jueves, 30 de abril de 2015

La felicidad no viene en frasquitos

Manual para canallas - La felicidad no viene en frasquitos

El prestigio no está enmarcado en la pared. Y la felicidad no es un perfume de aparador. No, la felicidad apenas es un concepto en el diccionario, una palabra demasiado manoseada con cualquier pretexto...



La felicidad no es nostalgia. Ahora que lo recuerdo. La felicidad no es una balada, ni el pasado que nos persigue como perro huérfano. Es que yo era feliz en mi infancia. Es que yo era feliz en mi adolescencia. Todo suena a falacia, a pretextos. Ahora que lo pienso, mi infancia no eran helados dobles o pasteles de cumpleaños. Desde chavo tuve que madurar un poco, sólo un poco. Empecé haciendo mandados a las vecinas, ayudando a mi madre en la venta de sopes y quesadillas. “Se solicita empleado chambeador” o “Se busca chalán, con las pilas bien puestas”, eran los letreros que yo buscaba en la tintorería, la miscelánea o el taller mecánico. Incluso como repartidos de tortas o de periódicos, porque tenía una bicicleta que rodaba a buena velocidad cuesta abajo y que me fatigaba cuando era cuesta arriba. Desde entonces yo me prometía que aquellas chambitas no serían para siempre. Aunque tuviera que estudiar y trabajar al mismo tiempo.


jueves, 23 de abril de 2015

Ángeles en huelga de hambre

Manual para canallas - Ángeles en huelga de hambre


Los aretes de mi madre están en una casa de empeño o malvendidos como pedacería de oro. Tu celular robado ahora se revende en una esquina. Son las señales de estos tiempos putrefactos. Y los ángeles guardianes parece que andan en huelga de hambre...



Mi madre caminaba por un pasillo del Metro cuando algún malviviente le quitó los aretes de los oídos. Con su andar cansado, bastón en mano, mi madre apenas pudo salir de su azoro y protestar un poco mientras el ladrón se perdía entre la multitud. Nadie hizo nada, nadie podía hacer gran cosa. No es caso aislado. Y uno se siente impotente, con el coraje a flor de labios o como un puñetazo en el estómago. Maldita gente de mierda. Maldito país de ladrones. Un pensionado pierde su capital en una caja de ahorros. Ningún pasajero viaja seguro en el transporte público. Un estudiante es asesinado para robarle el celular. Un cuentahabiente es despojado al salir del cajero. Reniego de esta patria, diría un poeta desempleado. Pero no, patria no es país. Patria es otra cosa. País es un territorio minado, ofertado. Ya lo describe Óscar Chávez: 

“Se vende mi país por todos lados.
La tripa, el corazón y los costales.
Se vende mi país con todo y gente.
Se vende la palabra ‘independiente’.
Se vende mi país y da coraje.
Se vende mi país, es un ultraje.
Se vende mi país y su petróleo…
Se vende su historia y su destino”. 

Lo que no se puede poner a la venta es nuestro orgullo, ni nuestros sueños inconclusos.