Llevaba como una semana revolviéndome en la cama, pensando en proyectos que no he materializado, aguijoneado por los recuerdos de ciertos besos que no volverían a ser míos. Mal karma para alguien que desconfía del amor…
Si bien nunca he sido un tipo tranquilo y tiendo a la mala vida, tengo épocas bastante intratables: duermo poco, trabajo mucho y pienso demasiado. Y eso equivale a tomar un atajo hacia el manicomio. Es lamentable que pase mis noches en vela, sin compañía, abandonado a merced de esa jauría que son mis defectos. Aún así, me he vuelto demasiado selectivo. Recién me llamó Liliana, en horas de trabajo, para decirme que me extraña de vez en cuando. "No estoy de humor para escuchar pendejadas", solté sin reflexionar un poco. Quizá hubiera sido preferible que se diera una vuelta por la casa esa noche y que llevara una botella de vino tinto. También pude pedirle que me devolviera mi playera de Los Killers que se llevó puesta "sin querer". Pudo más mi soberbia. Colgué sin despedirme. Seguro que me maldijo. Pero yo tenía otras preocupaciones. Como lo culera que se está poniendo la vida diaria, en este país con un gobierno insensato y criminales sin asomo de piedad. Como irme a emborrachar y jugar dominó con mis cuates, para entretener a mis ansias de lanzarme por la ventana.
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