Me debes un chingo de besos. Tantos desvelos que llevo a cuestas, la desnudez de tu cuerpo ausente, tu sexo electrizante, el hechizo de tu vientre...
Nos debemos puestas de sol. Los vientos de mayo. Un picnic nocturno. Volar un cometa. Nos debemos un cumpleaños en La Habana, vacaciones en San Miguel de Allende, tu sonrisa tejida en un telar, un diente de león entre tus manos. Nos debemos unos cuantos besos en el Metro, fotos en Palacio de Bellas Artes, un helado en el parque, un maratón de series en Netflix, nuestros pies fríos el próximo invierno. Nos debemos tanto que seguro me echarás de menos y te pensaré más de lo normal.
Nos debemos mil noches desnudos y otros mil pretextos para que el amor nos haga. Nos debemos 100 motivos para llamarnos a deshoras. Nos debemos una carrera de 10 kilómetros, "500 días con ella" por enésima vez, la antología de Mario Benedetti, el alhajero miniatura para mis escasos celos, un libro que hable de tus manías, aquella pulsera con tus iniciales, el poema definitivo que no te he dedicado, la bitácora de mis desvelos navegado tu cuerpo ausente y también nos debemos este adiós definitivo que nunca será prematuro ni tampoco para siempre.
Y también nos debemos disculpas por llegar tarde a todos lados. Nos debemos el viaje soñado a Buenos Aires, plegarias en la Plaza de Mayo, la instantánea en la banquita de Mafalda. Nos debemos tantas y tantas cosas, demasiados sueños, hartas ganas de que esto no se hubiera ido al carajo. Nos debemos disculpas mutuas por ser tan idiotas, casi todo el tiempo, en medio de la calma y en el mismo ojo del huracán. Nos debemos el uno al otro, pero somos dos estúpidos intentando quemar el archivo muerto que ahora es nuestro amor. Nos debemos una sonrisa al pensarnos, aún cuando llegues a estar en otros brazos y yo aparezca en otras fotos de un perfil de Facebook.
Nos debemos mucha rumba en la Bodeguita del Medio, un concierto de los Killers, acetatos de Caifanes y algunas canciones de Lila Downs y Madame Récamier. Nos debemos desvelos escuchando a Sabina, bebiendo ron y mezcal, fumando tus suspiros en el sofá que aún te echa de menos.
Igual nos debemos un vuelve a la vida para curar la resaca, los tacos de El Paisa, la birria del mercado, tu rollo a la primavera, las albóndigas que nunca preparamos juntos, el caldo de jaibas en la costera, cervezas escarchadas para el calor de tanta primavera. Nos debemos un puñado de harina en la cara, tu sonrisa en la cocina, mi enfado lavando los trastes. Nos debemos ensalada de atún con galletas saladas y tu preocupación por la báscula.
Me debes un chingo de besos. Una foto tuya enmarcada. La promesa que no cumpliste. El tatuaje que no besaré más. La calma que me has robado. Tantos desvelos que llevo a cuestas. La factura por esta tristeza que me entra por el costado. Me debes los suspiros que dejo regados por todos lados. El muñeco vudú que a cada rato zarandeas para que mis pensamientos vuelvan a tu lado. Me debes puestas de sol, la desnudez de tu cuerpo ausente, tu sexo electrizante, el hechizo de tu vientre. Me debes la calma, la tranquilidad que me has robado. Me debes visitar de vez cuando. Si no me llevará la chingada, tarde que temprano. Me debes ese tatuaje imborrable que es el desamor.
Te debo infinidad de caricias, los besos que te he guardado. Nuestra foto que rompí en una borrachera. Las explicaciones que siempre evadí. Te debo la mejor versión de mi persona. La factura por los malos ratos, las disculpas por ser un cretino a tu lado. Te debo tu muñeco vudú que tengo amarrado junto a tu retrato. Te debo un corazón más sano. Te debo lo que soy cuando no estoy contigo. Te debo la paciencia que no te tuve. Te debo los orgasmos que tu quieras, las caricias quemantes, mis manos ansiosas sobre tu cuerpo, los labios en las cerezas de tus senos, mi vértigo gritando tu nombre. Te debo el amor, el sexo, el fuego, el clímax. Te debo esta hoguera de deseos, mujer de ojos grandes.
Nos debemos aún tantas cosas. Me debes y te debo. Y aún así creo que estamos mejor distanciados, cada uno en sus silencios y sus cárceles de orgullo o arrogancia. Somos rompecabezas incompletos y nos hemos hecho tanto daño que confundimos la necedad con necesidad. Y así no se chingados puede, ni se podrá. Bien lo describe la banda U2 en "So Cruel", cuando advierte que:
"La desesperación es una tierna trampa
que te atrapa todo el tiempo
y pone sus labios en los tuyos...
La noche está sangrando como una herida
y entre los caballos del amor
y la lujuria somos pisoteados.
Debo estar loco para seguir contigo".
Sí, en verdad que hay que estar pinche loco para aferrarse a un amor tan lleno de dudas y deudas.
Nos debemos calma por un tiempo y no este huracán que es echarnos de menos. Y las palabras de Dante Guerra son un espantapájaros de paja mientras duermo, mientras llega el próximo tren a una estación abandonada. Nos debemos distancia, porque ya no quiero escuchar este aleteo de cuervos en mis sueños.
"Siempre que sueño con cuervos
es porque te presagio.
Sé que sobrevolaras mis desvelos,
que llegarás en silencio
a cubrirme con tus alas,
con tus alas oscuras,
mientras agonizo lento
por tu abandono y tu desprecio.
Merecido lo tengo,
este aleteo de cuervos
que es tu venganza".
Nos debemos agradecimiento mutuo y algunos reproches, pero no está manía de mandarnos posdatas por medio del chat. Nos debemos un chingo de besos, seguro, y nos los seguiremos debiendo. Nos debemos tanto. Pero el amor es un mensaje de WhatsApp que se autodestruirá en cinco segundos.
manualparacanallas@hotmail.com
Manual para canallas
Roberto G. Castañeda
Jueves 25 de Mayo de 2017.
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