jueves, 24 de febrero de 2011

Una bicicleta oxidada en el traspatio

bici_oxidada

Alan me retó un día a los tazos, “ándale, no le saques”. Jajaja. Pinche escuincle. Obvio que yo no jugaba a esas cosas, pero el chavito era divertido. Yo le había mentido el día que me vio comiendo papas afuera del edificio. “Me regalas el tazo, amigo”. Lo miré y le respondí que “no, porque los colecciono”. Por supuesto que se lo di, sólo quise ver su reacción…

Un buen día se sorprendió cuando le di un puño de tazos que había juntado en mi oficina, de tantos que abandonaban en los escritorios. “Órale, qué chido, estos no los tengo” y miró con alegría algunos de ellos. Alan me caía estupendamente por su desenfado, por esa sonrisa que ponía cada que nos encontrábamos en la cuadra. Siempre lo veía en su bicicleta o jugando cascarita con sus cuates, por eso es que sus pantalones casi siempre estaban parchados de las rodillas. Y usaba unos Converse que habían tenido mejores épocas. Poco a poco nos fuimos haciendo buenos camaradas. Yo no sé qué carajos vio en mí, acaso a un hermano mayor o un simple vecino buena onda.

jueves, 17 de febrero de 2011

El ajedrez de tu mirada

© Manual para canallas

He encontrado más humanidad en la mirada de un mendigo que en los ojos de los méndigos que nos gobiernan. Me he asqueado del engaño en el ceño fruncido de nuestro mandatario. Y me ha dado migraña ante la carestía de nuestra vida cotidiana…

He visto mi reflejo en los charcos cercanos al desagüe y tuve arcadas de bilis en el lavabo y la resaca más reciente me ha estremecido cualquier mañana. Mis borracheras ya no curan nada, no resuelven mis crucigramas.

He recorrido el filo de tus abismos y el vértigo en definitiva no es solidario conmigo. He añorado la curva de tus senos pero hoy estoy curado de las náuseas del pasado.

jueves, 10 de febrero de 2011

Muletas para la autoestima

© Manual para canallas

Todos conocemos a un “Pelón” a una “Güera” o un “Oso”. A mi hermana la decían “La Chata”, al de los tacos todos lo conocen como “El Paisa” y en la cuadra no falta “El Chacarrón”. Desde chavito estás destinado a llevar un apodo e incluso en tu casa te lo ponen…

Y luego se extrañan de que crezcas con complejos.

A Mario le decían “Negro” desde niño. En la calle, en la escuela, en casa de la abuela todos le decían “Negro” o “Negrito Bimbo”. Claro, también le decían “Maruco” y alguna otra cosa. Él nunca estuvo de acuerdo con muchas cosas, pero cuando se es un niño hay poco margen para protestar. Incluso llegó a pelearse con algunos de su salón porque no le gustaba que le pusieran apodos o simplemente porque necesitaba sacar el coraje. Yo siempre le dije Mario, porque a mí nunca me han gustado los sobrenombres. Y además porque era mi primo y yo lo quería mucho. Luego crecimos, él anduvo por dos o tres ciudades en busca de mejores oportunidades. Nunca terminó la prepa. Trabajó como repartidor a domicilio, obrero, vendedor de seguros y muchos etcéteras. Hasta que puso su propio negocio. Hoy le va mejor que nunca. Pero tiene un gran problema: No se acepta. Siempre se siente incompleto. Cuando se emborracha dice cosas como “yo pago, pinches jodidos” u ofende a los meseros “órale, pinche esclavo, muévete”. Un día le recomendé que no fuera tan grosero con la gente. Su respuesta fue “para que sientan lo que yo sufrí cuando era mesero”. Su autoestima no tiene reparación, está rota, maltrecha, fue bombardeada en exceso.

jueves, 3 de febrero de 2011

Mi optimismo está desempleado

© Manual para canallas

Un niño pide limosna afuera del Metro, mientras una anciana agoniza sin atención en el pasillo del hospital público. Y un desempleado fraterniza con los perros vagabundos, sobre la banqueta. Aquella madre abandonada llora frente a una sobredosis de barbitúricos…

Millones de jóvenes están desempleados, pero los discursos de nuestro presidente y sus secuaces están poblados de cifras alegres.

Este país es un polvorín cuya mecha ya ha sido encendida hace rato. Las ejecuciones masivas se han multiplicado y los diarios, las noticias, hacen un recuento cotidiano. Un ex presidente invierte lo robado en una casa de bolsa europea, al tiempo que sus hijos apuestan en Las Vegas.