Ya no quiero un lanzallamas, ni un libro de poemas para leer en voz alta mientras prendo fuego a todo lo que me ha dado más tristezas que momentos buenos. Hoy quiero enclaustrarme en mis silencios...
No preciso nada ni deseo festejar como hace un año. Quiero encierro, necesito mucho silencio y la calma apenas necesaria para no llamarte en las madrugadas. Una vez más no deseo pastel de cumpleaños ni tarjetitas cursis ni el perfume que tanto nos gustaba. Ya no necesito un lanzallamas ni el combustible necesario para flamear todo mi pasado. Hoy he aprendido a incinerar rústicamente todo lo bueno y todo lo malo, porque soy un experto boicoteándome.
Quiero que tu ausencia se difumine con el alba, que tus ojos ya no destellen en mis sueños, que mis labios dejen de añorar la tersura de tu espalda. Quiero exiliar los suspiros que me atormentan cada mañana, cuando descubro uno de tus cabellos entre las sábanas. Quiero que tu ausencia no torture mis momentos malos, que ya no siga latigueando mis pestañas hasta altas horas de la madrugada.
Y también quiero que mis besos se queden tatuados en tu memoria, que sean invisibles al tacto pero grandilocuentes en tu imaginario. Quiero que no olvides mis escasas risas ni la pésima voz con la que cantaba en el baño. Hoy deseo que mis “tequieros” figuren en tu colección de momentos memorables. Y deseo, por el bien de ambos, que un día mires atrás y recuerdes con un poco de bondad a este tipo arrogante que nunca supo valorarte.