jueves, 15 de julio de 2010

Las mujeres de mis amigos

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Las mujeres de mis amigos me detestan. No todas, claro, pero la mayoría de ellas suponen que soy un terrorista de su felicidad, el enemigo público número uno, el que los sonsaca para irse de borrachotes

“Claro, como él no tiene perro que le ladre”, cuenta Marcos que le recriminó su vieja, “pero tú tienes hijos y esposa, así que no puedes llegar a la hora que se te dé la gana”. Casi la oigo y seguramente dijo “no puedes llegar a la pinche hora que se te dé la chingada gana”. Yo a Marcos lo conozco desde la prepa y ha cambiado bastante, como yo, pero la diferencia es que él postergó algunos de sus proyectos, como montar un barecito y tocar su guitarra todos los fines de semana. Se casó con Dafne apenas salieron de la universidad, luego de tres años de noviazgo. El padre de ella tenía un par de farmacias y metió a mi amigo en el negocio. Hoy tienen cuatro farmacias, les va muy bien, pero mi amigo siempre suspira cuando oye esa frase de Sabina que dice “acertó quien El Templo del Morbo le puso a este bar”. Y es que mi buen cuate prometió, en una de esas borracheras de chavales, que “un día tendré un bar que se llame El Templo del Morbo”. Admirador de Joaquín Sabina, Fernando Delgadillo, Pedro Guerra, Jorge Drexler y otros, ahora se conforma con coleccionar sus discos. La guitarra la tiene abandonada desde hace rato porque la esposa reclama, cuando lo ve tocar, “ya estás perdiendo el tiempo otra vez”. Dafne me odia con y sin razones. Sí, las pocas veces que nos hemos visto Marcos y yo, aprovechamos para emborracharnos y charlar por horas o simplemente bromear sobre mil cosas. Y siempre lo mando a su casa bastante ebrio y envalentonado con su muletilla de “ahora sí mi vieja me va a escuchar”. Ja. Lo malo es que, me confesó Marcos, cuando su esposa le encontró huellas de carmín en una camisa le inventó que yo lo había llevado a un teibol. Ni modo que le dijera que se andaba acostando con una de sus empleadas. “Tiro por viaje”, él inventa que anda de parranda conmigo. Y ella le cree y se llena de rencor hacia mi persona. Con razón siempre que me mira pareciera decir “pero qué cínico es este idiota”. En algo no se equivoca: soy cínico, soy idiota, soy inmaduro, soy eso y mucho más, pero al menos no estacioné mis sueños a un lado de la autopista. Ni utilizo el matrimonio o los hijos para manejar los hilos pusilánimes de los demás. Y sí, la mayoría de mis amigos inventan que andan en el desmadre conmigo porque les parece la coartada perfecta para ocultar sus desvaríos. Y el odio de sus mujeres me persigue como una mala sombra.

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Las mujeres de mis amigos en realidad no son de ellos. Bueno, sólo pasa que ellos usan esa inútil presentación de “mi mujer” o “mi vieja”. Y también a la inversa, ellas son felices con eso de “mi marido” o “mi hombre”. ¿Y luego se preguntan por qué no funcionan las relaciones de pareja? Es muy simple: apenas firman y aquello se convierte en un contrato con letras chiquitas que dicen:

a) No darás un sólo paso sin que yo lo sepa.

b) Tu opinión estará supeditada a la mía.

C) Primero yo, después yo y al último tú.

d) Y así hasta que la muerte nos separe.

La esposa de Charly, porque le dice Charly, nunca ha sido fanática de lo que escribo. Me odia por ser tan machista, según ella que no repara en mis cualidades. “¿Y cuáles son tus cualidades?”, me preguntó un día. “Mmmm, deben ser muchas porque no las recuerdo todas”, trate de salirme por la tangente. “Al contrario”, atacó Marcela, “tus defectos llenarían el Zócalo”. Ja ja. “Claro, claro. Y si votaran, harían presidente a López Obrador por abrumadora mayoría”, me reí a mis propias costillas. Ella se quedó seria. Estábamos en el cumpleaños de Max, que le organizó su novia. La mayoría iban en parejas. Yo era el único divorciado allí. En la charla, antes de que nos emborracháramos, una amiga de alguien parecía interesada en mi perspectiva, después de que comenté “hay matrimonios que acaban bien. Otros duran para siempre”. Nadie lo festejó.

—¿Y cuántos hijos tienes? –cuestionó la chava.

—Dos, sólo tengo dos. –No me interesaba hablar del asunto.

—¿Con la misma? –Ella insistió.

—Sí, claro. Con distintas mujeres, pero con la misma. –Intenté bromear.

Me miró extrañada, con esa típica expresión de “o sea, ¿cómo?” e iba a decir algo, pero Max se carcajeó en ese momento: “No maaaaames pinche Robert, no la había captado”, volvió a reír. “¡Muy buena! ¡Eres un cabrón!”, y me dijo salud. Levanté mi vaso y bebí un sorbo de ron a la salud de sus neuronas que actúan en cámara lenta. La chica insistió: “De qué me perdí, a ver, explícame”. Mmmm, saqué la cajetilla, le ofrecí un cigarrillo y no quiso, yo me llevé un Marlboro blanco a la boca y lo encendí. La pausa la intrigó. “¿Ya me vas a explicar cómo está eso de que tuviste dos hijos con distinta mujer pero con la misma?”, en verdad estaba intrigada. “No me hagas caso, linda”, minimicé, “sólo es un chiste local y es bastante guarro”. Me miró igual que al policía de tránsito que le dice “está estacionada en lugar prohibido, güerita”. Volteó para ver a Max, que seguía “muerto” de la risa. Luego me observó a mí, hizo una mueca de desdén y se fue a destapar otra cerveza. Después de un rato me despedí. Nunca me han gustado las reuniones de matrimonios, menos cuando se ponen a hablar de lo buenos que son sus maridos o la primera estrellita de los hijos en el kínder. Así que me largué a casa, a escuchar canciones que me recordaran que hay autopistas que es mejor recorrer en solitario:

“Al estilo lo llevaron detenido.

La elegancia ahora viaja en ambulancia
y parece que el buen gusto estuviera prohibido.

Voy a encender una vela por si aún queda una esperanza.

Si las teclas en el piano se volvieron todas blancas
y la música barata ya no para de sonar.

Si la clave de sol hoy amaneció nublada
voy a volver a la cama y dormir hasta mañana.

La canción cumple condena
por ser demasiado buena.

La guitarra confesaba
que ya nadie la tocaba,
por eso mató al cantante
con una cuerda oxidada.

Si te quieres ir nadie
te va a perseguir
pero por favor
cierra la puerta al salir”.

manualparacanallas@hotmail.com

 

Manual para canallas

Roberto G. Castañeda
El Universal
Jueves 15 de julio de 2010

 

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