jueves, 6 de febrero de 2014

Cuando pronuncias otro nombre

Manual para canallas - Cuando pronuncias otro nombre


Para la mujer de mi vida... ¡arrooozzzz!


“¿Quién es Sylvia?”, me interrogó Julieta apenas desperté. Mis lagañas se confundieron con la extrañeza en la mirada. Hice un gesto de “nofrieguestantemprano”. Un rayo de villana escapó de sus ojos. Luego me leyó la cartilla con voz firme...


Le expliqué a Juls que así se llamaba el personaje de Monica Bellucci en Pacto de lobos, la película que estuvimos viendo antes de dormir. “¿Sí? Pues así se llama tu hermana y no parecía que estuvieras soñando con ella”, insistió como suelen hacerlo las mujeres en estos casos extremos. “En verdad, no te estoy mintiendo, seguro soñé con la Bellucci, ya sabes que siempre me ha gustado”, me sinceré con tono relajado. El almohadazo me sorprendió. “Pues entonces lárgate a Italia y cásate con ella”, Juls se refugió en el baño. Por tanto, no pude bañarme de inmediato y desayunamos demasiado tarde para ser sábado. Al poco rato se le pasó el enojo, pero seguro que iba a revisar mi celular y los créditos de la película en cuanto yo me descuidara. En verdad no tenía nada que esconder, pero sí he de ser franco: es de la rechingada que tu pareja pronuncie otro nombre cuando se supone que tendría que estar soñando contigo. Te entran dudas, no andas tranquilo, te cortas al rasurar o te peinas sin estilo, así como esos científicos distraídos. No, en verdad que no es fácil lidiar con otros nombres que se cuelan como la humedad en las paredes. Así que ten cuidado si eres de los que hablan dormidos.

>>>

A mí los viernes me saben a resaca. Y los lunes a hastío. Los martes te echo mucho de menos. Mientras los viernes no me alcanzan para demostrarte cuánto te quiero. Los miércoles trato de evitarlo, pero a veces me da por escribir con desatino. Yo no quiero miércoles sin tu espalda en mi pecho mientras dormimos. Yo no quiero amanecer si no es contigo. Yo no sueño con otros nombres, ni me despierto como ido. Yo no tengo otras miradas cuando te miro. Yo no deseo otra cosa que descansar mi mano en tu vientre y hurgar un poco más abajo y que sean míos tus gemidos. Yo no anhelo escaparme del embrujo de tu ombligo, ni esconderme de la tormenta de tu vientre, ni del trópico de tu sexo iracundo. Y no, yo no quiero sonar a Paulo Coelho si te describo. Lo que yo quiero es que repitas mi nombre hasta cuando no estás conmigo. Y que vayas por ahí, caminando con desenfado y sonrías de la nada cuando recuerdes mi aliento en tu oído. Lo que más quiero es quererte sin reparos, como en un poema de Benedetti, como si habitáramos en una canción de Sabina o como si bailáramos burlándonos del abismo. Sí, lo que más quiero es tenerte, cotidiana y radiante, como si te definiera Dante Guerra: 

“Tú nombre que es alba de mis delirios,
tu cintura que es mi principio y destino,
tu sexo que es trópico húmedo,
tu cabello largo entre mis manos.
Te quiero toda, con virtudes y defectos,
pronunciando mi nombre mientras sueñas.
Tu piel que es alba de mis delirios
tiene un hechizo incontestable.
Tus senos como frutos maduros
saben a todas las noches
que quiero pasar contigo”.

Yo no quiero extrañarte más de lo debido, ni caminar como si no tuviera rumbo, mucho menos sentarme a fumar desvaríos. Yo no quiero perderte sin haberme rendido. No, estoy convencido, yo no quiero morirme si no es contigo. No, yo no quiero sonar a Paulo Coelho si te describo. Y pensándolo bien, tampoco ser un personaje de Sabina. Yo sólo quiero que pronuncies mi nombre en cada gemido. Yo sólo anhelo que digas mi nombre cuando duermes y cuando amaneces conmigo.

>>>

La mujer que yo amo, diría Pablito Milanés, 

"No es perfecta más se acerca a lo que yo simplemente soñé”. 

Ella tiene un discreto lunar junto a la boca y una sonrisa que me arrebata. Ella me ilumina en los desvelos en la desnudez de las madrugadas. Y es inquilina de mi vida y cuando no está conmigo es cuando menos me encuentro. Pero cuando está a mi lado nunca me siento extraviado. Como ya decía antes, yo no quiero días sin su mirada, ni noches sin el fuego de sus caricias. Yo no quiero perderme más de la poesía contenida en su manera de andar, en esas formas tan suyas que me hacen delirar. Yo no quiero perder más tiempo sin valorarla, sin decirle cuánto la amo, sin besarla con arrebato y mucho menos sin estar en definitiva a su lado. Lo que quiero es aceptar sin reparos que soy afortunado. Lo que yo quiero, mujer de mi vida, es que sólo digas mi nombre cuando sueñas, que todas mis caricias te provoquen y que todo tu fuego me esté reservado. Y que sigamos al pie de la letra los consejos de Benedetti: 

“La caricia es un lenguaje.
Si tus caricias me hablan
no quisiera que se callen.
La caricia no es la copia
de otra caricia lejana,
es una nueva versión
casi siempre mejorada.
Es la fiesta de la piel
la caricia mientras dura
y cuando se aleja deja
sin amparo a la lujuria.
Las caricias de los sueños
que son prodigio y encanto
adolecen de un defecto:
no tiene tacto…
Es claro que lo mejor
no es la caricia en sí misma
sino su continuación”. 

Lo que yo quiero es pronunciar tu nombre hasta cuando estoy dormido y saber que en cada una de tus letras habita algo mío.


manualparacanallas@hotmail.com


Roberto G. Castañeda
Jueves 6 de Febrero de 2014.

© Manual para canallas


1 comentario: