Hay semanas en que te abruman las rutinas y las quincenas se hacen más largas, sobre todo si te olvidan o te regatean las sonrisas y las miradas...
El cansancio de Emiliano no es más que el peso de la angustia. Sus noches se volvieron una hoguera. Desde que Karla lo dejó por su maestro de literatura, no logra sino sentirse miserable, con la autoestima por los suelos, con ganas arrojarse al paso del Metro o al menos de mandarle un pez congelado envuelto en celofán nomás como un homenaje a su corazón. Despertarse a cualquier hora de la madrugada es sofocante, porque Emiliano siente que algo le oprime el pecho. "Es bipolaridad", dictaría algún experto; no, "en realidad pasa por una depresión severa", argumentará el terapeuta. Y lo que nadie sabría explicarle a este pobre sujeto es de dónde proviene ese aleteo que escucha antes de abrir los ojos. Es el recuerdo de esa arpía, que sobrevuela sus insomnios, ha reflexionado Emiliano, pero sabe que es la peor mentira, porque en realidad son las alas de la ausencia. Desde entonces él dejó la poesía, así que prefiere emborracharse, cumplir con su horario de oficina, dormir lo más posible aunque siempre amanezca agotado. Ya nada quiere saber de literatura, ni de musas, ni de ángeles o metáforas o ninfas de pechos perfectos; incluso en la computadora ha pegado el poema más certero de José Ángel Buesa:
"Quizá pases con otro que te diga al oído
esas frases que nadie como yo te dirá;
y, ahogando para siempre mi amor inadvertido,
te amaré más que nunca... y jamás lo sabrás.
Yo te amaré en silencio... como algo inaccesible,
como un sueño que nunca lograré realizar;
y el lejano perfume de mi amor imposible
rozará tus cabellos... y jamás lo sabrás".
Y sí, en definitiva, las ausencias, el dolor, la ansiedad, siempre acabarán con los que siguen confiando en ese bicho extraño que es el amor. He visto a los enamorados desde la ventanilla del autobús, en los andenes del Metro, y no los entiendo. No logro descifrar sus códigos, no entiendo sus teorías de la felicidad. Complicada fórmula, extraña pócima, es el amor en primavera.
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