jueves, 14 de diciembre de 2017

Un recuento de sueños inconclusos

Manual para canallas - Un recuento de sueños inconclusos

Fin de año. Y el recuento de proyectos truncados, de sueños inmóviles, de propósitos no cumplidos. Fin de año y el recuento de calamidades...


Chingó el año. O te chingaste tú solito. O te jodieron hasta el corazón. Fin de año. Se acabó el 2017. Y no fue lo que esperabas. Con un pinche carajo. Fin de año y el recuento de sueños postergados. Los amores fallidos, el alma devaluada, los fracasos recientes, el corazón anestesiado, las horas muertas y los días sin trabajo. Llegas a un punto de quiebre y te preguntas si todo el dolor habrá valido la pena. ¿Dónde quedó aquella pasión por la vida? ¿A dónde fueron tus sonrisas? ¿Qué fue del adolescente que soñaba con tocar en una banda de rock? ¿Qué fue de la chica que deseaba viajar por el mundo? Te quedaste estacionad@ en un sitio que parece no tener salidas de emergencia, en un pueblo fantasma que sólo recorren algunos perros flacos. Y tu panorama es una postal desértica. Trabajas más de ocho horas por un sueldo miserable. Y te aferras a los silencios en busca de respuestas. Eres la imagen viva de la neurosis. La ansiedad se come tus uñas. Jubilaste tu entusiasmo, guardaste la guitarra, la mochila, los proyectos. Y tu madre se congratula de que al fin seas un hombre de bien o una muchacha responsable. "Tan guapo que te ves de corbata", tu abuela te señala en una foto. Tan estúpido que te sientes ordenando balances, archivando tus aspiraciones. "Tan bonita que estás de falda", sugiere tu novio en turno. Y tu maldices el pinche frío. Fuiste educad@ para lo más absurdo: estudiar, conseguir un trabajo “decente”, casarte, tener hijos y soñar con un auto para dejar de viajar en Metro. Y la temporada navideña te recuerda que los rituales de las 12 uvas y sacar las maletas y ponerse calzones amarillos valen para un carajo. Y te emborracharás pensando que te han estafado, mientras te resistes para llamar a tu ex o mandarle un WhatsApp, mientras decides si borras las fotos que aún guardas en el celular. El invierno es un catálogo de deudas, un recuento de sueños postergados. Y quisiéramos ser aves migratorias, para escapar del pinche frío. Como ha descrito Dante Guerra: 

"En diciembre soy un ave migratoria
que sueña cosas estúpidas,
mientras se le congelan las alas. 
En diciembre sólo quiero volar,
largarme lejos de tanta frivolidad".


> > >

jueves, 23 de noviembre de 2017

Dios y el diablo se juegan mi alma

Manual para canallas - Dios y el dablo se juegan mi alma

Tengo un diablo que litiga en mi contra los viernes, mientras Dios está ocupado en demandar a los que lucran con su imagen sin pagar derechos de autor...


Cuando nací el diablo estaba con resaca y Dios disfrutaba de un día feriado. Lo sé porque no era primavera, ni retozaban las jóvenes del verano. Lo sé porque ni un triste cuervo sobrevoló aquellas calles áridas y polvosas de ese pueblo que se da aires de ciudad. Lo sé, simplemente lo sé. Yo nací en una fecha en la que todo mundo estaba abrigado o se quejaba del pinche frío. Por ello es que este corazón gélido tarda en salir de su constante letargo, como si hibernara todo el maldito año. Cuando nací, sólo se escuchaba a lo lejos el uluar de una sirena y el murmullo constante de un hospital saturado.

Cuando nací, había sobrepoblación en la sala de urgencias y de milagro mi madre alcanzó un camastro. Cuando nací Dios andaba con bermudas y sandalias. Cuando nací, al igual que cuando naciste tú, el diablo se curaba la resaca con saldeuvas y algunos pecados. Lo sé porque es momento que ni uno ni otro me han dado acuse de recibo o tan siquiera una copia de la factura. Lo sé por esta suerte mediana que me ha tocado. Aún no me alcanza una bala, pero tampoco me ha tocado la fortuna. Lo sé porque habito en una zona de confort que no tira para arriba y tampoco para abajo. Sé que Dios y el diablo a veces se juegan mi saldo con los dados, de tal manera que a veces termino empatado.

jueves, 16 de noviembre de 2017

Borrarás los besos y mensajes del teléfono

Manual para canallas - Borrarás los besos y mensajes del teléfono

Está escrito en latín, en arameo y cualquier idioma: siempre estamos coleccionando adioses, somos expertos en dramas y despedidas...


Hombres y mujeres, novatos y veteranos en esas cosas del corazón, todos vamos por la vida archivando adioses. Hay quienes coleccionan llaveros, figuritas de luchadores, coches de bomberos, ranitas de cerámica, ángeles de ornato, cómics de su héroe favorito, películas de tal o cual actor, discos de acetato o juguetes de Star Wars. Yo tengo una maldita colección de adioses. Siempre me estoy despidiendo o me están mandando al carajo, con demasiada frecuencia y de distintas maneras. Yo tenía un puñado de amigos y hoy son olvido. Unos se han marchado lejos, otros se han difuminado como el brillo en los retratos. Aquel que no he visto en un par de años, creo que tiene otras prioridades antes que tomarse un trago conmigo. Aquella se ha casado y sus hijos gobiernan sus horarios. Y el otro creo que ha triunfado y está demasiado ocupado mirándose en el espejo, conviviendo con nuevas amistades y bebiendo en cócteles con el tipo mujeres que siempre nos han gustado. Por lo menos aún recibo alguno que otro saludo de Mariela, quien se casó con un italiano y siempre está prometiendo regresar pronto desde Turín. Yo tenía un puñado de amigos y hoy no tengo un carajo, así que estoy pensando seriamente en comprarme un perro que sacuda la cola y se ponga contento cuando escuche el cerrojo que anuncia mi llegada. Nunca fui muy popular que digamos, mucho menos el tipo simpático de la clase, ni el capitán del equipo de futbol, tampoco el más listo de mi clase, pero tuve la fortuna de hacer algunos buenos amigos en la universidad. Y pasó el tiempo y nos emborrachábamos cada viernes y nos prometíamos lealtad a prueba de tiempo. Pero hoy somos unos extraños, que sólo se mandan felicitaciones en los cumpleaños, que coinciden de vez en cuando, que tienen una lista de deberes que son prioritarios. Sí, yo tenía un puñado de amigos y hoy somos como extraños. No es culpa suya, supongo que es mía. O tal vez de ambos lados. Yo no voy a visitarlos al trabajo, ni hacemos parrilladas los domingos, ni les hablo para ver cómo están los hijos, tampoco estoy pendiente de sus logros, ni ellos leen lo que escribo y les vale madre si hoy estoy deprimido. Yo tenía un puñado de amigos y hoy no tengo un carajo. A lo más que llegamos es a frecuentarnos muy de vez en cuando por el Facebook. Pero tengo algunos conocidos y nos llevamos bien y nos emborrachamos los jueves o los viernes, a veces en sábado. Y hay canciones que siempre nos recuerdan algo. Es verdad, siempre estoy rodeado de gente bienintencionada, de personas buenas y otras no tanto, pero debo confesar que extraño a mis amigos de muchos años.


> > >

jueves, 9 de noviembre de 2017

Buscar el placer y engañar al dolor

Manual para canallas - Buscar el placer y engañar al dolor

Nunca fui un niño de sonrisas ni tenía un perro ‘Firulais’. Yo no sacaba diez en inglés, ni era el preferido de la Miss. Yo era un chavito con tenis viejos y percudidos...


Siempre he sido un tipo extraño, con un carácter indescifrable. Puedo ser el mejor amigo o el peor crítico. El pésimo hermano o el padre ideal por un fin de semana. O un amante paciente y un enamorado caótico. Siempre he tenido un carácter muy complicado. Recuerdo que desde que era chavito se me han cruzado los cables. Supongo que no soy el único. Todos tenemos nuestros ratos buenos y también los lapsos en que enloquecemos mucho o poco. A veces por tonterías, en ocasiones con justa razón, pero siempre se nos están cruzando los cables.

jueves, 2 de noviembre de 2017

Remolinos de polvo y vinagre

Manual para canallas - Remolinos de polvo y vinagre

Si te vas a marchar, espera el invierno. Espera un poco, no te vayas este otoño. No me dejes a la deriva del viento amargo, no me chingues más la tristeza...


Ana tenía remolinos en la mirada, pese a que ella era toda primavera, pero yo soy un pinche necio y no hice caso a las señales del diablo. Al final Ana me dejó el reguero de hojarascas en el pinche corazón que no sirve para un carajo. Lo nuestro era como un remolino de polvo y vinagre. Qué chingados tendrá el otoño. Yo no sé qué diablos pasa con el viento que siempre me ha parecido un musitar sombrío. Y las hojas girando su danza interminable, mientras estos ojos húmedos se ponen a tristear. El otoño y yo no somos compatibles, nunca nos sonreímos, siempre estamos riñendo. No es que haga frío, ni tampoco las humedades que deja la lluvia, tampoco es el sol tímido que se asoma unas horas. No, claro que no es nada de eso. Desde pequeño, cuando era un saltarín que subía a los árboles y correteaba lagartijas, no me llevaba bien con el otoño. Y es que no me gustan sus murmullos, ese viento que se queja al mecer los cachivaches o que me deletrea al oído la palabra me-lan-co-lía. Yo quisiera que ya acabará esta temporada tan propicia para los suicidios, para la muerte de las aves que se derrumban con sus nidos. Cuando era un chavalillo correteaba un balón bajo la lluvia, vagaba sin suéter durante el invierno y caminaba descalzo sobre la hierba de la primavera, pero si algo me perturbaba eran los silbidos del viento de otoño al colarse por mi ventana. Y uno tan escuálido y tan proclive a la tristeza, parecía encontrar mensajes del más allá, de alguna de esas almas que nunca descansan en paz. Con el tiempo fui perdiendo el miedo, pero se me acentuaron las tristezas, se me enmohecieron los recuerdos con tantas tormentas. Algunas veces se nos inundaba la cocina, salía agua de las alcantarillas y cruzábamos la calle con los zapatos anegados y los pantalones con el dobladillo en las rodillas. Por eso no me gustan los otoños, con sus lluvias torrenciales, con sus vientos susurrantes y los remolinos de hojarascas que me perseguían como pequeños demonios vociferantes. Yo no soy un tipo de otoños, me llevo mejor con los inviernos aunque se me partan los labios y pese a que no tenga a quién echar de menos.


>>>

jueves, 19 de octubre de 2017

Canciones para tronarse los dedos

Manual para canallas - Canciones para tronarse los dedos

Hay mujeres que duermen abrazadas a sí mismas. Y cuando apagan la luz se quedan un rato con los ojos abiertos, como descifrando los códigos de los ciegos...


Hay mujeres que se recuestan con la congoja a un costado. Hay mujeres que escuchan canciones mientras se muerden el labio inferior o sienten una opresión en el pecho. Hay mujeres que tienen el consuelo de las canciones. Hay mujeres que se truenan los dedos y musitan conjuros contra el desamor. Hay mujeres que se desnudan mientras un escalofrío les recorre las vértebras y a lo lejos suena un piano y un saxofón recién afinado. Una mujer solloza a solas, rodeada de una jauría de miedos. Una chica desesperada nunca encuentra las salidas de emergencia. Y hay mujeres que suelen jugar con fuego con demasiada frecuencia, sin reparar siquiera en el humo en los ojos y el ardor de las manos.


> > >

jueves, 5 de octubre de 2017

No le busques, no le llames

Manual para canallas - No le busques, no le llames

El desamor es un bicho oscuro y lento que te recorre con paciencia el corazón, que no dudará en clavarte sus tenazas o inocularte todo su veneno...


Esa chica que se mira en el espejo está irreconocible. Los ojos nublados, aquella tormenta en el alma, los vientos de octubre en su cabello. Y lo que no se alcanza a ver son los témpanos de tristeza en su interior, el frío que le recorre la espina dorsal. Y es que el desamor es un bicho oscuro y lento que te recorre con paciencia el corazón, que no dudará en clavarte sus tenazas o inocularte todo su veneno. En aquella habitación todo es un retrato fiel del abandono: cajas de cartón apiladas, ropa amontonada sobre el sofá, una coca de lata sobre la mesa, paredes desnudas y ventanas sin cortinas. Karla se acaba de mudar de departamento y no tiene ganas de arreglar nada. Lleva tres días sin hacer gran cosa. Sólo escucha una y otra vez las mismas canciones que a ella le gustan aunque son demasiado tristes. ¿Por qué es tan cruel el amor?, se pregunta una y otra vez. Karla sólo quiere palabras que le recuerden su miseria, que le aten al dolor, porque siempre ha sido propensa a la depresión. Y no sólo eso, sino que le gusta atormentarse, sentirse patética, como una estúpida. Para colmo de males, no soporta la canción que Leonardo le dejó a manera de posdata, "So Cruel", de U2, con una nota que decía “nunca unas simples palabras fueron tan certeras para describir mi desilusión”. Y se marchó como se va agosto o diciembre, con el viento frío a sus espaldas.

jueves, 28 de septiembre de 2017

Si quedamos bajo los escombros

Manual para canallas - Si quedamos bajo los escombros

Esa alerta sísmica puede ser la última que nos ponga los nervios de punta. Y si cualquiera de nosotros quedara bajo los escombros, seguro que irán a sacarnos...


Esa alerta sísmica puede ser la última que nos ponga los nervios de punta. Esa ambulancia tal vez no llegue a tiempo. Ya no quiero dormir a medias, con las pestañas atentas. Quiero dormir profundamente y soñar con mi infancia y reír como loco persiguiendo un pequeño remolino de viento. Quiero dormir a pierna suelta y olvidarme del miedo a no despertar jamás. Pero si quedo bajo los escombros, quiero que sepan que amé la vida sin etiquetas. Quiero que sepan, si me sacan entero o incompleto, que amé cada parte de mi cuerpo: mis dedos largos, la nariz imperfecta y mi cabello medio crespo. No, aquí miento, en realidad siempre odié mis ojos tristes y el ceño fruncido. Pero esas son nimiedades a estas alturas.

jueves, 14 de septiembre de 2017

El diablo tiene mensajes ilimitados

Manual para canallas - El diablo tiene mensajes ilimitados

“Cada que me sueñes recordarás mi cuerpo desnudo y naufragarás en océanos de fuego, con una bandera rasgada por el viento loco de mi olvido”, escribió Lucía...


"Cada que me sueñes me verás desnuda", me llegó un mensaje de WhatsApp. Era un número desconocido, aunque la frase me sonaba familiar. Regresé una respuesta escueta: "no tengo registrado tu número". La contestación llegó minutos después: "Soy Lucía y estoy en la ciudad. Me gustaría verte, gruñón". Claro, cómo olvidarla. El diablo tiene conexión inalámbrica y mensajes de WhatsApp ilimitados a cualquier pinche hora de la madrugada. Y para acabarla de chingar, es experto en disfraces y robo de identidades. No es el alcohol, ni la soledad, sino el diablo. Hace mucho que no sabía nada de Lucía. Alguien me contó que se había casado y que vivía en Seattle, pero nadie podía asegurarlo. Como sea, la llamada me hizo regresar a la época en que coincidimos como dos desesperados, huyendo hasta de nosotros mismos.


> > >

jueves, 7 de septiembre de 2017

El futuro es un prángana

Manual para canallas - El futuro es un prángana


Nuestro futuro está empeñado, mientras los políticos y los gobiernos no dejan de estafarnos. Sí, nuestro futuro es un prángana. Y tenemos un socavón en el alma.


En la primaria llevaba un suéter remendado de los codos y una torta de huevo para el recreo. En la prepa compraba libros reciclados. Y en la universidad viajaba en peseros que siempre asaltaban. Tampoco es que me pudieran robar mucho, porque siempre andaba sin varo, pero daba coraje. Mi pasado era un prángana, como lo es nuestro futuro. Sí, porque los políticos y los gobiernos nos han esquilmado y nos siguen aplicando sus estafas maestras. Así ha sido, así seguirá siendo. “Ando bien prángana”, le comentaba a mi amigo Paco y él me respondía que “ya somos dos”. Estábamos en el segundo año de la universidad y las cosas no pintaban nada bien. Otra devaluación y un nuevo presidente con las promesas de siempre. En realidad éramos millones de pránganas. Como ahora, como siempre. Éramos millones de pránganas. Y lo seguimos siendo. 

jueves, 31 de agosto de 2017

Estamos condenados a los silencios

Manual para canallas - Estamos condenados a los silencios


Tuvimos una infancia de tempestades y no vino a salvarnos el Capitán Trueno. Tuvimos lágrimas a escondidas. Tuvimos miedo y monstruos bajo la cama.


Un niño está condenado a los silencios. Hoy llora, pregunta por su mamá. Ella no está, no regresará. El pequeño no sabe, no intuye, que su madre no volverá a mirarlo ni a envolverlo en sus brazos. Aquel niño está condenado a los silencios: al silencio de su madre, que murió de forma violenta. Al silencio de las autoridades, que nunca tienen respuestas. Al silencio de una sociedad que ya no se alarma con nada. Al silencio de las cifras oficiales, pese a que los feminicidios crecen con saña inaudita. Ese niño está condenado a sus propios silencios, porque crecerá golpeado por la ausencia de su madre y no encontrará respuestas a sus miedos, a sus inseguridades, a tantas y tantas preguntas que se hará con el paso de los años. Un niño está condenado a su timidez y a sus lágrimas en silencio. Mientras una jauría de chacales recorren las calles. Mientras las madres intentan regresar sanas a casa. Mientras las jóvenes mueren en esta tierra quemada de hogueras clandestinas. Mientras los hijoeputas sacian sus bajos instintos. Mientras los políticos ensucian las elecciones. Mientras los gobernadores esquilman el presupuesto. Mientras los presidentes sonríen para la foto. Mientras los asesinos se miran en el espejo sin el menor asomo de culpa. Un niño crecerá sin los abrazos de su jefa. Una abuela lo cuidará entre lágrimas constantes. Una madre no volverá a casa, nunca, nunca más. Y no hay tristeza que se compare con eso. Nos están aniquilando la esperanza. Están cayendo los jóvenes, las madres, el obrero, el jefe de familia y el estudiante. Están cayendo en cada esquina, en la combi o el microbús, en el lote baldío, a plena luz del día o en la boca del lobo. Están cayendo, fulminados, los buenos. Y estamos condenados a los silencios de las cifras oficiales. Estamos condendos a los silencios de los que no saben gobernar. Estamos condenados a los pretextos de los que nos gobernarán, aquí y allá, cada sexenio. En la ciudad y en el estado, en el país. En las calles y en los maizales. Estamos condenados a que nos lleve la chingada, poco a poco, en mensualidades o con un fogonazo en la oscuridad. Mientras nadie dice nada ni escucha nada. Estamos condenados a los silencios. Maldita sea. Mal-di-ta sea.


> > >

jueves, 24 de agosto de 2017

Clientes frecuentes de la crisis

Manual para canallas - Clientes frecuentes de la crisis

Sí, igual que tú, también estoy harto de ser cliente frecuente de los que chingan a cada rato. Ya me cansé de ser invisible para las cosas que valen la pena...


No sé si a ti te pase, pero yo ya me harté de que siempre que me retraso en el pago de la luz me llega una notificación que dice algo así como “estimado cliente, le recordamos que usted tiene un adeudo pendiente por la cantidad de...” y siguen con “favor de regularizar su pago”, para evitar “la suspensión del servicio”. Y lo mismo sucede con los recibos del agua, el teléfono y el Internet. Cada fin de mes, cada bimestre, me llegan cartas y recordatorios de que soy su “apreciable cliente”. Yo qué más quisiera que estar al corriente con mis pagos, dejar de recibir misivas tan “amables” para que pase a liquidar lo que debo antes de que me cargue la chingada. Yo qué más quisiera que ordenar mis saldos vencidos, mi situación en el buró de crédito. Y volverme invisible otra vez. Es que la verdad que no es reconfortante llamar la atención sólo porque “usted tiene algo nos pertenece”, que es lo que en realidad dicen esos pinches recordatorios: “queremos nuestro dinero y lo queremos ahora”. Ah, pero todos somos invisibles cuando es fin de quincena o suben el precio del huevo o necesitamos explicaciones del gobierno. Y sí, igual que tú, también estoy harto de ser cliente frecuente de los que chingan a cada rato. Ya me cansé de ser invisible cuando a otros culeros les conviene.


> > >

jueves, 3 de agosto de 2017

Nunca se enamoren de noche

Manual para canallas - Nunca se enamoren de noche

Frank Sinatra sabía de lo que hablaba cuando dijo que "sólo los tontos se enamoran de noche". Y es que la soledad, la desesperación y el alcohol son mala combinación...


Soñé con Jack Nicholson y Frank Sinatra en la barra de un bar, dándole consejos a un tipo, que era yo, con el corazón roto. Frank usaba un smoking blanco, mientras Jack estaba ebrio y despeinado. Y Jack Nicholson no miente cuando dice que en las barras de los bares lloran los hombres blandos y se arreglan los negocios que siempre acaban mal. Pero Jack me lo decía mientras lanzaba una sonrisa a una mujer fatal, al otro extremo de la barra. En algún momento del sueño, Sinatra ponía una canción de la rockola y los tres terminábamos cantando: 

"Nunca, nunca me enamoraría,
me enamoraría de noche. 
Las más guapas siempre mienten
con sus vidas complicadas
y sus mundos de piernas infinitas". 

jueves, 27 de julio de 2017

Goteras a prueba de olvidos

Manual para canallas - Goteras a prueba de olvidos

Somos los que crecimos entre goteras a prueba de olvidos. Somos los que escondemos el celular, para no mandar posdatas por WhatsApp...


En las casas de mi infancia casi siempre había goteras. Y gente yendo y viniendo. Primas lejanas, tíos que iban de paso. Todos era de equipaje ligero, porque se marchaban pronto. En una maleta cabe poco o hay espacio para todo. Mi padre, por ejemplo, empacó unas cuantas pertenencias y nos dejó un chingo de cosas: la ausencia, el hambre, la desesperación, incertidumbre, tristeza, frío, miedo, el corazón maltrecho de mi madre, los ojos abiertos de nuestra confusión, un par de cuartuchos con el alquiler pendiente y goteras que lloraban sin parar en época de lluvias. También, mi jefe nos dejó sin quererlo este espíritu inquebrantable: Debíamos avanzar, entre tropiezos y cumpleaños sin pastel o motivos para festejar. Y llegar a una frontera en la que él no tiene pasaporte. Junto con mi madre y hermanos, cargamos en el equipaje infinidad de herramientas: coraje, la dignidad, algo de suerte, mucha fortaleza, ganas de trabajar, honradez, rabia y una educación a prueba de fracasos. Mi madre fue la guía, el corazón, un faro en madrugadas de niebla, el combustible necesario para no dejar de luchar. Y abrazos tibios para curarnos la tristeza. Y así fuimos por vericuetos, hasta encontrar un futuro que nunca pareció promisorio. Y sólo quedan los recuerdos de aquellos años duros, tiesos como bolillos remojados en café instantáneo. Como se lo escribí a mi hermano en un libro obsequiado: "Gracias por ser parte de este viaje, por los años en que nos ahogaba la miseria, por el camino a mi lado".


>>>

jueves, 13 de julio de 2017

Morirse en incómodas mensualidades

Manual para canallas - Morirse en incómodas mensualidades

Gravita como los asteroides. Mójate de placer, déjate llevar por los oleajes del deseo y besa como lo hacen los que no volverán. Porque uno se va muriendo a plazos...


Es un día común, como cualquier otro, aunque más lluvioso que de costumbre. Mi padre ha muerto. No sé si le dio un infarto, si tropezó en las escaleras, lo atropelló un cafre o si le pasó factura su alcoholismo. En verdad no lo sé. Lo único que tengo claro es que este tumor maligno se fue con él. Mi padre ha muerto y con él también se va esta última posdata. Es un día normal y lluvioso. Los peatones traen la misma cara de siempre, la prisa cotidiana, los zapatos empapados. Y la ciudad rezuma humedad, desde sus edificios viejos o sus calles astrosas. Es un día para sentarse a fumar o beber café y leer un buen libro mientras la tormenta apacigua sus relámpagos. Así es esto de la muerte: nos vamos muriendo a plazos, en incómodas mensualidades. Mi padre yace inerte, mientras le lloran quienes lo quisieron. En realidad él ya deambulaba por aquí como una alma en pena, desde hace tiempo. No sé para los demás, pero en mi caso sólo era una mera referencia en mi acta de nacimiento. Nunca lo conocí, no supe si le iba a las Chivas o al América, aunque lo imagino diciendo "ódiame más".

jueves, 29 de junio de 2017

Sal de uvas para las resacas del alma

Manual para canallas - Sal de uvas para las resacas del alma

Según Bukowski, los muertos no necesitan aspirinas ni zapatos. Y los vivos tampoco precisan de sal de uvas para el desamor o la desesperación...


Y la desilusión no se mitiga con pésimos consejos, mucho menos con naproxeno. Aún tengo en la memoria el día que mi amigo Max desistió del desamor. Y lo hizo como los desesperados, con rabia y desilusión. Luego me enteré que Max dejó una nota. No sé a ciencia cierta qué decía, sólo intuyo que no era nada agradable. Seguro maldijo a su ex esposa. O quizá decía que la amó como a nadie. Mi amigo Max se pegó un tiro y para jodida desgracia no murió al instante sino que estuvo como un mes en coma. Fui a visitarlo al hospital y hablé con él. Tal vez no me escuchaba, pero no pude evitar decirle que me parecía estúpido lo que había hecho, que ninguna mujer valía la pena como para darse un pinche balazo. Sentí una infinita tristeza de verlo allí, inerte, tan lejos de aquel buen tipo que conocí hace tiempo. La muerte siempre será abrumadora. Te vienen en cascada un chingo de recuerdos, arrebatos de nostalgia, oleadas de lágrimas y una confusión que da escalofríos. Max y yo hablábamos poco, pero nos entendíamos como hermanos. Nunca nos anduvimos con rodeos, teníamos un sentido del humor muy parecido y hasta ciertos paralelismos. Como yo, él nunca superó el abandono de su padre. Como yo, se aferraba a las relaciones destructivas. Igual nos gustaba casi la misma música, como Simple Minds o The Killers. Cuando se casó intenté advertirle que tal vez no era la mejor decisión, pero da lo mismo porque nunca he sido el mejor ejemplo. Aún recuerdo aquella conversación. 

jueves, 22 de junio de 2017

Si el diablo pone tu alma en subasta

Manual para canallas - Si el diablo pone tu alma en subasta

Hay recuerdos que se conservan mucho mejor en un lugar fresco y seco, pero también hay corazones ingratos que deben mantenerse bien refrigerados...


Al infierno se llega por atajos, no cabe duda. Y el diablo sabe jugar sus cartas como buen ilusionista. Siempre habrá un rey de espadas que mate tus esperanzas. Nunca ganarás una partida que te jubile esa sensación de eterna derrota. Así mis días, así las madrugadas mirando el techo en silencio. Aquella noche yo no traía un centavo en la bolsa, mi chava me acababa de dejar para andar con un tipo que conducía un Mini Cooper. No es que yo la quisiera mucho, pero aquella mujer era encantadoramente seductora, sobre todo con jeans a la cadera. No obstante, su corazón era escultura de hielo. De hecho, Dante Guerra la describía a la perfección: 

"Hay recuerdos que se conservan mucho mejor
en un lugar fresco y seco,
pero también hay corazones ingratos
que deben mantenerse bien refrigerados. 
Hay amores con fecha de caducidad,
que te indigestarán
o se pudrirán tarde o temprano. 
Hay mujeres, hay hombres
con fecha de caducidad
y te olvidarán cualquier mañana". 

jueves, 15 de junio de 2017

Cuando jueguen a fingir que te olvidan

Manual para canallas - Cuando jueguen a fingir que te olvidan

Cuando más juegan a esa trampa de fingir que nos olvidan, cuando más tiran esa carta marcada, se nos cruzan los cables y nos da por hacernos los distraídos...


En tiempos turbios tengo los peores sueños. En mi pesadilla resultaba electo otro esbirro del presidente, así que a este país y a ese estado se lo seguirá llevando el carajo. Yo no podía creer que la gente se hubiera dejado comprar una vez más a cambio de bisuterías. Maldita sea, lamentaba yo cuando sonó el celular y me sacó del terrible sueño. Carajo, es lo malo de cenar tacos con El Paisa a las 11 de la noche. La llamada era de Paola, que sonaba bastante mal: “Hola, yo sé que no son horas de llamarte, pero estoy desesperada. No dejes que haga una tontería, por favor”. Le sugerí que se calmara y pregunté que si necesitaba algo. "Sólo quiero hablar con alguien, ven por favor", respondió. Me vestí, pedí un taxi y llegué al departamento de mi ex vieja. Ella lucía como si estuviera esperando a los loqueros le tomaran medidas para su nueva camisa con mangas de doble vuelta. En cuanto me abrió la puerta se lanzó en busca de un abrazo. “Gracias por venir, estoy que me lleva la chingada”, me hizo pasar y me ofreció un café “o lo que quieras tomar”. Me senté a escuchar sus penas. “Ay, vas a decir que soy una estúpida”, empezó con justificaciones. Lo eres, le sugerí con la mirada. Ella me había llamado porque necesitaba desahogarse, no para que le dijera que el mundo aún tiene remedio. “Bueno, sí, a veces soy una estúpida”, se resignó. Ya de por sí el rimel corrido le daba un aire dramático. “Leo ya me dejó”, una lágrima se descolgó por su mejilla. “¿En serio? Es la cuarta o quinta vez que te deja en este año. Y sospecho que faltan varios capítulos en este drama”, me guardé la cortesía. “Esta vez sí es en serio. Se fue encabronado porque le solté dos cachetadas”, se le escapó un sollozo. 


>>>

jueves, 8 de junio de 2017

Las resacas que deja el olvido

Manual para canallas - Las resacas que deja el olvido

Maldita sea la tristeza, maldito el desamor. Malditas sean las letras de tu nombre, que antes era esplendor y hoy sólo es una palabra que sabe a jarabe para la tos...


Maldito sea el desamor. Y ese pinche dolor que no se cura con canciones ni tequila o consejos a destiempo. Yo no tuve un hermano mayor que me dijera que no hay que enamorarse de mujeres imposibles o que me recomendara las canciones ideales para curarse el desprecio. Yo no tuve un hermano mayor que me familiarizara con Los Rolling Stones o con Kiss y AC/DC o Los Beatles, ni mucho menos los Credence y David Bowie o The Cure, pero tenía la radio al alcance y desde niño sintonizaba Universal Stereo para tratar de dormir en aquella litera que compartía con mi hermano menor. Inclusive instalé unas bocinas para amplificar el sonido, mientras pensaba en mil cosas y hacía planes para el futuro o fantaseaba con la chica que me gustaba. Cuando eres un chaval desaliñado, sin tenis de moda y con gafas enormes, es muy común que las chavas te manden a la friendzone y te apliquen el clásico “me gustas, pero como amigo” o “tú y yo no podemos ser novios, porque se echaría a perder nuestra amistad”.

jueves, 25 de mayo de 2017

El desamor es un mensaje de WhatsApp

Manual para canallas - El desamor es un mensaje de WhatsApp

Me debes un chingo de besos. Tantos desvelos que llevo a cuestas, la desnudez de tu cuerpo ausente, tu sexo electrizante, el hechizo de tu vientre...


Nos debemos puestas de sol. Los vientos de mayo. Un picnic nocturno. Volar un cometa. Nos debemos un cumpleaños en La Habana, vacaciones en San Miguel de Allende, tu sonrisa tejida en un telar, un diente de león entre tus manos. Nos debemos unos cuantos besos en el Metro, fotos en Palacio de Bellas Artes, un helado en el parque, un maratón de series en Netflix, nuestros pies fríos el próximo invierno. Nos debemos tanto que seguro me echarás de menos y te pensaré más de lo normal.

Nos debemos mil noches desnudos y otros mil pretextos para que el amor nos haga. Nos debemos 100 motivos para llamarnos a deshoras. Nos debemos una carrera de 10 kilómetros, "500 días con ella" por enésima vez, la antología de Mario Benedetti, el alhajero miniatura para mis escasos celos, un libro que hable de tus manías, aquella pulsera con tus iniciales, el poema definitivo que no te he dedicado, la bitácora de mis desvelos navegado tu cuerpo ausente y también nos debemos este adiós definitivo que nunca será prematuro ni tampoco para siempre.

jueves, 18 de mayo de 2017

Nos acechan los malnacidos

Manual para canallas - Nos acechan los malnacidos

A veces no basta con plegarias, ni con un ángel de la guarda o con nuestra buena suerte, cuando estamos a merced de los malnacidos...


"Que nos maten a todos, si esa es la condena de muerte por reportear este infierno. No al silencio": Javier Valdez

>>>

Por supuesto que no basta con nuestra buena o mala o mediana suerte en este país en llamas, en este infierno cotidiano. Claro que no basta cuando estamos rodeados de tanto malparido. Y enferma ver a los políticos prometiendo bienestar, fingiendo ante las tragedias, enviando mensajes solidarios desde su cuenta de Twitter. Enferma ver sus sonrisas optimistas, mientras las granadas fragmentan la tranquilidad del pueblo, mientras las balas agujeran nuestras esperanzas, mientras los reos más peligrosos escapan de los penales de "máxima seguridad", mientras las lluvias inundan nuestras colonias de lodo y miseria, al tiempo que nos ahoga el miedo, mientras los hombres buenos mueren a destiempo y a media calle. No, no hay forma de estar tranquilos cuando en este país matan a los jóvenes por la espalda, cuando acribillan a periodistas a plena luz del día, si secuestran a cualquier hora, si nos estafan de distintos modos. No, no hay discursos ni promesas que oculten la violencia. No, no hay absolutamente nada que me haga olvidar que en este país la gente buena siempre termina sufriendo, llorando a sus muertos, maldiciendo la desgracia de tanta injusticia y tanto atropello. Por eso repito como un mantra las palabras de Dante Guerra: 

jueves, 11 de mayo de 2017

Mujeres hechas de maíz, sol y barro

Manual para canallas - Mujeres hechas de maíz, sol y barro

Mi madre, como la tuya, es hechura de maíz y trigo, orgullo de barro y sol moreno. Y tiene la mirada buena de las mujeres que han sobrevivido a demasiados infiernos...


Cuando era niño siempre creí que mi madre era muy extraña. Eso era lo que yo pensaba todo el tiempo, mucho antes de convertirme en adolescente. Bueno, ¿en realidad qué jefa no es extraña? Y además era fastidiosa. Sí, sé que sonará duro, pero eso es lo que yo pensaba de chamaco. Siempre estaba dando lata con eso de "ya métete a bañar” y aquello de “a ver a qué horas te duermes”. Claro que sí, todos tuvimos una madre un tanto extraña, pero la mía se pasaba. Bueno, eso era lo que yo creía cuando estaba dale y dale con lo mismo. A mí me chocaba, cuando era niño, que insistiera tanto en que me bañara. La verdad es que me daba flojera el agua. Así que era lógico que me llenara de piojos. “Seguro te los pegaron en la escuela”, comentaba mi jefa. Alicia siempre tenía razón. Sí, hay que reconocer que era muy sabia en muchas cosas... y novata en otras, como en eso de enamorarse. Pero bueno, estábamos en que mi madre se enojaba cada que me llenaba de piojos, “porque además se los vas a pegar a tus hermanos”. Y así sucedía. O yo le pegaba los bichos o ellos me los pegaban a mí, pero hubo una época en que no podíamos deshacernos de aquella plaga. Era entonces que Alicia hacía las cosas más extrañas: Por ejemplo, nos echaba insecticida en la cabeza, nos enrollaba un trapo viejo y nos mandaba a dormir. Aquello era un maldito turbante de las pesadillas. En cuanto los piojos sentían el rigor del DDT comenzaban a armar su desmadre y a patalear, pero nosotros teníamos prohibido quitarnos aquella cosa de la cabeza. Obviamente era una comezón tremenda, y cuando al fin lograbas dormirte era inevitable que tuvieras pesadillas constantes. Al otro día, al despertar, aquel trapo que nos quitábamos de la cabeza tenía un chingo de piojos muertos. Y nosotros amanecíamos algo mareados, mucho más locos que la noche anterior. Sin embargo, la solución sólo era parcial porque las liendres no desaparecían. Por eso digo que mi jefa era muy extraña: siempre repetía aquel experimento y nunca logró erradicar por completo la plaga. Otra de las manías de Alicia era mandarnos con la abuela a que nos espulgara. Y la abuela María calmaba sus ansias martirizándonos durante horas: allí estaba yo, rogando a los dioses para que me soltara la cabellera y pudiera irme a jugar a los vaqueros. Tampoco funcionaba. De la vergüenza que causaba el que te descubrieran en la primara ya ni hablamos. De la noche a la mañana podías convertirte en el hazmerreír de todo el salón. Hasta que, bendito sea Dios, crecimos un poco, entramos en la etapa crítica en que te gustaban todas las chavitas de la secundaria y nos bañábamos diario. Yo no lo sabía, pero bañarse seguido era el mejor remedio. Mi madre sí lo sabía, por eso insistía hasta el cansancio. Pero eso no le quitaba lo rara. Sí, mi madre era una mujer extraña. Y cuando lea esto seguro esbozará una sonrisa y pensará que sigo siendo el mismo chamaco loco de siempre, que se escondía en las azoteas.


>>>

jueves, 4 de mayo de 2017

Nos seguirán robando hasta el sueño

Manual para canallas - Nos seguirán robando hasta el sueño

Otra noche sin conciliar el sueño, maldiciendo en silencio, esperando que se acabe este desmadre de sentirse como un pordiosero en el portal de un banco extranjero...


Ayer me repetí mil mentiras frente al espejo. Hoy amanecí con resaca. Hace algunos años me titulé en desengaños. Mis defectos son como medallas que gané en ciertas batallas. Muchos apostaron por mi y los he defraudado. He desperdiciado el tiempo, he vagado en bares caros y tugurios baratos, he zarpado en proyectos que nunca llagan a buen puerto. Mi cartera está vacía y mi currículum es un anecdotario de empleos mal pagados. Yo soy un coleccionista de sinsentidos. No tengo futuro. El presente es un desperdicio. Por más que me esfuerzo, no cosecho más que frutos amargos. Los amigos de la infancia han quedado en el olvido. Hasta el aire que respiro está contaminado. El mundo parece darme la espalda. Y yo duermo acurrucado. El optimismo es mi enemigo. Algunas madrugadas me deprimo. Ciertas tardes me dan migraña. El sol no es solidario. El viento me susurra frases que no entiendo. Mi propia sombra me acorrala. En serio que me siento jodido y no sé qué hacer para remediarlo. Bebo más de la cuenta. Leo como desesperado. Hay ciertas verdades en los libros, pero la realidad te desengaña. Mi traspatio es una zona minada. Vivo en el sótano del infierno. O al menos así me siento. No tarda en arder, otra vez, mi casa. Puede que vuelva a fumar. O quizá deje encendida una veladora. Quizá sea mejor que yo inicie el incendio. Todo lo que poseo no vale un cacahuate. No soy dueño de nada, ni siquiera de mi destino. ¿Ya te conté que me deprimo muy seguido? Dan ganas de cancelar el teléfono o dejar de pagar la luz y el agua. Hay días que la mortificación no deja conciliar el sueño. ¿Qué tal caería otra devaluación?, ¡Ya subieron otra vez el pasaje! El mundo está gobernado por el dinero. El presidente cuida los intereses de los millonarios, mientras tú te preocupas porque alguien no te robe el celular de camino al trabajo. En cada esquina acecha una desgracia. Y en los restaurantes caros, el banquero brinda con champaña. Y en un hospital de lujo, una actriz se resana las arrugas. Y en la clínica de tu colonia se desangra un baleado. Pero todo eso qué importa, qué, si tienes el TV Notas en tus manos o si la Rosa de Guadalupe te repite que los milagros llegan como una brisa suave. En la escuela no debería enseñar física o matemáticas, sino dar cursos para sobrevivir sin la basura televisiva. En las próximas elecciones las mayorías canjearán su voto por unos miserables pesos que los condenarán a la pobreza de todos los días. En las próximas elecciones el candidato oficial sonreirá con el cinismo de los que saben que nos seguirán estafando. Y volverá a subir el pasaje y la gasolina y la canasta básica. Y los salvajes seguirán acechándonos, mientras los políticos están a buen resguardo. Y la violencia es un mancha urbana que se hace cada vez más extensa.


> > >

jueves, 27 de abril de 2017

Traigo una esquirla en el costado izquierdo

Manual para canallas - Traigo una esquirla en el costado izquierdo

Traigo esta pasión que no te olvida. Traigo esta pasión enferma, casi grosera de tan absurda, por tus labios de fuego y por tu cuerpo volcánico e incendiario.


Traigo una esquirla en el costado izquierdo. La tengo alojada, como un tumor malévolo, desde que era un chamaquito asustado. Traigo esta pinche esquirla que se ha ido moviendo, lenta, lentamente, hasta afectar el corazón o su cableado interno. Por eso es que no sano, por eso es que siento esta aprehensión de vez en cuando. Y lloro aunque hay un chingo de canciones y películas que aseguran que los hombres no deben llorar. Y sí, traigo esta esquirla oxidada que de vez en cuando me cimbra y me genera una congoja que ni yo mismo entiendo. Y yo odio verme vulnerable. Lo detesto. No soporto sentirme como aquel niño delgado al que un día le explotó una granada de mano tan cerca, tan cerca como para que una esquirla se me alojara en el costado izquierdo. Y de pronto duele. Y un llanto quemante me agobia, como si fuera un chamaco que ha perdido la esperanza de una vida normal en un mundo corrompido por la violencia. Traigo esta esquirla que no he podido, que nadie ha intentado, extirpar como si fuera un tumor maligno. Y traigo estas cartas suicidas que no he remitido, por el simple hecho de que aún no he podido encontrarme. Traigo este extravío eterno, este no saber a ciencia cierta en dónde estoy parado. Traigo este dolor absurdo que me flagela de vez en cuando y me hace sentir como un niño que no aprendió a correr detrás de un papalote hecho con bolsas de plástico y varas de un árbol viejo. Traigo esta tristeza enquistada que me atosiga de vez en cuando. Y eso no hay cómo remediarlo. 

jueves, 6 de abril de 2017

El rehilete de tu sonrisa

Manual para canallas - El rehilete de tu sonrisa

Te despido mientras sopla este viento suave de abril, te digo adiós con una canción de Sabina. Y te recordaré siempre por el rehilete de tu sonrisa...


Se nos van muriendo los años, los días, los sueños. Y eso es terrible. Pero nada hay más trágico que perder un ser querido. Sobre todo si es joven. Se nos mueren los amigos, los familiares, cada vez más jóvenes, cada vez más antes de tiempo. Por un cáncer o un accidente, fallas en el riñón o cualquier motivo. Y eso es demasiado trágico.

Mi prima Sandra se ha marchado y eso es trágico, con ese velo oscuro de la tristeza. Y no se han secado los lagrimales de su famila, su madre, sus hermanas, sus prim@s y tí@s. No, no alcanzarán las lágrimas ni los rezos, como tampoco los recuerdos, para mitigar este dolor quemante de todos los días. Nuestra prima se ha ido, no sé a dónde, no sé bien a dónde, pero confío en que será a algún resort para las almas buenas. No lo sé, carajo, no lo sé. Pero quiero creer que ella estará en ese cielo prometido del que tanto nos han hablado y que se ganó luego de tanta agonía y sufrimiento. Como también quiero creer que estará observándonos de lo más tranquila, mientras nosotros vivimos apuradamente para no llegar despeinados al trabajo o a la escuela o la cita que tenemos pendiente. 

No sé, en verdad que no lo sé, a dónde habrá ido el alma de nuestra prima Sandra. Pero ojalá que haya sol y brisa marina, que no le falte su licorcito de damiana o un clericot bien frío y un altavoz en el que suene con frecuencia su querido Joaquín Sabina. Ya no está aquí la prima Sandra, no volveremos a verla, pero atesoraremos por siempre su espíritu y su don de gente, su alegría chispeante y la manera en que nos abrazaba. La muerte de un ser querido es definitiva, decía un poeta de esos taciturnos, pero queda su corazón instalado en nosotros. Y eso es aún más definitivo.


> > >

jueves, 30 de marzo de 2017

Las quincenas son más largas sin tu mirada

Manual para canallas - Las quincenas son más largas sin tu mirada

Hay semanas en que te abruman las rutinas y las quincenas se hacen más largas, sobre todo si te olvidan o te regatean las sonrisas y las miradas...


El cansancio de Emiliano no es más que el peso de la angustia. Sus noches se volvieron una hoguera. Desde que Karla lo dejó por su maestro de literatura, no logra sino sentirse miserable, con la autoestima por los suelos, con ganas arrojarse al paso del Metro o al menos de mandarle un pez congelado envuelto en celofán nomás como un homenaje a su corazón. Despertarse a cualquier hora de la madrugada es sofocante, porque Emiliano siente que algo le oprime el pecho. "Es bipolaridad", dictaría algún experto; no, "en realidad pasa por una depresión severa", argumentará el terapeuta. Y lo que nadie sabría explicarle a este pobre sujeto es de dónde proviene ese aleteo que escucha antes de abrir los ojos. Es el recuerdo de esa arpía, que sobrevuela sus insomnios, ha reflexionado Emiliano, pero sabe que es la peor mentira, porque en realidad son las alas de la ausencia. Desde entonces él dejó la poesía, así que prefiere emborracharse, cumplir con su horario de oficina, dormir lo más posible aunque siempre amanezca agotado. Ya nada quiere saber de literatura, ni de musas, ni de ángeles o metáforas o ninfas de pechos perfectos; incluso en la computadora ha pegado el poema más certero de José Ángel Buesa: 

"Quizá pases con otro que te diga al oído
esas frases que nadie como yo te dirá;
y, ahogando para siempre mi amor inadvertido,
te amaré más que nunca... y jamás lo sabrás. 
Yo te amaré en silencio... como algo inaccesible,
como un sueño que nunca lograré realizar;
y el lejano perfume de mi amor imposible
rozará tus cabellos... y jamás lo sabrás". 

Y sí, en definitiva, las ausencias, el dolor, la ansiedad, siempre acabarán con los que siguen confiando en ese bicho extraño que es el amor. He visto a los enamorados desde la ventanilla del autobús, en los andenes del Metro, y no los entiendo. No logro descifrar sus códigos, no entiendo sus teorías de la felicidad. Complicada fórmula, extraña pócima, es el amor en primavera.


>>>

jueves, 23 de marzo de 2017

Tormentas envueltas para llevar

Manual para canallas - Tormentas envueltas para llevar

Entre mis silencios y melancolías hay algunas cosas que no entenderás. Tú tan fresca y primaveral, yo tan cactus desértico. Entre tú y yo hay silencios que llenamos a destiempo...


Una mujer desnuda a contraluz es un relámpago de deseo. Eso lo sabía muy bien Sofía. Y el espejo le devolvía la seguridad. Aún así, ella me preguntaba que si la encontraba atractiva. “Sí, eres hermosa y lo sabes”, a mí me encantaba, aunque me chocara esa costumbre tan suya de hablar demasiado mientras se vestía. “Oye, ¿no te dije que la hija de mi jefe intentó suicidarse’?, se giró para mirarme. Sólo alcé los hombros en señal de me-da-lo-mismo. “Siiiií, ¿tú crees? La chavita se dio un balazo en la panza”, siguió mirándose al espejo. “¿Por qué me cuentas eso?”, exhalé, “yo ni conozco a tu jefe y mucho menos a su hija”. Eso llamó su atención y se acercó hacia mí. “Es que, mmm, es que me parece algo terrible”, parecía sorprendida con mi reacción. “A mí lo que me parece terrible es que alguien quiera suicidarse de un balazo en el estómago y no en la cabeza”, expliqué. “No lo sé, pero la chava es anoréxica”, soltó como si eso explicara todo. “Sólo quería llamar la atención”, expliqué con desgano. Yo me pregunté mentalmente cómo es que Sofía sabía todo eso. Seguramente se acostaba con su patrón, aunque ella me había dicho que “no es feo, pero está muy grande para mí”. Entre Sofía y yo no había compromisos, ni presiones, ni nada parecido. Lo nuestro era más como una necesidad. Si pasaba por un mal momento me llamaba con el argumento de “invítame a salir, aunque sea al cine”. Y si yo andaba de humor la buscaba para “echar un par de tragos y bailar un poco”. Al final siempre acabábamos en su departamento y nunca me dijo que me amaba ni yo solté un “te quiero”. Nuestras conversaciones eran básicamente lo que ella contaba: “Mi auto hace un ruido extraño. Creo que es el motor”. Me limitaba a sugerir lo obvio, como “es hora de llevarlo al mecánico”. Para ella era fácil, como quien dice me cambiaré de ropa, manifestar que “mejor le voy a decir a mi papá que me compre otro”. Y yo odiaba cuando hablaba de la bolsa tan padre que se compró quién sabe en dónde su amiga y que sentía envidia-de-la-buena. “Querida, no existe envidia de la buena. Sólo es envidia y ya”, yo acariciaba su pierna. “Ay, me chocas, tú siempre tan así”. Éramos polos opuestos, sólo había deseo y ganas de no estar tan solos por momentos. Estaba claro que eramos dos solitarios que no sabíamos estar solos mucho tiempo. Con la diferencia de que los vacíos de ella eran mucho más complicados de llenar.


>>>

jueves, 16 de marzo de 2017

Flacos como el sueldo de sus padres

Manual para canallas - Flacos como el sueldo de sus padres


Los chicos de mi cuadra serán los desempleados de mañana, los futuros padres de otros chavales más desgraciados. Los chavos de mi barrio tienen el odio tatuado en la mirada...



Han crecido entre crisis, comiendo huevo tres veces a la semana, y sintiéndose agobiados hasta en su propia casa. Por ello se la viven en la calle y buscan aliados entre sus iguales. Los chavos de mi barrio parecen cuidar su poco territorio. Ellos han perdido las sonrisas, también las esperanzas en el futuro, y sobre todo han extraviado el coraje en algún lado. No todos, claro está, pero son escasos los que aún guardan algún destello en la mirada.


Los chicos de mi calle rezuman apatía, transpiran odio a todas horas, reflejan la ansiedad de los que no saben a dónde ir y también exhalan un vaho fermentado en resacas. Yo los miro con curiosidad y ellos me regresan rayos y centellas que pueden ser interpretados como “qué chingados estás mirando”.


jueves, 9 de marzo de 2017

El desamor es un calendario sin domingos

Manual para canallas - El desamor es un calendario sin domingos


Mis pantalones de mezclilla son demasiado viejos, carezco de amuleto de la fortuna, viajo en Metro y nada me preocupa más que despertar cualquier día con tu ausencia a este lado de la cama...


A mí nunca me han gustado las canciones ordinarias, ni las baladas demasiado comunes o los “cantautores” pretenciosos. Prefiero un poema silencioso que un estribillo chocante. Por eso me resisto a las rimas simples, a los lugares comunes. 

Lo saben quienes me conocen y las mujeres que se han ido, tarde o temprano. Nunca he sido bueno para escribir canciones que rebosen optimismo. Bueno, ni siquiera para escribir canciones. Así que no es extraño que sólo les gusten a mis amigos. O que al menos finjan que les parecen buenas. 

A veces escribo cosas como ésta: 

“Tus abrazos domestican a mis bestias internas,
pero tus labios desatan la jauría de mis delirios. 
Soy un tipo ordinario, algo maniático,
que se desespera en la fila del supermercado
y se siente incompleto si no llega a tiempo a algún lado”.

jueves, 2 de marzo de 2017

Mil demonios nos carcomen el alma

Manual para canallas - Mil demonios nos carcomen el alma

Tengo en la memoria los pretextos más comunes de las mujeres que aprendieron a olvidarme. Y también un inventario de caricias que dejaron antes de marcharse.


Aquella tarde presagiaba caos. El ruido urbano acentuaba el estrés. Un chavito me miró por la ventana del microbús y me sacó la lengua. Preferí ignorarlo y saqué un cigarrillo para fumarme la desilusión en esa esquina. Comenzaba a oscurecer, la gente regresaba cansada a casa, mientras yo era un desfile de dudas en aquella acera que hasta me parecía extraña. Maribel acababa de largarse, dejándome a merced de mil demonios que me carcomían el chingado corazón y el alma. “Discúlpame. No eres tú, soy yo”, me había dicho antes. Carajo, se agigantaba mi confusión mientras yo miraba sus ojos esquivos, como si ella temiera que descubriera algo. “Es que creo que no está funcionando, bueno, no sé, deveras no sé qué hacer, mmm, bueno el caso es que no creo que debamos seguir juntos”, más o menos esa fue toda su explicación. Lo que más odié fue su argumento de “no eres tú, soy yo”. Me cai que me hubiera gustado tener la entereza para soltarle algo como “claro que eres tú, porque yo no soy el idiota”. Sin embargo me ganó la caballerosidad, sin saber a ciencia cierta qué carajos decir sin sonar ofensivo. “Perdóname”, soltó ella mientras intentaba tocarme la mejilla. Y yo solamente giré la cabeza para evitar el contacto físico. Luego se marchó sin mirar atrás. Me quedé recargado en la pared, intentando ordenar mis ideas, queriendo que aquello no estuviera sucediendo, pero ya era tarde hasta para preguntarme cosas como “¿qué diablos hice mal?”. En ese momento sólo parecía haber dos opciones: Seguirla en busca de recomponer la relación. O regresar por donde llegué, camino al purgatorio de mi cuarto. Un grafiti en la barda era el señalamiento a seguir. Y yo que siempre he sido demasiado orgulloso, caminé de vuelta y fui a encerrarme en mi búnker con la esperanza de que el bombardeo de dudas no fuera muy intenso. La pinche historia de mi vida. Yo a Maribel la quería mucho, o al menos eso pensaba. Bueno, la quería tanto como se puede querer a alguien cuando acabas de entrar a la prepa. Obviamente ella me dejó para andar con otro tipo menos común que yo, seguramente. Y yo martirizándome, analizando día y noche, qué chingados había hecho mal. Era demasiado joven y estúpido para comprender que las mujeres son expertas en construir laberintos de pretextos….

jueves, 23 de febrero de 2017

Cretinos que se cruzan en tu camino

Manual para canallas - Cretinos que se cruzan en tu camino

Hay muchos tipos de cretinos: ya sea que usen tenis o ropa de marca; algunos tienen poca educación y otros visten de traje de lunes a viernes...


Conocí al Kevin en alguna estación de la línea azul del Metro. Me lo encontraba con frecuencia. Y luego descubrí que era vecino de mi colonia. Nunca me cayó bien, me pareció un tipo insoportable, como tantos cretinos que se cruzan en mi camino. “Buenos días, señores pasajeros. Mi intención no es molestarles, sino pedirles su atención y su comprensión. Vengo de una casa hogar que se dedica a ayudar a mujeres, niños y personas enfermas de sida”. Palabras más, palabras menos, así empieza el choro de Kevin, mientras se pasea por el vagón del Metro y reparte unos folletos que incluyen la dirección de la asociación benéfica que dice representar. Luego procede a pedir la cooperación voluntaria de los pasajeros. Nunca falta el buen samaritano, la señora acomedida, el ingenuo que suelta dos, tres pesitos. Y es que somos poco observadores: ningún joven que anda tan bien vestido, que trae tenis de moda, que se peina como reggaetonero y que usa un arete, puede ser tan buen samaritano como para preocuparse por los infectados de VIH. No, su negocio es lucrar con la bondad de la gente. Por supuesto, Kevin trae una credencial al cuello para completar la farsa, e incluso en sus volantes se encuentra una dirección y un teléfono, pero si alguien se pone a averiguar, se dará cuenta de que todo es falso, que los fondos que recauda son para su propio beneficio. Claro, este muchacho sigue al pie de la letra las enseñanzas de su casa: “el que no transa, no avanza”. Neto, para qué estudiar, para qué un trabajo, si se puede vivir de los demás. Tampoco se trata de que este chamaco se hará rico, pero sí le alcanza para los tragos, pasear a la novia, estrenar unos pantos o una camisita. El wey vive a la vuelta de mi casa y a veces coincidimos en el billar. Yo ya le dije que me parece una auténtica mierda que se aproveche de la gente más amolada que él, pero Kevin hasta presume con sus cuates que sin estudiar trae más varo que muchos que se parten el lomo todo el día. ¿Cómo se involucró en ese desmadre?, no lo sé, pero me contó el Rudy que "El Kevin" anduvo estafando a un homosexual que conoció por la Alameda y que fue él quien le enseñó ese truco de recaudar fondos para “la medicina, pañales, y alimento” de los enfermos de sida. Se supone que debería valerme gorro, pero me saca de onda la gente que estafa al prójimo, sea en pequeña o gran escala. Y se lo digo en su cara. El otro día hasta se puso roñoso, pero le dije que yo sí le partía su madre. “N’omás porque ya ando medio pedo, sino ya estarías en el suelo“, pretextó. Me reí en su cara y estuvo a punto de armarse la boruca, pero uno de sus valedores aliviano el asunto. Como todos los faroles, gritoneó no sé cuántas jaladas. Yo sólo le lancé una mirada recargada, al estilo de “Perros de reserva”, hice la seña de “looser” y le dije que “nunca hay que darle la mano a un pistolero zurdo, porque siempre saldrás perdiendo”. El idiota ni siquiera lo razonó, pero a mí me basta con entenderlo cuando él baja la mirada en cuanto nos encontramos de frente.


>>>

jueves, 16 de febrero de 2017

Triste veneno es el desamor

Manual para canallas - Triste veneno es el desamor


Hay que aprender a besar con desesperación, hurgar bajo la ropa y acariciar terciopelos que ciertas mujeres poseen, antes de que el desamor inocule su veneno...


A golpe de desamor, que inocula un veneno de efecto lento, he aprendido con el tiempo que Cupido es bipolar. Un día amanece de buenas y te endosa alguna flecha benévola con fecha de caducidad. Pero hay días en que el muy inestable no se toma su medicamento y te lanza un dardo amargo que te hará la vida miserable, por un tiempo o una eternidad. Todavía recuerdo algún día, no la fecha, pero sí una mañana de esas que parecen tan comunes y corrientes. Yo era un chamaco de primer grado, con mi cabello relamido y mi uniforme impecable, formado en la fila de nuevo ingreso. No sé de qué año hablamos, eso no lo tengo muy claro, porque los días se nos transcurren como si fuera un mero trámite. Quizá era un lunes 3 de septiembre o vete tú a saber qué fecha en el calendario. Lo que sí tengo claro, habitando en mi memoria, es que yo estaba un poco tenso porque así pasa el primer día de clases y no sabes qué clase de maestr@ o de compañer@s te tocarán durante todo un ciclo escolar. No sé si repasaba mentalmente mi lista de útiles o si escuchaba las indicaciones que salían de los altavoces, pero entonces giré la vista a la derecha y vi a la chavita más linda que hasta entonces había observado en mi corta existencia.


>>>

jueves, 9 de febrero de 2017

Cupido es un mimo con migraña

Manual para canallas - Cupido es un mimo con migraña

Cupido se cura las migrañas con tu desaliento. Cupido es un mimo que regala rosas marchitas, recuerdos disecados, aromas de taxidermista...


Denisse aún cree en el amor. Yo le he dicho que Cupido se cura las migrañas con el sufrimiento ajeno. Pero ella no entiende y siempre se enamora de la misma clase de cretinos. Denisse se levanta un poco mareada, con un amargo sabor en la boca, queriendo que sus mañanas fueran menos opacas. Va al baño, siente náuseas y la acosan un par de arcadas de pura bilis. Se mira en el espejo y descubre tormentas en sus ojos. Flechada por un cupido con alma de burócrata, Denisse hubiera querido tramitar su renuncia a ese amor insensato que le provocaba insomnios, malas noches añorando las caricias lejanas. Una vez más se había enamorado como idiota, del más imbécil de todos. Sí, de aquel cretino que le ocultó que era casado. Estúpidamente, ella no estaba dolida porque él tuviera esposa, sino porque le había mentido. No podía creerlo, no de aquel tipo que le juraba que la amaba cada que tenía ganas de llevársela a la cama. Cuando ella lo encaró, él sólo recitó silencios. Y ella que buscaba aunque fuera un abrazo tierno, únicamente encontró desconsuelos. Su “amor” ya no pudo negarlo, pero le juró que ya no quería a su mujer, que ya la iba a dejar, como si fuera el guión de una película que todos han visto. Ella se fue llorando. Él no hizo por detenerla o abrazarla y reconfortarla. Hubiera querido odiarlo y decirle que era un cobarde, pero se engañaba ella misma porque sólo con escuchar su voz se cimbraría su corazón anestesiado. Y así fue, luego de unos días se reencontraron. Y él juró, luego de un orgasmo, que nada los separaría. Y Denisse volvió a creer en historias de dos.


> > >

jueves, 2 de febrero de 2017

Hombres y mujeres con ojos de insomnio

Manual para canallas - Hombres y mujeres con ojos de insomnio


Habemos tantos y tantos peatones con ojos de insomnio: mujeres con cansancio acumulado, hombres de bolsillos vacíos, jóvenes extraviados en las rutinas...


Sabemos tú, yo, todos, que tantos insomnios generan jaquecas y cansancio en los huesos. Y el insomnio es el menor de los males, porque la maldad extiende su velo trágico. Y la bondad cotiza muy bajo en el mercado de valores. Las ráfagas de la tragedia, el recuento de cadáveres, los asesinos sin piedad, los políticos sin escrúpulos, son la noticia de cada día. ¿Y la poesía ya no tiene cabida? Los jóvenes matan por un pinche celular, algún priísta lava dinero del narco, aquel envilecido padre abusa de su hija, un sicario hace pacto con el diablo, el violador acecha a su próxima presa, los corruptos negocian con nuestra pobreza mientras Trump es un cretino de tiempo completo. Y uno despierta con las mismas ganas de siempre, a veces hasta con pesimismo. Uno parece muñeco de cuerda, a merced del destino, a voluntad divina, con los pasos cansados, la mirada un tanto perdida, pensando en qué carajos, qué chingados hacer para darle un giro al destino. Sí, uno es un muñeco de cuerda, a punto de desfallecer, a nada de perder el rumbo. Y el Metro hasta la madre y de regreso a casa con esta cara de rutina.


>>>