jueves, 3 de noviembre de 2011

Yo que tanto te he soñado

© Manual para canallas

¿Alguna vez has soñado realidades? Sí, uno de esos sueños tan palpables, tan verdaderos que percibes cada sensación, el dolor o el llanto, y luego te despiertas con agitación y sobresalto. Y es tan real que cuando abres los ojos respiras aliviado y piensas “no manches, que bueno que sólo fue un sueño”…

A mí me pasa muy seguido, más de lo que me gustaría, para ser sinceros. A veces sueño con mi madre, que se aleja con sus pasos cansados y me da la espalda mientras lloro sentado en el traspatio de la casa de mi infancia. Y en cuanto despierto, apesadumbrado, corro a llamarle por teléfono a mi jefa y me reconforta escuchar sus bendiciones o su clásico “¿estás bien, hijo?, porque apenas te soñé”. Otras veces sueño que voy corriendo, piso en falso y caigo al vacío, pero lo más cagado es que dormido hasta brinco y me aterra el vértigo de la caída. Lo más gacho es cuando sueño que me persiguen y me acuchillan, porque percibo con terrible angustia el dolor del arma al entrar en mi abdomen. Y es entonces que abro los ojos para suspirar el infaltable “no mames, sólo fue un mal sueño”.

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Anoche soñé con mi hermana. Eso no tiene nada de particular, sólo que es muy raro que sueñe con mis hermanos. Bueno, si lo hago pero los sueño en la época en que éramos unos niños. Y anoche soñé con mi hermana Nadia: la veía mirarme a los ojos, entre lágrimas, diciéndome “te quiero mucho, no lo olvides”, antes de entrar al quirófano. Y yo sonreía fingiendo no estar preocupado y le recordaba que “todo va a estar bien, hermana. Soñé con Mónica y me dijo que ella te cuida”. Y era entonces que yo miraba una foto que traía en la mano y le decía a mi carnalita fallecida “ahí te la encargo”. Y fue tan real todo que cuando me volví a dormir soñé con la fotografía de mi hermanita pequeña. Pero sucede que no existe tal imagen, porque Mónica falleció muy pequeña y ni tiempo tuvimos de tomarle una instantánea. Yo sé que sólo es preocupación, que mis sueños reflejan la ansiedad que me bombardea antes de cerrar los ojos. Pero sé que Nadia estará bien porque la gente que no hace daño sólo genera cosas buenas. Nadia es profesora y ha educado a un ejército de niños tremendos, desnutridos y carentes de afecto. Y ahí como no quiere la cosa, entre que los regaña y trata de enseñarles algo, simpatiza con ellos y se conmueve con sus problemas. Pero no sólo eso, “la maestra Nadia” --como le dicen sus pupilos--, intenta hacerles la vida más llevadera y darles las armas para que luchen contra la miseria. Mi hermana Nadia es como mi madre: chillona, apapachadora, y amiga de toda la gente. Seguro no hay alguien que no la quiera: desde el conserje de la escuela, hasta el padre de familia neurótico y el señor de las periódicos o la doña de las paletas; todos la adoran. Sí, mi hermana Nadia es como mi jefa: igual de nerviosa, los mismos ojos tristes, la piel morena, igual de preocupona, y esa manera tan suya de decir “te quiero mucho”.

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Yo no sé qué le pasó a mi hermana Nadia: alguien me la cambió de la noche a la mañana. Yo no sé si algún dios bipolar un día amaneció de buenas y me la catafixió. Yo no sé si la secuestró alguna nave alienígena y le insertó un chip distinto. Yo no lo sé, la neta, pero de buenas a primeras Nadia fue otra y a mí me convino el cambalache porque desde entonces, casi sin darme cuenta, se convirtió en la mejor hermana del mundo. Y yo la quiero mucho, con todos sus defectos. Antes era perfecta o al menos eso pensaba ella. Mientras crecimos, entre la infancia y la madurez, Nadia y yo parecíamos gatos y perros: siempre peleando y compitiendo por hacernos daño. Éramos más rivales que compañeros, la mayor parte del tiempo. Éramos tan cercanos y al mismo tiempo tan distintos: a ella le gustaba los baladistas y yo prefería escuchar a los rockeros; ella leía a Corín Tellado y yo optaba por Bukowski; ella se exiliaba en la casa de su novio y yo me refugiaba a solas en las azoteas; ella soñaba con ser madre y yo sólo quería conseguir unas alas para volar sin equipaje. En su adolescencia, Nadia era insoportable. Mi hermana se sentía otra onda y quería vestir a la moda y sólo tenía amigos fresones. Nadia era capaz de hacerte daño de la manera más cruel y sin remordimientos, como la vez que le marcó a mi novia para decirle “que no anduviera yo de presumido con esa chamarra que es mía”. Y sentí vergüenza y rencor por haberme puesto en evidencia. O aquella vez en que me rompió, del coraje, mi maquinita Mattel del futbol americano. Pero como ya dije antes, un buen día mi hermana fue otra, me la cambiaron. Y sus hijos tendrán otra perspectiva: es la mejor madre del mundo. Y sus sobrinos también tienen una inmejorable versión de ella: es la mejor tía del mundo. Y yo sé que ha sido imperfecta, que ha cometido muchos errores, que nunca fue mi mejor aliada, pero es mi hermana y ha sabido corregir en el camino. Nadia es mi sangre, alma de mi alma, compañera infatigable, hermana solidaria, mujer sensible, otra versión de mi madre, luchadora incansable, todo corazón y ternura. Nadia es frágil y está a merced de un dios que suele ponerla a prueba. Nadia tiene un tumor canceroso y también tiene miedo, pero también cuenta con las oraciones y la buena voluntad de todos los que la queremos. Yo la he soñado, con sus trencitas y su peto de mezclilla, jugando a las muñecas con mi hermana Silvia. También la he soñado peleando conmigo o secándome las lágrimas cuando éramos niños. Apenas acabo de soñarla: entraba al quirófano, con los ojos llorosos, mientras yo miraba una fotografía desgastada por el tiempo. Y en el reverso de la imagen había algo escrito:

“Tú que has crecido a mi lado,
tú que tanto has llorado,
no podrás cerrar los ojos
sin decirme cuánto me has soñado.

Yo que soy tu sangre y tu latido,
yo que tanto te he soñado,
no abriré los ojos sin soñar
cuanto te que querido.

Tú, tú que peleaste en mi bando,
hoy tienes inmunidad divina
porque aún nos faltan muchas,
pero muchas más batallas
que juntos acabaremos ganando”.

manualparacanallas@hotmail.com

Manual para canallas
Roberto G. Castañeda
Jueves 3 de Noviembre de 2011

© Manual para canallas

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