jueves, 6 de octubre de 2016

Mujeres que suenan a balada triste

Manual para canallas - Mujeres que suenan a balada triste


Siempre habrá mujeres que sonarán a balada triste. Por siempre habrá amores que ya no te esperarán bajo el reloj del Metro o en la banquita de aquel parque...


Creo que es clarísimo: hay mujeres fantasmales, amores caducos, mujeres que no estarán al doblar la esquina ni en aquella banca desde la que te sonreían. Si te sientas a observar con calma, desde la banqueta o bajo un árbol e incluso en una solitaria mesa de bar, te darás cuenta de que nadie es tan cuerdo como aparenta. Ni hombres ni mujeres. Nadie es tan normal, apreciarás, porque sus ángeles y demonios no pueden vivir en santa paz. A mí me gusta observar con calma las manías de los demás. Y cuando ando menos ensimismado, me da por sentarme en la barra de algún barecito, esperando que surja alguna historia digna de narrarse. Y lo mismo llega alguien a contarte que es especialista en abrir cajas fuertes, que alguna mujer ebria que te dice que alguna vez fue tan hermosa que anduvo con un famoso. Claro, no faltan los truhanes que te dicen que han leído lo que escribes con tal de gorrearte un trago. Por lo general invito uno o dos tragos, pero sólo por el hecho de que alguien me caiga bien. Finalmente todos somos solitarios, los mayores soñadores del mundo que aún perseguimos la gloria aunque sea en los labios de una mujer encantadora.


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En una de esas tardes lentas, en las que sólo habíamos tres o cuatro despistados en aquel bar, entró un sujeto que irradiaba seguridad, con pelo envaselinado y su portafolio metálico. Miró a su alrededor, me observó unos segundos y fue a sentarse a mi lado. “Buenas tardes”, dijo con amabilidad exagerada. “Qué tal”, asentí con la cabeza mientras me daba cuenta de que algo en ese tipo no me gustaba. Seguro es un vendedor de seguros, creo que reflexioné. Pidió un martini. Chales. No mames, ni que fuera el pinche James Bond en una misión ultrasecreta. Mmmta, pinche wey tan farol. Ya de cerca, observándolo, me di cuenta que su traje era viejo, que sus zapatos tenían los tacones gastados, desnivelados, que su camisa estaba un poco raída del cuello y que lo único reluciente era su portafolios de aluminio. Nada que me sorprendiera en lo absoluto. Incluso que intentará venderme una hermana o la silla de ruedas de su abuelo.


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“¿Y usted a qué se dedica, amigo?”, me cuestionó aquel sujeto. “Soy mago”, pero los jueves no trabajo, aclaré. “Ah, que interesante, fíjese que mi abuelo, por parte de mi madre, era mago”. Si le hubiera comentado que era hombre bala, seguro que me hubiera dicho algo como “de niño yo soñaba con trabajar en un circo” o algo por el estilo. “¿Y cuál es su mejor truco?”, al parecer no se dio cuenta de que no deseaba charlar con él. “El escapismo”, hice una mueca de fastidio, “siempre estoy escapando de todo, y más de las responsabilidades”. Rió con estridencia, como si yo fuera la reencarnación de Tin Tan o un hipster que trabaja en Comedy Central. “Es usted muy simpático”, chales, lo que me faltaba. “Permítame presentarme, soy Josué Elizondo”, me extendió la mano y por no ser grosero la estreché, aunque con indiferencia. “Soy especialista en crisis existenciales”, jajajajajajaja, no pude evitar carcajearme. Quise decirle que él sí que era simpático, pero me tomó con fuerza el brazo. “Es en serio, joven. Y mi profesión es tan decorosa como cualquier otra”. Dejé de reír y le lancé una mirada de me-vale-madres. Intenté hacer de cuenta que estaba yo solo. El sujeto suavizó el tono. “Aunque usted no lo crea, tengo un doctorado en siquiatría, diplomados en diversas materias, como la exploración del subconsciente, potenciación de la psique, aplicación extrasensorial” y no-sé-cuántas-jaladas-más. Entonces abrió su portafolio y sacó una cédula profesional, igualita a esas que extienden en la UNAM y también en Santo Domingo. “Sé que no me cree, pero se lo puedo comprobar”, dijo con cierta arrogancia.


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Me cai que de todos los charlatanes que he conocido, ese era el más lunático, atiné mentalmente. Ni Felipe Calderón o Peña Nieto son tan buenos para mentir. Pedí otro trago y tuve que haber maldecido mi peor frase de la noche: “Ah, mire, que interesante”. Ya no pude abrirme. Esa fue la clave para que durante una hora “examinara” mi mente, me dijera qué pedo con mi autoestima y los factores de riesgo para que yo entrara en una crisis existencial. De nada valió que yo le dijera que estaba en una crisis existencial desde que era adolescente, porque las chavas guapas siempre fajaban con mis amigos, mientras yo me conformaba con las aplicadas que usaban lentes. Vale madres. Antes de despedirse, me dijo que no dudara en llamarlo. Estaba yo tan aturdido que cuando se despidió hasta le desee “mucha suerte, hermano”. Chales, pinche wey tan raro. Después de unos minutos lo olvidé. Volvió a mi mente cuando me llevaron la cuenta. El wey se había tomado dos martinis a mi salud. “Son los de su amigo”, me dijo el cantinero. No manches. “Cuando usted fue al baño me dijo que las metiera a su cuenta. Y pues como los vi muy camaradas, no lo dudé”. Ya ni protestar. Hijodelachingada. Total, mi autoestima estaba en proceso de sanación. Uno nunca aprende a desconfiar de los demás, me cai. Y para acabarla de rechingar, justo en ese momento empezó a sonar una jalada de Arjona. Es lo malo de las rockolas, que las rellenan con demasiada basura. Así que mejor me puse a jugar dominó conmigo mismo. Chance y ahora sí lograba ganarme. Y de paso dejaba de pensar a ratos en aquella mujer que no ha de poblar mi futuro, como sentencia Julio Cortázar: 

"Y sé muy bien que no estarás,
no estarás en la calle,
en el murmullo que brota de la noche
de los postes de alumbrado...
Ni en los libros prestados,
ni en el hasta mañana.
No estarás en mis sueños,
en el destino original de mis palabras,
ni en una cifra telefónica estarás...
Me pararé en la esquina
a la que no vendrás
y diré las cosas que sé decir
y comeré las cosas que sé comer.
Y soñaré los sueños que se sueñan,
y sé muy bien que no estarás
ni aquí dentro de la cárcel donde te retengo,
ni allí afuera en ese río de calles y de puentes.
No estarás para nada,
no serás mi recuerdo
y cuando piense en ti
pensaré un pensamiento
que oscuramente trata
de acordarse de ti". 

Creo que es clarísimo: hay mujeres fantasmales, amores caducos, mujeres que no estarán al doblar la esquina ni en aquella banca desde la que te sonreían. No, hay mujeres que no te esperarán a la salida del trabajo ni en la sección de revistas del Sanborns y tampoco bajo el reloj de Metro. No, hay mujeres que no estarán, sólo serán el estribillo de una canción de desamor que empieza a sonar trillada.


manualparacanallas@hotmail.com


Roberto G. Castañeda
Jueves 6 de Octubre de 2016.

© Manual para canallas


1 comentario:

  1. Sólo le faltó la voz a esta narración y asi hasta yo invito los tragos....Saludos

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