jueves, 27 de octubre de 2016

Empleado del mes en el purgatorio

Manual para canallas - Empleado del mes en el purgatorio

Confío más en lo que escucho en el mercado, en el estrés cotidiano de los que caminamos bajo este sol calcinante, que en las cifras de políticos corruptos...


Una chica masculla su tristeza y trata de mitigarla con canciones en el iPod. Un adolescente siente que se le escapa el aliento y se le asfixia el corazón porque su novia la dejó. Y aquel abuelo de rodillas oxidadas maldice la fila en el banco para cobrar su pensión.

Ana tristea porque se siente como un alma añeja, encerrada en su cuerpo terso. Cansada de la escuela, de los problemas en el hogar, de que su novio sea un culero, ella no encuentra su lugar en el mundo. Ha reprobado dos materias, sus Converse han perdido brillo y para colmo su madre dice que tendrán que empeñar su iPod para completar la renta. Y ella que posee tan poco, que se aísla de las rutinas con los audífonos puestos, no entiende por qué siempre le toca perder. Así pasó con la computadora, cuando la llevaron al Monte de Piedad: pasaron los meses y su madre dejó de pagar, así que terminó perdiéndose en el montón a subastar. Ahora Ana tiene que hacer las tareas en el cibercafé. Pero ella no tiene la culpa, tampoco su madre, ni siquiera los que lucran con la necesidad de la gente. En realidad su padre no tiene ni puta idea de lo que es progresar: estacionado en la mediocridad, el señor no tiene trabajo estable y cuando lo consigue le da por faltar. El muy irresponsable se emborracha los domingos y hace “san lunes”, porque amanece con resaca. Y Ana que no desea dejar la escuela, porque allí están sus amigas y tiene sueños que de otra manera no podría alcanzar. Ella se ha empleado medio tiempo en un trabajo infame y eso le resta tiempo cuando se trata de hacer tareas o de estudiar. Y a quién carajos le importa, quién repara en su ansiedad. Su madre está ocupada en otros asuntos. Su padre es un alcohólico sin remedio. Ana se siente como si le hubiera tocado un ángel guardián olvidadizo o como si a algún dios cínico se divirtiera dejándola a su suerte como en los juegos de azar. Ya le robaron el celular cuando asaltaron el pesero y su tristeza se agiganta tan sólo de pensar que su iPod irá a parar al empeñadero. Y ella que se refugia en las canciones como si con cerrar los ojos el mundo fuera un sitio más amigable. Por eso Dante Guerra es un retratista tan certero, cuando cuenta que 

“hay canciones que reparan soledades,
hay estribillos que se cantan en la regadera,
y también hay melodías que te hacen volar.
Pero igual hay baladas que castigan,
que flagelan tus ansiedades a golpe de recuerdos.
Y el otoño te llueve en los ojos,
mientras suspiras por los momentos
que no tienen vuelta atrás”.


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jueves, 13 de octubre de 2016

Los labios que solían encender tu fuego

Manual para canallas - Los labios que solían encender tu fuego


A veces te maldigo con la misma boca de besarte. Y a veces pasan por mi mente las metáforas de tu cabello alborotado, las postales de tu vientre desnudo...



"Los hombres como tú no duran mucho solos. Necesitan el conflicto para sentirse vivos”. Así fue como Alejandra me advirtió que no tardaría en buscarla. En otras palabras, me llamó “codependiente”. Supongo que tenía razón. En aquella época yo era un idiota. Bueno, en realidad lo sigo siendo aunque ahora lo disimulo bastante bien. Bueno, en esos años yo era de los que se iban y dejaban la puerta emparejada. O lo que es lo mismo, salía de una relación y tardaba en “dejarla ir”. Así que era de esos que le llamaba a su ex vieja sólo para decirle que justo pensaba en ella. Alejandra se hacía la difícil unos instantes y luego se despedía con “a ver qué día de estos nos vemos”. Pinche alcohol, es el diablo, pensaba yo al otro día y con la resaca encima. Malditas justificaciones para mis estupideces. Y no, afortunadamente no regresé con ella, pero seguido la llamaba con cualquier pretexto. Ya lo dije antes: yo era un idiota. Y eso sólo se cura con el tiempo, aunque no en todos los casos. Tuve que conocer a otras chicas, enamorarme de nuevo, deprimirme por algún engaño, doblarme del dolor y besar el suelo, para luego amanecer con la peor resaca y darme cuenta de que sólo tenía dos opciones: O me dejaba de pendejadas o simplemente me dedicaba a caminar en círculos. Desde entonces dejé de llamarle a mis ex novias, me prometí no empeñar el corazón en una relación y, lo que es mejor, me curé de esa pinche costumbre tan mexicana de ser codependiente.


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jueves, 6 de octubre de 2016

Mujeres que suenan a balada triste

Manual para canallas - Mujeres que suenan a balada triste


Siempre habrá mujeres que sonarán a balada triste. Por siempre habrá amores que ya no te esperarán bajo el reloj del Metro o en la banquita de aquel parque...


Creo que es clarísimo: hay mujeres fantasmales, amores caducos, mujeres que no estarán al doblar la esquina ni en aquella banca desde la que te sonreían. Si te sientas a observar con calma, desde la banqueta o bajo un árbol e incluso en una solitaria mesa de bar, te darás cuenta de que nadie es tan cuerdo como aparenta. Ni hombres ni mujeres. Nadie es tan normal, apreciarás, porque sus ángeles y demonios no pueden vivir en santa paz. A mí me gusta observar con calma las manías de los demás. Y cuando ando menos ensimismado, me da por sentarme en la barra de algún barecito, esperando que surja alguna historia digna de narrarse. Y lo mismo llega alguien a contarte que es especialista en abrir cajas fuertes, que alguna mujer ebria que te dice que alguna vez fue tan hermosa que anduvo con un famoso. Claro, no faltan los truhanes que te dicen que han leído lo que escribes con tal de gorrearte un trago. Por lo general invito uno o dos tragos, pero sólo por el hecho de que alguien me caiga bien. Finalmente todos somos solitarios, los mayores soñadores del mundo que aún perseguimos la gloria aunque sea en los labios de una mujer encantadora.


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