jueves, 29 de diciembre de 2016

Cuando los buitres nos sobrevuelan

Manual para canallas - Cuando los buitres nos sobrevuelan


Otra vez la resaca. Y luego el año nuevo. Y otra vez las mismas pinches rutinas, las esperanzas torcidas y este país sobrevolado por buitres de cuello blanco...


Cada triste diciembre es lo mismo: Ojalá ya se acabe el año y que en el 2017 nos vaya mejor. Doce meses para el olvido. El inevitable recuento arroja cifras alarmantes y no hay espacio para el optimismo. Sube la gasolina. Se desmejora el peso ante el dólar. Ya nos ensartaron y nos volverán a ensartar. Bueno, tengo trabajo y salud, tratas de consolarte por la falta de varo. Pinche remedio para la migraña. Una aspirina de la chingada. Nada que solucione tus grandes males. Tu existencia es un constante vacío: el bolsillo, el estómago, el alma. Vives al día, con apenas lo suficiente para llegar al fin de quincena, contando y estirando los pesos. 

jueves, 22 de diciembre de 2016

Esas tristezas que congelan el alma

Manual para canallas - Esas tristezas que congelan el alma


No quiero ser un pesimista, pero lo he visto: Somos tan distraídos que no reparamos en la tristeza en los ojos de un niño, en esa melancolía que congela el alma...


Aquella niña es demasiado pequeña para entender que la Navidad no es como un comercial de televisión. Ella nunca tendrá la sonrisa perfecta de esos niños regordetes, ni tampoco los fabulosos juguetes que le causan tanta ilusión. Malibé cree que Santa Claus bajará por una chimenea inexistente. Malibé en realidad se llama Maribel, pero ella tan pequeña y frágil responde que es “Malibé” cuando le preguntan su nombre. La he visto despeinada, con sus tenis viejos y su pants demasiado sucios. Me la he encontrado algunas veces, siguiendo a su madre por los vagones del Metro mientras la doña grita “para que no pague su precio comercial, que es de 30 pesos”. Y supe que era “Malibé” cuando una señora amable le regaló un chocolate y le cuestionó “¿cómo te llamas, hermosa?”. Yo no sé mucho de esa niña, pero intuyo algunas cosas: No tendrá un invierno feliz, porque su madre no le regalará esa muñeca que camina. Y tampoco tendrá una gran cena de Navidad, ni romperá una piñata con sus hermanos mientras se abriga con una bufanda tejida a mano por la abuela. En cambio, se irá a dormir cansada mientras su madre baila reguetón con algún vecino y se emborracha como siempre. Malibé tendrá una Navidad como muchas que le esperan en el futuro. Y crecerá sin opciones, viendo telenovelas, con uno o dos padrastros que la acecharán como una presa mientras ella entra en la adolescencia. Y entonces ya será Maribel y dejará la escuela y sus pasos serán circulares, semejantes a los de su madre: se enamorará de un cretino, se embarazará muy joven y tendrá otra Maribel en miniatura. A lo mejor estoy siendo pesimista. Y Malibé crecerá rodeada de cariño y tendrá una historia fantástica y será abogada y viajará por el mundo. No, basta ver a su madre para darse cuenta que hay algo peor que ser un idiota: heredar la ignorancia que se ha acumulado.


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jueves, 15 de diciembre de 2016

El desamor siempre se paga a plazos

Manual para canallas - El desamor siempre se paga a plazos

Si usted aún confía en el amor, no tiene remedio ni salvación. Si usted aún cree en el amor, entonces prepárese para pagar a plazos o con intereses y recargos...


Llena de dudas, acosada por sus inseguridades, Paula intentó por cuarta ocasión llamarle a Alan. La respuesta la decepcionó de nueva cuenta: “El número que usted marcó no está disponible o se encuentra fuera del área de servicio”. Ella buscaba una señal, un símbolo de tranquilidad. En automático pensó lo peor. Seguro que Alan está con su ex mujer, con la muy puta, con la idiota que nunca se da por vencida, con la estúpida que interrumpía a medianoche, a las dos de la madrugada para hacer preguntas obvias: “¡Hola!, ¿estás ocupado?”. En cuanto escuchaba la respuesta titubeante, “emm, sí, un poco”, la ignoraba. “Ay, bueno, es que, mmm, cómo te digo, estoy con unas amigas y justo estábamos escuchando una canción que me recuerda a ti”. Idiota, sí, idiota, eso reflejaba el gesto de enfado de . Y el tonto de Alan no tenía las agallas para colgar, mucho menos para mandarla al carajo. “Sí, ya sé, era Marian”, dice con enojo Paula, “pero ¿por qué no la mandas a la chingada?”. Alan sólo se encoge de hombros. Maldita sea, quién le manda andar con un pendejito que tiene un hijo con otra. Y así será forever. Y no habrá un refugio que salve a Paula de las estupideces, de las llamadas a deshora, de los argumentos comunes del tipo “es que el niño tiene fiebre y no sé qué hacer”. Y cada vez, como siempre, Alan sólo alzará los hombros en actitud de “es-que-yo-no-tengo-la-culpa”. Y Paula se encerrará en el baño, angustiada por cosas que no alcanza a comprender, temerosa de que cuando ella no esté la otra sonría después de hacer el amor con ese tonto que no ha podido dinamitar el pasado. La poesía no cabe, todos lo sabemos, pero hay dardos que son certeros: 

“Mientras tú te desnudas con pausa a su lado,
habrá otra que vuele vertiginosa al ritmo de los orgasmos. 
Yo no lo sé con certeza, no me atrevería a jurarlo. 
Y sin embargo, creo que su corazón está atado,
que su deseo está endeudado con otras caricias y otros labios”. 

jueves, 8 de diciembre de 2016

Tácticas para no volverse tonto

Manual para canallas - Tácticas para no volverse tonto


Así como pintan las cosas en estas Navidades, ante tanta crisis y lo efímero del aguinaldo, creo que terminaremos comiéndonos las uñas en la cena de Año Nuevo...


Comerse las uñas es una manía bastante común, por los nervios o las ansiedades. Somos legión los ansiosos. Yo mismo crecí rodeado de miedos e inseguridades, como casi todo mundo, así que eran inevitables dos cosas: Uno, que me quedara con un montón de manías. Y dos, que mi futuro resultara tan emocionante como una tarde en la sala de espera del dentista.