jueves, 24 de abril de 2014

Como un gato planchado sobre el asfalto

Manual para canallas - Como un gato planchado sobre el asfalto


Hay hombres y mujeres que no saben o no deberían estar solos. Y se ahogan en silencios inútiles, mientras sorben amargura y fuman como desesperados. Hay sujetos, chicas, que se deterioran a solas.


Karen nació a destiempo. Sus padres se divorciaron poco antes de que ella naciera. Liliana, su madre, le confesó a su esposo que la niña no era de él, sino de su jefe y que incluso quería registrarla y reconocerla como suya. Raúl se puso como loco y sintió ganas de matar a la mujer con sus propias manos, pero sólo la cacheteó; luego empacó unas pocas cosas y se largó. Liliana inició los trámites de separación, confiada en que Rigoberto, el licenciado del despacho en que era recepcionista, dejaría a su familia para casarse con ella. Pero no, aquello no era una telenovela en el que la chava pobre se vuelve rica de la noche a la mañana. Rigo, que además era gordo y feo, sólo estaba encaprichado con la mujer guapa, así que le prometió la gloria y la encaminó al purgatorio. Nunca le dio sus apellidos a la niña, aunque sí pagaba la renta del departamento y dejaba algo de dinero para los gastos. Así pasaron varios años, hasta que el señor murió por los excesos. Liliana se quedó con una hija sin padre y un sinfín de promesas. Y Karen sólo heredó una colección de ausencias que se acentuó con el tiempo. 

jueves, 10 de abril de 2014

El fuego en que arderá la calma

Manual para canallas - El fuego en que arderá la calma


Maldita migraña. Y malditos los celos, en todas sus presentaciones. También malditas sean las rutinas que entumen tus pasos. Seamos francos con nosotros mismos, no nos engañemos: cada día damos un paso hacia el cadalso, hacia la tumba, sin dejar huella que valga la pena. Malditos los días en que salimos a la calle con ánimos de pelea, como si alguien nos la debiera.


Siete de la mañana. Ni ganas de levantarse y planchar las alas. Para qué volar si nada más con abrir los ojos sientes la mirada fatigada. Hoy no estás de humor para soportar a la gente en el subterráneo, a tus compañeros de trabajo, a tu padre neurótico, a tu madre abnegada, a los chóferes esquizofrénicos, a toda esa gente que tiene la decepción pintada en la cara. 

¿No te parece una locura salir a la calle para darte cuenta una vez más que todos quieren comprar tu alma o venderte la suya con ganas de estafarte?

Pero qué es la locura, qué la suerte, qué son esas cosas que te hacen falta para no caer a medio vuelo o, peor aún, antes de dejar el suelo?, ¿Suerte, equilibrio, pasión, un poco de calma?

jueves, 3 de abril de 2014

Las sombras que nos acechan

Manual para canallas - Las sombras que nos acechan


Con demasiada frecuencia dejo conectada la plancha, fumo en la cama, y eso explica que dos veces haya ardido la colcha o se incendie mi cama. Será que soy muy distraído o la depresión se anida como una plaga de ácaros en mi almohada... 


Casi siempre recurro a los lugares comunes. Soy especialista en poner pretextos. Dejo todo a medias, nunca culmino los proyectos. Me enamoro de las mujeres fatales y desdeño a las chicas buenas. Le guiño el ojo a las prostitutas, le saco la lengua a las monjas. Fui educado para hacer caravanas, pero me cuesta trabajo respetar las reglas. Voy de tipo duro por la vida, pero en realidad soy un idiota sensible que suspira algunas noches y se despeina cuando duerme. Siempre dejo conectada la plancha, fumo en la cama, y eso explica que dos veces haya ardido mi recámara. En un incendio perdí el colchón, los recuerdos de mi infancia, algunas fotos, demasiados libros y lo poco que me quedaba de calma. Así que ahora duermo en el suelo, sobre una colchoneta, y siempre dejo abierta la ventana por si en algún momento tengo que saltar hacia fuera, lo cual es improbable porque vivo en un cuarto piso… aunque pensándolo bien es mejor morir desnudo que consumirme igual que un borracho. Y ya que hablamos del fuego, debo aceptar que hace mucho que no ardo en deseos. He perdido pasión, me dan weba las conquistas, los lugares comunes del “¿estudias o trabajas?”, prefiero el silencio a las frases gastadas. Detesto que el amor me convierta en un pusilánime. Es mejor levantarme tarde y no tener que rasurarme. Es preferible derrochar el dinero en trivialidades, que invertir en una mujer que tarde o temprano te arrojara al precipicio del olvido. Siempre habrá un mejor partido, nunca serás el hombre ideal, aunque así te sientas, porque las viejas son especialistas en comparaciones: el novio de fulanita tiene tal coche, el wey de mi prima gana tanto, el marido de mi hermana le regaló tal cosa, mi ex novio siempre me compraba cosas lindas. Y los etcéteras mejor me los guardo. En verdad que no es difícil sentirse enfermo, miserable o deprimido. Todo, pero absolutamente, todo, se rige por valores equivocados. A donde vayas te mirarán de arriba abajo. Si no usas corbata eres un don nadie. Si andas en fachas no consigues trabajo. Si tus pantalones están rotos eres un paria. Si andas a pie nadie te pela. Es peor, por supuesto, cuando no traes varo porque todos te hacen sentir igual que un pordiosero. Soy parte de un ejército de miserables. Y encima, heredamos un país endeudado. Los poderosos nos toman por tontos. Ojalá un buen día despertemos y dejemos de maldormir bajo las sombras acechantes del nervio, de la ansiedad, de las deudas.

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