Tengo nubes y días soleados. También tengo sombras portátiles que me siguen sin reparo. Pero siempre hará falta una mujer de ojos como luciérnagas...
Siempre he pensado que no todos están hechos para las mujeres de ojos destellantes y de ideas alocadas. No, no todos están listos para bailotear por cualquier cosa, para empaparse bajo la lluvia o para gritar tonterías en público. Porque hay mujeres que invitan al ridículo, al goce de no ser tú todo el tiempo. Pero si tienes miedo al ridículo, no levantes la mano en el salón de clases, ni marches por la izquierda, mucho menos bailes de contento y tampoco te quemes de ganas cuando beses a la mujer de tus sueños. Si te asusta hacer el ridículo, no escribas tus temores y tus esperanzas en un diario que esconderás en la recámara. Tampoco enloquezcas por otra persona que acabará robándote el sueño y la calma. Si tienes miedo al ridículo no te entretengas en libros de poemas, ni pierdas el tiempo en cincelar el alma, no seas artesano ni orfebre de tus virtudes y defectos. Y tampoco te peines murmurando frente al espejo. No enloquezcas nunca y apégate al guión que siguen las multitudes. Si temes al ridículo no te arremangues la camisa, no sudes de más, no te despeines, no corras eufórico para jugar con tu perro o para abrazar a tus hijos como una mascota huérfana de cariño. Desde luego, no rías a solas cuando viajas en Metro.
>>>