En caso de un adiós incendiario no te estaciones en el pasado. Más vale quedarse en silencio, agazapado, mientras la pasión pasa de largo...
Siempre creí que moriría joven. Era la idea romántica que veía en las novelas de aventuras, en las películas de antihéroes y que leía en esos poetas rebeldes que ahora dedican coplas a sus nietos. Siempre creí en esa “máxima” del rock: vive de prisa, muere joven y deja un bonito cadáver”. Y mírenme ahora: bebiendo ron en el bar Milán, destruyéndome el hígado en plazos, con resacas sabatinas y algunos achaques propios de los que algún día fuimos jóvenes y ahora compramos pan sin gluten o cocinamos con aceite de oliva. Siempre pensé que moriría joven y todo indica que terminaré usando prótesis dentales.