jueves, 27 de enero de 2011

Lecciones de vuelo a domicilio

© Manual para canallas

Alguna vez me imaginé piloteando un avión, tal vez por influencia de Snoopy, pero sólo eran sueños guajiros. Igual que cuando fantaseaba con eso de ser investigador privado u hombre de mundo en un yate de esos de anuncios de cigarro…

Y sobrevolar mi ciudad, surcar océanos turquesas, contemplar a una mujer en bikini sobre la proa, se quedaron como meras metáforas de mis aspiraciones. Para un niño que usaba tenis de oferta y pantalones heredados de sus primos, había más túneles a oscuras que senderos empedrados. Pero algún Dios sin alma de burócrata se apiadó de mí y me mandó algunos ángeles espléndidos. Entre ellos destaca la hermana de mi madre, la tía Marina. Una mujer de esas que deberían clonar y producir en serie para educar a nuestros políticos: como no tienen madre, alguien así les daría al menos un poco de sensibilidad.

 

jueves, 20 de enero de 2011

Despedidas a control remoto

© Manual para canallas

Aquella lágrima bajó despacio por su mejilla, hizo una leve pausa junto a la fosa de la nariz y siguió su recorrido hasta la barbilla. Una lágrima silenciosa es tan devastadora como un sollozo…

Al menos así se sentía Marlem: destrozada, como el cráter de una explosión en el corazón. Pero su orgullo le impedía gritar, hacer evidente su dolor. Jonathan ni siquiera tuvo el valor, ya ni hablamos de la decencia, de mirarla a la cara para decirle “este loco se va con otra loca” o algo menos sabinesco, como “yo no sirvo para estas cosas”. El muy culero sólo le mando un mensaje de texto. Y luego apagó el celular. O le quitó el chip. Y el mensajito decía poco y todo: “Ya no quiero nada contigo. Y no me busques”. Pero qué, que puede esperar de un idiota al que conoció hace menos de cuatro meses en un desmadrito en casa de la prima de una amiga. Y eso de “conoció” es relativo, porque a ciencia cierta sabía muy poco de él. Y a la inversa: él sabía poco de Marlem.

jueves, 13 de enero de 2011

Mis plegarias ya están reservadas

© Manual para canallas

Mi padre fumaba cigarros Raleigh, acostado y mirando al techo. Yo siempre lo recuerdo acostado. Llegaba de trabajar y se acostaba, encendía un cigarrillo y empezaba a maquinar planes de fuga. Bueno, eso creo yo porque al poco tiempo se esfumó. No dijo “voy por cigarros” y no regresó. No, sólo le dijo a mi madre que ya no soportaba esa vida…

Y eso se traduce así: ya no aguanto tus reclamos, ni a esos cuatro mocosos, como tampoco dormir a tu lado, ni soporto tu voz, ni me gusta comer tus guisados. Y así sucesivamente. Y como en estos casos, los pretextos sólo eran una bomba de humo para tratar de ocultar algo que se traía entre manos.

jueves, 6 de enero de 2011

Coleccionar estampitas del desencanto

© Manual para canallas
A tu abuela los Reyes Magos nunca le cumplieron sus deseos. Y a tu madre no le trajeron la añorada Comiditas Lily Ledi. Tu padre siempre suspiró por una consola de videojuegos. Y lo que es peor, a tu hermano no le llegará su ipod touch, bajo el argumento de que “sacaste puro siete en la escuela y además ni te portaste bien”