jueves, 13 de julio de 2017

Morirse en incómodas mensualidades

Manual para canallas - Morirse en incómodas mensualidades

Gravita como los asteroides. Mójate de placer, déjate llevar por los oleajes del deseo y besa como lo hacen los que no volverán. Porque uno se va muriendo a plazos...


Es un día común, como cualquier otro, aunque más lluvioso que de costumbre. Mi padre ha muerto. No sé si le dio un infarto, si tropezó en las escaleras, lo atropelló un cafre o si le pasó factura su alcoholismo. En verdad no lo sé. Lo único que tengo claro es que este tumor maligno se fue con él. Mi padre ha muerto y con él también se va esta última posdata. Es un día normal y lluvioso. Los peatones traen la misma cara de siempre, la prisa cotidiana, los zapatos empapados. Y la ciudad rezuma humedad, desde sus edificios viejos o sus calles astrosas. Es un día para sentarse a fumar o beber café y leer un buen libro mientras la tormenta apacigua sus relámpagos. Así es esto de la muerte: nos vamos muriendo a plazos, en incómodas mensualidades. Mi padre yace inerte, mientras le lloran quienes lo quisieron. En realidad él ya deambulaba por aquí como una alma en pena, desde hace tiempo. No sé para los demás, pero en mi caso sólo era una mera referencia en mi acta de nacimiento. Nunca lo conocí, no supe si le iba a las Chivas o al América, aunque lo imagino diciendo "ódiame más". No sé si era creyente o si temía al infierno. No sé si su color favorito era el negro o el azul. Desconozco si era diestro o siniestro (creo que esto último), sí tenía barba o se acababa de cortar el cabello. Tampoco sé si en vida se ganó el cielo o tenía pase directo al infierno. Lo ignoro. Pero espero que vaya a un lugar distinto al mío, para que la casualidad no nos haga coincidir. No sabría reconocerlo. Como tampoco lo reconozco en estos momentos. Así es la muerte, que nos va llegando a plazos, con recargos e intereses. Y todos vamos colgando los tenis poco a poco. En realidad mi padre no ha muerto, pero quise saber lo que le escribiría en caso de que fuera cierto. Algo así, más o menos, sin dramas. Como quien se extirpa un absceso, un rencor que siempre estuvo allí aunque no se percibiera. Así que el día que mi padre muera, ya sabrá lo que estaré pensando. Mi padre sigue vivo... más bien caminando. Mi padre, a decir de Dante Guerra, es 

“corazón petrificado,
punto en la nada,
tolvanera constante,
espina clavada,
leña que no arde
y la humareda que ciega". 

Mientras tanto, uno se va muriendo a plazos.


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Es un día ordinario, un jueves como cualquier otro. Y la lluvia nos aguijonea con su tristeza. Uno se va muriendo en incómodas mensualidades. Llevo años con esta muerte a cuestas, que a veces pasa cerca y en ocasiones anda distraída. Llevo décadas extinguiéndome con lentitud y a ratos con ganas de acelerar el trámite. Tú, yo, todos alrededor, nos vamos extinguiendo como los dinosaurios de las películas. Igual que el bisabuelo o la abuela materna. Nos vamos muriendo en abonos y eso es irremediable. Así que más convendría vivir como si hoy fuera el último día que nos amarramos los zapatos. Se vale irse en silencio o gritando mientras desapareces, pero no te vayas como si debieras la renta o los intereses de la tarjeta de crédito. No te vayas con deudas o asuntos pendientes. Besa como los locos, ama como una maniática, mójate bajo la lluvia, juega como tont@, hazle el amor a quien se deje hacer, odia como odian los caracoles, llora por los adioses, canta en la ducha y cómete seis u ocho tacos de lo que pinches quieras. Si te estás muriendo a plazos, acércate a la ventana y mira el cielo y la lluvia y el espejo de la vida. Ódiate por los planes que has postergado, por los amores perdidos, por los besos que te guardaste y por no gritar de placer en aquella cama. Ódiate por ser egoísta, aburrid@, porque no caminas descalzo sobre la hierba. Ódiate porque no te quisiste lo suficiente. Ódiate por malgastar tu corazón en relaciones destructivas. Ódiate porque estás muriendo a plazos sin disfrutar de tu efímera existencia. Gravita como los asteroides. Mójate de placer. Corre por las mañanas, bebe mezcal en Oaxaca, acércate a la playa, déjate llevar por los oleajes de la pasión y besa como lo hacen los que saben que no volverán. Porque uno se muere a plazos.


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Es un día común, como cualquier otro, aunque más lluvioso que de costumbre. 

"Hoy dice el periódico que ha muerto una mujer que conocí... 
Hoy dijo la radio que hallaron muerto al niño que yo fui", 

escucho a Sabina y reflexionó sobre la fragilidad humana. Qué chingados le voy a hacer, así ando últimamente. Y sí, es verdad, ha muerto el niño que fui: aquel chamaquito escuálido y temeroso, violentado y buleado sin razón de ser. También ha fallecido el adolescente inseguro y estudioso, con sus gafas de adulto. Miro una foto de aquella época y me cuesta trabajo reconocer el rostro fúnebre de aquel jovencito que carecía de confianza en sí mismo. Otra de mis muchas muertes en plazos fue de la aquel joven soñador que leía como desesperado y escribía mala poesía en la clase de historia. Ha muerto aquel muchacho alto que usaba sombrero y bailaba como poseído en los conciertos de Maldita Vecindad. He muerto en incómodas mensualidades, por amor y desamor, a costa del olvido. He muerto en abonos, en cada bocanada de tabaco, con cada vaso de ron, en todos mis cumpleaños y así sucesivamente. Nos vamos muriendo a plazos. Y Sabina tiene el obituario perfecto para la temporada de lluvias, para los que nos ahogamos en silencios mientras l@s culer@s se cobijan en otros brazos: 

"Hoy dijo la radio que hallaron muerto al niño que yo fui... 
Pero nada decía la prensa de hoy
de esta sucia pasión, de este jueves marrón,
del obsceno sabor a cubata de ron de tu piel,
del olor a colonia barata del amanecer...
de la manchas que deja el olvido a través del colchón". 

No, nada de eso decía el periódico de hoy. Nada decía de los que nos vamos muriendo en incómodas mensualidades. También lo sabe Dante Guerra: 

"Tengo un cactus de pelaje rojo
y un caracol bastante sabio
que habitan ese ventanal
que te vio marchar aquella tarde. 
Tengo el cristal empañado
de esta alma enmohecida
que archiva adioses y bofetadas
desde hace bastantes lluvias". 

Sí, me cai de madres que nos vamos muriendo a plazos, con intereses y recargos.


manualparacanallas@hotmail.com


Roberto G. Castañeda
Jueves 13 de Julio de 2017.


© Manual para canallas


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