jueves, 14 de junio de 2007

Lo peor de ti mismo

© Manual para canallas

Uno de mis lectores es el mejor escritor del mundo. Incluso es un genio, pero sólo él lo sabe. Y los editores son imbéciles o ciegos o sólo unos inútiles que no saben apreciar el talento. Él cree que todos escriben basura, que sólo lo suyo vale la pena. Así era yo en algún tiempo, pero ya he madurado. Y me manda cartas en las que me dice que soy muy malo, que a él no lo engaño, que mis historias apestan.

Puede que tenga razón, no lo sé a ciencia cierta, porque a veces yo mismo desconfío de mis capacidades. Como medio mundo, tengo altibajos: unos días amanezco optimista y me empeño en terminar mi libro; pero alguna semana me siento un engañabobos, alguien que los ha timado y que cuando lo descubran perderá lo poco que ha ganado. La mayor parte del tiempo no pienso en esas cosas y me entretengo en cosas mundanas: jugar Resident Evil 4 en el PlayStation, escribir mis memorias, hacer el amor con frenesí, trabajar algunas horas, beber ciertas madrugadas, brindar con extraños, eludir a la muerte, maldecir a los que especulan con el maíz y evitar transformarme en lo que era mi padre. Mi existencia parece no llevar a grandes hazañas, ni a obras inmortales, pero ya es suficiente con no ser una carga para mi madre.

En fin, les decía, que tengo un lector que es el mejor escritor del mundo y el peor juez de sí mismo. Una de sus sesudas críticas fue preguntarme "¿y encima te pagan?". Sólo atiné a responderle que está loco, que cómo me van a pagar por escribir basura. En realidad escribo porque mis ansias, mis miedos, mis defectos son una jauría de pequeñas bestias que me roen las neuronas, las entrañas. Y en efecto, escribo por gusto, porque mi sueldo no incluye este Manual para canallas. A mí me pagan por otras tareas, igual de apasionantes.

Es más, así como este lector que se llama Zeus o Thor o Poseidón o alguno de esos nombres dignos de los dioses, habrá muchos que piensen lo mismo, ciertas mujeres que me detesten por ser tan ojaldra, algunos hombres que me odien porque me leen sus novias y hasta alguna señora que crea que estoy echando a perder a su hija. Pero son más lo que encuentran en estas líneas una razón para reír, para sentirse menos solos, para no llorar a oscuras, para comprender que los desesperados somos una legión y que algún día gobernaremos aunque sea nuestro propio destino. Yo ruego para que sean cada vez más los que encuentren en estas letras lo mejor y lo peor de sí mismos.

***

Lo peor son los imitadores. No falta quien se haga pasar por este servidor para quedar bien con los amigos, para ligar en las cantinas. En Internet sobran los farsantes que se autodenominan los autores de este manual para locos. Uno de ellos hasta tiene su página en myspace y se fusila mis textos sin autorización. Incluso imita hasta mi correo electrónico: en lugar de manualparacanallas@hotmail usa manual_para_canallas@hotmail. Y es tan patético que pide dinero prestado a las viejas y les promete que les escribirá una historia. Un lector me contó que a su hermana la engañó con esa historia. Y lo peor de todo es que, me dice mi cuate que le contó su carnala , es que está bien pinche feo. Y encima se llama Eulalio o Marcelo, creo. ¿Habrá alguien tan tonto que no le haya podido preguntar de qué tratará la historia de mañana o el título de su próxima canallada? Hasta pensé en mandarle a los abogados, pero creo que mejor lo buscaré para madrearlo. Sólo tengo algunas pistas: que toca en una banda bien chafa, que bebe en la Hija de los Apaches y que dice que Roberto G. Castañeda es un seudónimo. Por si las moscas, para que no los lleve al baile , ahí les van mis generales: la G es de García, así que soy Roberto García Castañeda, nací en Durango, Durango, soy alto (1.85) y delgado, uso el cabello un poco largo (como el doctor Sheppard, de la serie Grey), sólo sé tocar la guitarra y tengo la mirada triste que me heredó mi madre. Ah, y no bebo otra cosa que no sea ron, y me emborracho como si la muerte me hiciera los mandados, y fumo Marlboro blancos, y nunca uso ropa negra, y odio las mentiras, y me encantan las mujeres guapas pero no uso mi columna para seducir a ninguna, ni para quedar bien con nadie y mucho menos para aplaudirle a los políticos. Y ya pienso seriamente en dejar de escribir tonterías.

Manual para canallas
Roberto G. Castañeda
El Universal

Jueves 14 de junio de 2007

manualparacanallas@hotmail.com