jueves, 9 de junio de 2011

Los secretos que sigo buscando

© Manual para canallas

Quise decirle adiós varias veces y se me atravesaron los pretextos. Había algo en esa mujer que me atrapaba. Tal vez era la seguridad en sí misma, acaso sus piernas largas o esos ojazos que irradiaban deseo. Caray, a quién diablos quiero engañar…

La verdad es que me encantaba su trasero, su placer obsceno. Físicamente Sarahí era mi tipo de mujer, pero teníamos pocas cosas en común. Así que yo me inventaba excusas para minimizar sus despistes y hasta sus manías. Como el hecho de que le gustara tanto ir a los karaokes. Y siempre cantaba una jalada que decía “dame otro tequila”. Nunca quise profundizar en la letra. Bueno, si es que se puede profundizar en algo tan superficial como Paulina Rubio. Además, siempre me chocaron los karaokes y ese esfuerzo de la gente por hacer el ridículo. “Si hubiera un campeonato de cosas patéticas, cualquiera de estos cabrones levantaría el trofeo”, le comenté una vez que desfilaban los malos imitadores de José José y Alejandra Guzmán. Era cagado cuando una vieja ebria gritaba frente al micrófono eso de “haaaacer el amor con ocho, no, no, noooo”. Y si Sarahí, que no era tan desafinada, se subía a cantar siempre lograba que le aplaudieran mucho. Yo sabía que no era por su voz, sino porque siempre se veía muy bien la desgraciada con sus jeans ajustados y aquellas blusas que evidenciaban unos senos generosos. No había sitio al que fuéramos en el que no le tiraran la onda. ¿Por qué entonces andaba conmigo, si siempre tuvo muchos pretendientes? Habría que preguntárselo a ella. Alguna vez me comentó algo que parecía resumir su pasión por mis besos: “Eres un hombre con carácter. Y a mí me gustan los tipos seguros, que lleven el control de una relación. Eso me hace sentir protegida”. A mí siempre me latió lo bien que se veía. Sabía arreglarse y tenía algo que escasea en nuestros tiempos: clase, actitud.

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Por eso no era raro que algún tipo de otra mesa le sonriera. Sarahí siempre los ignoraba. Bueno, no siempre, porque cuando no andábamos muy bien intentaba darme celos. Y yo, que nunca celé ni a mis hermanas, mantenía la calma. Como cierto día que un sujeto trajeado aprovechó que fui al baño para acercarse a ella y le dio su tarjeta de presentación. Lo único que hice fue llegar a nuestra mesa y tocarle el hombro: “Oiga, capi, no sea malito y mándeme al mesero”. El tipo volteó sobresaltado, no supo cómo reaccionar y sólo atinó a murmurar, “perdón, sólo le decía a la señorita...”, pero lo interrumpí, “no se preocupe, estamos muy bien atendidos”. Se puso rojo, apretó las mandíbulas y se largó. Sarahí se rió en su cara y no tuvo reparos en señalarme que “eres un cabrón, Roberto, por eso me encantas”. Y me besó para certificarlo. Pero a ella le gustaba provocarme y hasta me retaba “no puedo creer que no te den celos”. A veces le llamaba algún ex y ella se intrigaba porque no le hacía escenitas ni le reclamaba. Sólo le comentaba cosas como “algo bueno debes tener para que aún no te hayan olvidado”. Y ella me abrazaba, “eres un lindo”, pero yo evitaba las cursilerías: “o tal vez el wey anda ebrio y sólo tiene ganas de coger”. Y Sarahí hacía pucheros y reviraba: “Y también, cuando te lo propones, eres odioso”. Yo la contentaba con besos y caricias subidas de tono.

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En cambio ella sí era bastante celosa. Una noche salimos con unos amigos a un bar. Casualmente, en el sitio estaba una ex novia mía, con sus amigas. Yo le resté importancia a la presencia de Andrea, pero Sarahí se incomodó y no dejaba de besarme y abrazarme más que de costumbre. Era una de esas actitudes territoriales, de quien defiende lo que cree que le pertenece. Más tarde, de camino al baño, me topé con Andrea, quien me sonrió de manera provocativa. Le devolví el silencioso saludo. Cuando regresé, Sarahí no se contuvo: “Pinche zorra, cree que estoy pintada. Yo no sé qué le viste como para andar con ella”. Iba a enumerar sus cualidades, pero noté que no estaba para bromas. Ella prosiguió, “pues estará muy buena, pero es una puta”. Mujeres, mujeres, siempre tan inseguras. Poco después vibró mi celular y Sarahí prácticamente me lo arrancó de las manos. “Eres un feo, ya ni quieres saludarme. P.D. Te ves muy bien”, era el mensaje de Andrea. Y Sarahí se puso como loca. “Sabes qué, no soy tu pendeja, quédate a seguir coqueteando porque yo me largo”, tomó su bolso y enfiló a la salida. Yo di un sorbo a mi vaso. Mi cuate Gerardo me observó como preguntando qué-vas-a-hacer. Como no vio reacción, fue tras ella. Mis demás amigos preguntaron qué había pasado. No sucede nada. Y pedí otra ronda.

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Una hora más tarde me fui a casa. Sarahí no había llegado. Me quedé dormido en el sofá. Ella regresó como a las cinco de la mañana, con reclamos: “Seguro que estuviste con esa puta, ¿verdad?”. Le pedí que me dejara dormir. “Y ni siquiera te importó que me fuera con tu mejor amigo”. Insistí en que estaba cansado. “¿Y no quieres saber qué hicimos?”, intentó hacerme perder la cabeza. “Lo que hayan hecho no me quita el sueño. Gerardo siempre ha sido un tipo muy aburrido, sin imaginación”, fui sarcástico. “¡Idiota!”, gritó y azotó la puerta de la recámara. Al otro día estaba arrepentida. Se disculpó por sus arranques. Le dije que era mejor que termináramos. Sonaba algo de Los Secretos durante la despedida:

“La cruda realidad, castillos en el aire.

Correr sin descansar por la tierra de nadie,
donde entonces tampoco encontré qué voy buscando.

Qué busco sin parar, qué busco con tanta prisa...

Cansado de cambiar de solo a solitario,
un brillo de ilusión apaga el escenario.

Mientras veo que el tiempo se va,
sigo buscando, sigo buscando”.

Sarahí reclamó un poco, pero aceptó irse y finalmente juró que un día yo sería quien la buscaría. En eso se ha equivocado. Dejé de confiar en ella. Y mi mejor amigo ya no lo es tanto. Yo sigo intrigado por algunos secretos de las mujeres: ¿Por qué se empeñan en ponernos a prueba?, ¿qué clase de chip se les bloquea como para creer que si no eres celoso entonces no las amas?, ¿cuándo conoceré a una vieja que no se apanique por la sombra de mis ex novias? Creo que los X-Files son menos indescifrables.

manualparacanallas@hotmail.com

Manual para canallas
Roberto G. Castañeda
Jueves 9 de junio de 2011

 

 

© Manual para canallas

2 comentarios:

  1. felicidades hace mucho leo tu columna ahora te leo en mi compu y desde a�os solo compraba el grafico para leer tu pagina sigue escribiendo.

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  2. tu columna es simplemente de lo mejor

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