jueves, 10 de diciembre de 2015

Canciones fúnebres para el invierno


Manual para canallas - Canciones fúnebres para el invierno

Sí, hay una muerte con sus manos tétricas tocando una marcha fúnebre y merodeando por mi calle, por tu barrio, por cada esquina. Suena trágico, pero es la realidad de este país en ruinas y en este invierno que congela el alma...


Como tú, como mucha gente, crecí en una colonia popular donde había tienditas en las que encontrabas todo lo que necesitaras: un fusible, medio kilo de azúcar, veladoras, curitas, focos, agujas, orégano, aspirinas y hasta las cosas más impensables. No, allí no había Oxxos ni nada parecido, sólo un localito que siempre atendía una señora enojona o su esposo bonachón. Desde luego que por las calles de mi barrio pasaban toda clase de marchantes: el triciclo del pan, la camioneta de las naranjas, el afilador, el carrito de camotes con su silbido ruidoso, la tambora y la marimba. Y desde luego, no faltaba el clásico “tamaaaaaleeees oaxaqueños, ricos y deliciosos tamaaaaleees oaxaqueños”. Cuando éramos unos críos, por supuesto, nos emocionábamos siguiendo la vagoneta de los helados con su melodía alegórica. Y cuando nos portábamos mal, nuestras madres nos aplacaban con la amenaza de “te voy a vender con el ropavejero y no me vuelves a ver”. Y el ropavejero siempre era un tipo barbón, con su gorrita ridícula y una carreta tirada por una mula.


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jueves, 3 de diciembre de 2015

Hojalatería y pintura para el alma


Manual para canallas - Hojalatería y pintura para el alma

A últimas fechas me siento extraño, un tanto huraño, como si mis voces internas me aconsejaran guardar silencio. Tal vez no sea el único tipo confundido en este mar de gente, en estos oleajes de ruido incesante...

No sólo estoy confundido. Además, siempre me están confundiendo. Como el otro día que fui a una reunión que no estaba tan divertida. Una que otra chava guapa por allá. Un par de amigos y alguno que otro wey conocido. La música era pasable, algo de Los Cadillacs, The Cure y hasta Sabina. De buenas a primeras una vieja se acercó a platicar conmigo, supongo que un tanto a la deriva. Me dijo su nombre, pero lo olvidé de inmediato. “Sabes, tengo la impresión de que te he visto en otro lado”, comentó pero en realidad me estaba confundiendo con alguien más. Después de un rato ya se sintió con la confianza necesaria para preguntarme lo que se le diera la gana.