jueves, 26 de mayo de 2016

Mujeres que se perfuman con deseos

Manual para canallas - Mujeres que se perfuman con deseos

Quién no querría una mujer que lea desnuda a Jaime Sabines, que acaricie con la constelación de su mirada, que te salve de saltar al vacío cualquier madrugada...


Todos soñamos con mujeres como auroras boreales, pero casi siempre terminamos involucrados con la persona equivocada. Y por un tiempo no tendrás pretextos, pero poco a poco todo se irá deconstruyendo. Y te sentirás como si alguien te hubiera vendido el boleto equivocado o un pasaporte falso. Se llame como se llame: Marlene, Luisa, Jaqueline o Patricia, Fernanda, Karen, Lucía o Montserrat. El nombre es variante, la locura una constante. Así era Andrea. Y con frecuencia su mirada era igual de nítida que las finanzas de un político en campaña. “¿Qué… tú también me vas a dejar?”, preguntó bastante ebria. “La bronca no es que te dejen, sino que hace mucho que tú te abandonaste”, dije sin reparar en que ella no estaba para entender ni madres. “Bla, bla, bla, a mí no me eches tus rollos”, se aferró a la Victoria con actitud derrotista. “Todos me dejan, nadie me quiere, todos se van”, lamentó y quiso beber otro sorbo de cerveza pero la botella estaba vacía. “Pídeme otra”, señaló el envase. “Ya pasan de las cuatro de la mañana”, señalé mi reloj a sabiendas de que era inútil. “¡Y qué!”, protestó, “al fin que no trabajo mañana”, quiso decir al rato pero a esas alturas ya daba igual. Hice una seña al mesero: una más y la cuenta. Allí estábamos, en aquel baresucho que ella eligió para celebrar su cumpleaños. Estuvieron sus amigas, algunos compañeros de trabajo y los invitados de alguien conocido. A mí sus amistades me daban lo mismo. Además, no soy el tipo que le cae bien a todo mundo. “Dice Mónica que eres insoportable”, me comentó Andrea alguna vez. En una fiesta, ya con unos tragos encima, la misma Mónica me lo echó en cara: “Me caes mal porque te crees mucho”. Carajo, ni siquiera podía ser contundente para ofenderme. “Ya somos dos. Yo también me caigo mal a veces”, respondí, “pero tú me caes peor porque te fijas en lo que soy, en lugar de preocuparte porque ese maquillaje te hace ver más vieja”. Me di la vuelta pero alcancé a distinguir el rencor en sus ojos. En otra ocasión, Mónica intentó hacer las paces a su manera: “Tal vez no seas mala persona, pero a mí me resultas insoportable”. Ni tuve que esforzarme para que me odiara. “Tú no eres tan fea, pero esa falda te hace lucir más gorda”, ella abrió la boca sin saber qué decir. Lo malo de las relaciones de pareja es que son como los McTrios: aunque no te gusten las papas, ya vienen en el paquete. Yo tenía que lidiar con una novia borracha y encima soportar a sus amistades.


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jueves, 12 de mayo de 2016

El sonido triste de los adioses

Manual para canallas - El sonido triste de los adioses


En definitiva las mujeres que pierden la calma se vuelven huracán de escalas descomunales, alimentados por los vientos encontrados del amor y la ansiedad...


Cuando alguien te dice algo como “quiero ser el sol de tus amaneceres” es hora de empacar la poca dignidad que te queda y pedir un taxi con rumbo desconocido, esperanzado en que se cruce en tu camino una terminal de autobuses o el bar más cercano. Si alguien te escribe en un papelito que “te quiero igual que la noche a las estrellas”, sería mejor que trazaras al reverso un mapa sin retorno o que dibujaras un túnel que te saque de la maldita prisión de la cursilería. Aún más urgente sería un plan de fuga si cada mañana tu amad@ se empeña en escuchar a Toño Esquinca mientras recitan frases como “el sentimiento es una flor delicada, manosearla es marchitarla”. Si algo sobra en el mundo son tontos que se empeñan en atesorar frases huecas, “tesoros” de la superación personal que no les remediarán la maldita rutina de sus miserias. Sí, en efecto, hay una multitud de desesperados que se quieren quitar las ansias con capsulitas que no curan nada, ni una jodida resaca. Y son esos mismos que vociferan frente al tráfico, lo que maldicen al prójimo, los que menosprecian a los niños en los semáforos, los que se ríen de la desgracia ajena y los que lloran cuando los abandonan. Sí, son los mismos idiotas que no leen un libro al año, pero postean en el Facebook lo más selecto del programa de Mariano Osorio en frases cortas: “Valora lo que tienes porque no es lo mismo perder un minuto de amor que perder el amor en un minuto”.


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jueves, 5 de mayo de 2016

¿Cuándo nos dará un recreo la vida?

Manual para canallas - ¿Cuándo nos dará un recreo la vida?


Un boing de triangulito o un frutsi congelado. Los amigos sonriendo. Un balón rumbo a la portería. La niña linda que te observa. Era el receso perfecto en la niñez.


En un país en llamas, la vida nos ha postergado los recesos. Yo he encontrado más humanidad en la mirada de un mendigo que en los ojos de los corruptos que nos gobiernan. Me he asqueado del engaño en el ceño fruncido de nuestro mandatario. Y me ha dado migraña ante la carestía de nuestra vida cotidiana.

He visto mi reflejo en los charcos cercanos al desagüe y tuve arcadas de bilis en el lavabo y la resaca más reciente me ha estremecido cualquier mañana. Mis borracheras ya no curan nada, no resuelven mis crucigramas. Y la vida me posterga los recreos. Lo dice bien el poeta Jaime Sabines: 

“¿Cuándo la vida me dará un recreo?
¡Carajo! Estoy cansado.
Necesito morirme siquiera una semana”.

He recorrido el filo de tus abismos y el vértigo en definitiva no es solidario conmigo. Seguramente añoraré la curvatura de tus senos pero hoy estoy curado de las náuseas del pasado.

He caminado bajo las lluvias de abril, anegado por pensamientos fúnebres. Y me he vestido de negro, perfeccionando mi epitafio, pero no sé si al final sobreviviré a mis delirios más catastróficos.