jueves, 31 de marzo de 2016

Cuando naces con la suerte torcida

Manual para canallas - Cuando naces con la suerte torcida


"Cuando naces con la suerte al revés, no hay poder humano ni golpe del destino o ayuda divina que te eche una mano. Cuando naces entre paredes sombrías, escasean los motivos para apreciar el alba"...


Cuando naces con el futuro hipotecado, en tus madrugadas caben todos los pretextos para sentirse incomplet@, aquella lágrima que guardas en la almohada, el beso que extrañas cada mañana, la risa que no volverá a sonar en tu celular, las caricias que no te llegarán hasta el alma. Tan tristes y derrotadas son tus noches, que te duelen hasta los tatuajes que no te has hecho. Como si estuvieras desnud@, cala el frío en los huesos. Tantas veces el suicido te manda postales desde la azotea, desde el baño, aunque en realidad tú mism@ eres el remitente y al mismo tiempo el destinatario. Tus ideas malsanas se amotinan tras la puerta y no sabes cómo dispersarlas. El mundo parece ir en tu contra y te sientes incomprendid@. Basta ya de lamentos, parece decir la foto de tu madre. Pero no fuiste educado para ser independiente. Creciste con escaso hogar-dulce-hogar y demasiados reclamos. Niño, deja ya de molestar. Chamaco, no vayas a ensuciar. Órale cabrón, póngase a trapear. Pinche escuincla malcriada, nunca aprenderás. Y encima, el cretino de tu padrastro se manchaba contigo, siempre te veía como un apestado aunque el perdedor era él. No es de extrañar que en tu propia casa te sintieras como un inquilino, de esos que no pueden pagar la renta y se andan escondiendo del casero. Un extraño en tu propia tierra. Y tantas veces besaste el suelo, que hasta aprendiste a caer. Hasta parece que tu estado ideal es deambular, meditabundo.


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jueves, 17 de marzo de 2016

Los tontos nos saboteamos todo

Manual para canallas - Los tontos nos saboteamos todo


"Juré no llamarte en las madrugadas, ni quedarme en silencio al otro lado del teléfono. Me juré no extrañarte demasiado, pero hasta en eso he fallado. Juré serte leal hasta con el pensamiento, pero la mente me está traicionando y empiezo a serte infiel con tu recuerdo”.


Cuando tienes vocación de idiota, cuando no aprecias los afectos, cuando te dejas encarcelar por los recuerdos, cuando dejas ir al amor de tu vida, no cabe duda que eres preso de tus inseguridades. Pero cuando el mundo era sólo un planisferio para iluminar, lo único que deseaba era terminar la tarea y salir a jugar con mis vecinos, con primos que vivían en la misma calle. Y sacaba un bonche de estampitas para jugar volados o soltar frases como “te cambio las repetidas”. Yo era realmente bueno para los volados. Y nunca me dieron un diploma por eso. Todo parecía genial, como tocar el timbre de la casa de la esquina y echarte a correr para luego celebrar la travesura. O ir a casa de tu mejor amigo a ver caricaturas y hojear los cómics de su hermano mayor o armar las retas en el PlayStation. Había un chingo de cosas en las que yo sobresalía, pero parecían inútiles en el mundo práctico. Aunque yo sentía que algún dios excéntrico un buen día me lo reconocería.

Cuando la maestra de español nos enseñó a hacer metáforas y me felicitó por mi “facilidad para escribir bonito”, entendí que era el más inspirado de mi clase, aunque las matemáticas me jodieran el promedio. Y empecé a escribirle poemas a la más linda del salón. Y nunca fue mi novia, pero Andrea se sentía soñada. Yo la hacía sentir única. Siempre he logrado eso, que las chicas se sientan especiales. Y tampoco me han dado un diploma por eso. Una tarde en que una chava se robaba un libro del Sanborns, cuando aquello de hurtar libros tenia un aire romántico, me intrigó saber por qué alguien se atrevía a tanto. Y me puse a hojear esa antología poética y fue que descubrí a Jaime Sabines y a otros autores que mis compañeros de secundaria ignoraban. Desde entonces colecciono rimas y otras maravillas en forma de libros. Desde luego, no hay quien otorgue reconocimientos por eso.


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jueves, 10 de marzo de 2016

Cuando duermes de espaldas a la luna

Manual para canallas - Cuando duermes de espaldas a la luna


El porvenir es un ratón viejo. Así interpretó las cartas aquella mujer que insistió en adivinarme el futuro. Y me advirtió que ni se me ocurriera dormir de espaldas a la luna...

Nunca he creído en tales patrañas como la adivinación, ni en amarres o el típico "alguien te está trabajando, puede ser por envidia o resentimiento". Sin embargo accedí a que la señora me echara el tarot sólo porque me recordó a una comadre de mi jefa que me cuidó cuando yo tenía algo así cómo siete años: Doña Pachis tenía la mirada de los búhos, llena de insomnios y sabiduría, pero su sonrisa estaba contaminada con un rictus de amargura. Por ello es que acepté que la gitana me adivinara el "futuro por venir". Cuando me dijo lo de el "ratón viejo" imaginé una copla infantil o un cuento sobre un abuelo ratón tratando de educar a sus nietos ratoncitos. Pero no, no era tan simple el asunto. "Ten cuidado", prosiguió la tarotista, "una lúgubre sombra te persigue, un luto próximo aletea en el aire". Nunca he sido susceptible a esos vaticinios. Uno se muere y ya, sin fanfarrias ni recapitulaciones de toda tu vida en segundos. No, esto no es Macondo ni hay realismo mágico en eso de morirse. La muerte es llana y vulgar. La muerte es simple y fría, no tiene nada qué ver con catrinas de postal. Ya lo sabía yo, que soy un escéptico recalcitrante. Por eso no le di importancia a eso de "el porvenir es un ratón viejo", hasta que alguien me explicó que ese era el nombre común de las mariposas nocturnas "y están asociadas con "el mal agüero y también la muerte". Con razón la pitonisa se sorprendió cuando yo la miré con cierta sorna cuando dijo ceremoniosamente eso de "aquí veo que el porvenir es un ratón viejo" y luego siguió con eso de "no debes dormir de espalda a la luna, que te puede contagiar el insomnio, un insomnio lleno de fantasmas y deudas del pasado". Patrañas. Le di unas monedas y me largue de allí, dándole la misma importancia que a un bocinauta en el Metro.


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jueves, 3 de marzo de 2016

El amor genera intereses y recargos

Manual para canallas - El amor genera intereses y recargos

Mientras los hombres vemos el fútbol o bebemos cerveza, las mujeres están decidiendo si aceptarnos, descartarnos, cambiarnos, matarnos o simplemente abandonarnos...


Sí, Bukowski tiene razón. 

“Al final no importa, hagan lo que hagan ellas, acabaremos locos y solos”. 

Siempre sucede, empiece como empiece la historia. Lo tengo claro. Como en la escena de una mala película, todo inicia con una mujer hermosa y un hombre solitario. Llamé al mesero y le dije que llevara a aquellas dos chicas “lo que estén bebiendo”. El tipo fue a la barra para pedir las bebidas y luego lo vi encaminarse a la mesa de las guapas con dos martinis. Ellas aceptaron y miraron hacia mi mesa cuando él sujeto les comentó, seguramente, “se las manda aquel caballero”. A la distancia yo podía parecer un caballero, desde luego, así que ellas hicieron una señal de aprobación y entonces levanté mi vaso para decirles “salud” con un ademán. Media hora más tarde ya estaba yo sentado con ellas, explicándoles que al parecer un amigo mío me había dejado plantado. La chava guapa comentó algo como “ay, estamos igual, porque mi novio me acaba de avisar que no vendrá, que tiene mucho trabajo”. Lamenté que tuviera novio y por unos instantes traté de ajustar la estrategia para caerle mejor a su amiga, que tampoco era fea. Pero yo siempre me empeño en mis terquedades. Durante un buen rato reímos mucho y platicamos de trivialidades. Cuando Karen se disculpó para ir al baño, su amiga Luzma me preguntó sin rodeos: “¿Te gusta mi amiga, verdad?”. Uhhh, pude mentir y guardar ambas cartas, pero no lo pude resistir: “¿A poco soy tan obvio?”. Luz María se rió y luego comentó que “se te nota a leguas. Pero no te preocupes, a ella le pareces atractivo”. Vaya, respiré aliviado. Me aconsejó que no me detuviera “además su novio es un patán y siempre la deja plantada”. Luego me tuve que chutar los clásicos consejos: “pero por favor, sé lindo con ella, lo que menos necesita en su vida es otro idiota”. Uuuuy, la típica amiga protectora. “Sólo tengo la cara de cínico, porque en realidad soy buena persona”, solté la broma y a ella le hizo un poco de gracia. “No, en serio”, hizo una pausa para voltear al baño, “mi amiga se merece a alguien que la trate bonito”. Justo iba a aclararle que puedo ser un caballero pese a mis defectos, pero entonces regresó Karen con esa sonrisa como faro en la neblina. “¿Todo bien?”, cuestionó al tiempo que yo notaba que se había retocado los labios. Nos emborrachamos un poco, les sugerí que fuéramos a otro lado. Luzma puso de pretexto que tenía que levantarse temprano, así que pedimos la cuenta y salimos. Pregunté a Karen que si quería tomar otra copa. Ella aún traía pila, “pero ¿a dónde vamos?”. Sugerí un barecito en el Centro Histórico “o si lo prefieres vamos a mi casa”. Optó por lo segundo y yo supe que aquella noche el diablo sería el barman en aquella fiesta particular. Y el brillo del deseo se instaló en mis ojos, mientras yo recordaba una canción que contaba que: 

“tus caderas serán mi naufragio,
tus besos mi balsa de madera y
alcanzaremos la frontera
de un océano de sol”. 

De camino a mi casa, ella no escapó a los tópicos: “¿Oye, pero qué vas a pensar de mí” o eso de “no acostumbro hacer esto con desconocidos”. Reí para mis adentros.


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