jueves, 7 de agosto de 2008

Demasiados sueños en el equipaje

© Manual para canallas

“Por más que quieran sacarnos de nuestro lugar
y piensen que sólo somos un puñado de idiotas,
no, no podrán quitarnos lo que hicimos ya”

Cantábamos a coro cada que teníamos oportunidad. Mis amigos y yo coleccionábamos himnos que nos reconciliarán con el mundo. Los Fabulosos Cadillacs nos parecían fantásticos para sonorizar esos momentos en que soñábamos con cambiar el mundo, con hacer una revolución sin manos. Sí, éramos un tanto ingenuos y no faltaba el maestro que se reía de nuestras teorías, de las creencias, del entusiasmo que nunca falta en los jóvenes. Éramos demasiado apasionados y poco prácticos. Por eso no es de extrañar que nos enamoráramos de mujeres imposibles, que nos batearan porque no traíamos coche. Bueno, Paco sí tenía un Chevy pero él prefería el estudio que las viejas. No me extraña que le hayan dado la medalla Gabino Barreda por su impecable promedio. Alejandro hubiera querido hacer carrera en teatro, pero optó por seguir los consejos de sus hermanos y estudió periodismo. Paty estaba desorientada e incluso pensó cambiarse de carrera, aunque aguantó hasta el día de la clausura. Josué era un apasionado del cine, así que aspiraba a dar el salto en cualquier momento. Marichuy sólo se dejaba llevar y yo no dudaba que acabaría trabajando en la televisión. Fernanda era bastante guapa y quería trabajar en modelaje, así que nunca entendí qué hacía en nuestra facultad. Nos gustaban casi las mismas cosas, intercambiábamos libros, editábamos un periódico escolar, nos emborrachábamos en las fiestas, y bailábamos canciones de U2 o cantábamos nuestras rolas favoritas de The Cure y La Maldita. Éramos un puñado de idiotas y teníamos demasiados proyectos por concretar. Queríamos viajar por el mundo con demasiados sueños en el equipaje. Guardo una foto de aquellos años en la que todos sonreíamos y parecíamos muy hermanos. Ahora sólo es un recuerdo que se está borrando, igual que una instantánea de Polaroid.

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Nunca fui bueno para seguir las reglas, por lo que hubo maestros que en verdad me odiaron.

“Tomando en cuenta la calidad de su trabajo, no me atrevo a calificarlo. Pero le voy a dar un consejo: dedíquese a otra cosa, aún está a tiempo de elegir otra carrera”,

aquel profesor fue contundente. Desde luego no le hice caso. Por el contrario, me aferré y él me mandó a examen extraordinario. No fue el único caso. Mi madre hubiera querido que yo fuera médico o algo así como asesor financiero, sin embargo siempre respetó mis deseos. Cuando vio que ya era en serio, ella me regaló mi primera grabadora. Y la primera vez que publiqué algo, respiró aliviada. Yo no lo sabía, pero ella guardaba los recortes en un álbum. Un buen día me dijo que se había equivocado conmigo, pero que estaba orgullosa de verme titulado. Bueno, ella sabe perfectamente que sin su apoyo no lo hubiera logrado.

“Es que no sé de dónde sacaste eso de ser periodista”,

me comentó un día.

“Yo sólo quiero escribir, madre, es lo que me gusta, es lo que hace que no me vuelva loco… por completo”.

Sólo sonrió y me abrazó como lo hacía cuando yo era niño. Aún persigo algunos sueños aunque no existe la certeza de alcanzarlos, pero no me desespero.

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¿Qué fue de mis amigos?, ¿dónde nos extraviamos? Eso aún no termino de averiguarlo. Paco seguro pule de vez en cuando su medalla, bueno, así lo imagino cada que lo veo en los noticieros de Televisa. Alex coordina un suplemento de un diario muy importante y hace yoga y lleva una vida saludable. Paty se casó, se divorció, se volvió a casar y otra vez está sola. Josué no se convirtió en cineasta pero hace comerciales, y tal vez no se sienta realizado, pero gana bien y cena en lugares caros. Marichuy se fue a trabajar de ilegal, vive en Seattle, tiene dos hijos y una pareja que bien podría ser “El marido del año”. De Fernanda nadie sabe gran cosa. Alguien me dijo que trabajaba en un teibol de San Ángel, aunque alguien también me comentó que ella se había casado con un millonario. También me llegó la versión de que Fer vivía en Miami y que salía en películas porno. Yo no sé si alguien sepa de mí, o sí también hay historias raras sobre mi paradero. Creo que no estaría mal reencontrarme con mis amigos, quizá ahora que por fin publique mi libro, que espero que sea en noviembre. Sí, éramos un puñado de idiotas, pero ya no somos tan amigos como antes, lo cual es lamentable. De vez en cuando, si escucho a Los Fabulosos Cadillacs o a U2 y The Cure me recuerdo que siempre será mejor coleccionar sueños que doctorarse en insomnios.

manualparacanallas@hotmail.com

Manual para canallas

Roberto G. Castañeda
El Universal
Jueves 07 de agosto de 2008

 

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