. El poder de las mentes en conexión. Y Aidé, Juan, Sandra, Nazario, Montserrat, Desiré y los demás sonrieron al ver sus ideas enlazadas. Eso es lo que me ha reconfortado un poco.

>>>

No, no pretendo enseñarles a escribir con creatividad, sólo alentarlos para que derriben sus muros, para que desechen sus miedos y se atrevan a explorar sus propios infiernos.

“Les diría que miraran pasar los aviones detrás de una cortina veraniega, que nunca trataran de triunfar, que jugaran billar, que tomaran vitaminas, pero que no hicieran pesas… después de todo esto, que hicieran lo contrario, que tuvieran un amor feliz y que lo que hay que aprender es que nadie sabe nada, ni el Estado, ni los ratones, ni la manguera del jardín, ni la estrella polar”, ni los que dan talleres para escribir, desde luego. Y siguiendo con la filosofía de Bukowski, les diría que “si alguna vez me descubres enseñando a escribir con creatividad y lees esto, regrésamelo, te calificaré merecidamente con MB y te patearé el trasero”. Yo no sirvo para dar clases, no pretendo ser un ejemplo a seguir, bastante hago con mantenerme mínimamente cuerdo. Sólo escribo porque un buen día uno de mis maestros me dijo:

“Plántate frente a una hoja en blanco y mientras caminas para arriba y para abajo, dale a esa cosa, dale duro. Haz como si fuera una pelea de box entre pesos completos. Si quieres ser escritor, tienes que cogerte a muchas mujeres, hermosas mujeres y escribir algunos poemas decentes de amor. Y no preocuparte por la edad o los jóvenes talentos. Sólo toma más cerveza, más y más cerveza. Y procura ganar si apuestas. Aprender a ganar es duro, cualquier idiota puede ser un buen perdedor”.

Sólo he conseguido unas cuantas cosas, como eso de las mujeres y aquello de ser un idiota. Creo que me seguiré esforzando, aunque evitaré la cerveza porque lo mío, lo mío es el ron.

manualparacanallas@hotmail.com

 

Manual para canallas

Roberto G. Castañeda
El Universal
Jueves 09 de septiembre de 2010

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario