jueves, 10 de julio de 2008

Alfileres en la cabeza

© Manual para canallas

Es triste sentirte como un muñeco vudú con demasiados alfileres, igual que un demonio bien erizo y, por qué no, abandonado como un muñeco de peluche sin un ojo de botón. Y te duele la cabeza y te rechinan las rodillas, pero nada peor que esa melancolía que ensombrece tus párpados. Dan ganas de acostarse en las vías, a esperar que el próximo tren no tarde demasiado. Y tu padre grita que ya está harto de los políticos y ni siquiera tiene credencial para votar. Y tu madre piensa en engañarlo con el carnicero. Y tu hermano, a escondidas, se disfraza de emo. Tu madre ni siquiera se ha dado cuenta que le han robado el maquillaje. Ella está más ocupada en remendar calcetines y  pelear con las vecinas. Y tu perro ya no juega contigo porque se ha vuelto huraño. Malditos sean los días en que amaneces demacrado, benditas las noches en que logras conciliar el sueño sin asomo de pesadillas. Nunca la realidad fue tan confusa. Nunca tus dudas fueron tan extensas. Apenas comienzan las vacaciones y ya extrañas la escuela. Tu padre siempre te dice que deberías trabajar en la Comer, pero te caga Julio Regalado. Preferirías ser una botarga de Danonino o bailar con el disfraz del Doctor Simi, que  lidiar con señoras igual de histéricas que tu madre. “A ver si vas buscando trabajo, porque ya me cansé de mantener webones”, reclama aquel señor panzón que sientes tan extraño pese a que siempre cena a tu lado. Y mastica con la boca abierta y eructa como una bestia. No le parece suficiente que tengas que sacar nueve de promedio cada año. Tú sólo piensas en escapar un día y dejar de escuchar que todo está más caro, que el patrón es un miserable, que los vecinos son insoportables sólo porque se compraron un televisor de 29 pulgadas. Detestas tener que lavar el baño, no soportas ir al mandado, lamentas no tener tu propio cuarto. Así que todas las tardes te refugias en el cibercafé para platicar con extraños. Y mandas emoticones y ríes demasiado con una carita feliz que te recuerda a las Sabritas. Y te enamoras de la fotografía de una chica que no se cansa de repetir, como si fuera un mantra, cosas tan simples como “xoxo” o “xd” . Y te olvidas por un rato que el mundo real es patético. Y no eres tú, sino ese personaje que se atreve a prometer cosas que nunca podrá cumplir. Pero eso te hace menos infeliz, aunque sólo sea por un rato. La confusión vive contigo, se esconde bajo la almohada, te acecha en cada esquina, te sigue los pasos, aunque no la veas cada que te vuelves para mirar a tus espaldas. Carajo, por qué tu mundo es tan complicado.

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Podría ser peor: si tu novia estuviera embarazada, si tus amigos te traicionaran, si tu chava se acostara con tu peor amigo, si tu mayor enemigo te robara a la chica de tus sueños, si tuvieras que dejar el colegio, si fueras empleado de tu propio padre. Podría ser peor, pero todo parece demasiado. Te educaron para quejarte siempre y solucionar poco y complicar todo. No le pidas soluciones a quien es experto en buscar pretextos y coleccionar sinsabores. Dominar el Playstation no es una profesión, si no ya te hubieras titulado. Halo es un juego de niños si lo comparas con tus batallas diarias. Resident Evil es una metáfora demasiado rosa junto a tus pesadillas. Tu celular no suena con la frecuencia que quisieras. Tus amigos tienen sus propios problemas. Ni un mensaje que te salve de la rutina, ni una llamada que te indique que alguien te extraña. Cada quien sus miserias, cada quien sus miedos y hay que lidiar con ellos. Podría ser peor: si tuvieras que hacer tres exámenes extraordinarios, si te mandaran a cuidar a tu abuela amargada, si te emplearas como afanador en unos baños públicos, si te contagiaras de una enfermedad venérea, si tu padre tuviera una casa chica, si tu madre fuera bipolar, si tu hermana fuera una zorra, si tuvieras que casarte con tu novia embarazada. Podría ser peor: si le sumaran otro alfiler al muñeco vudú que tiene un mechón de tu cabello. Podría ser más patético: que tu jodida suerte empeorara. Y eso parece ya imposible. Pero no subestimes al destino, ni te quejes demasiado. Carajo, y encima llueve a todas horas, de tarde y por la madrugada. Y esa pinche gotera a medio cuarto que no deja de sonar en la cubeta: ploc, ploc, ploc, ploc. Nunca es suficiente para hacerte sentir aún más miserable. 

manualparacanallas@hotmail.com

Manual para canallas

Roberto G. Castañeda
El Universal
Jueves 10 de julio de 2008

 

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