jueves, 2 de febrero de 2012

Mi reflejo me acentúa los defectos

© Manual para canallas

¿Y qué ha sido de tu vida? La típica pregunta era de Miguel Ángel, un ex compañero de la prepa. Nada relevante, respondí sin mayor entusiasmo. Él ya había gastado muchos minutos en contarnos que se dedicaba a la empresa de su padre y que tenía un rancho en no sé dónde y casas por aquí y por allá…

Así que el buen Miguel Ángel vivía de sus rentas. Así lo dijo, como si fuera cualquier cosa aunque en el fondo estaba presumiendo. Luego, Nayeli comentó que ella se casó con el dueño de unas farmacias y que el divorcio le había convenido porque se quedó con parte de las propiedades de su ex marido. También Rodrigo sacó a relucir que su vida era una maravilla, que por fin había comprado la casa de sus sueños y que ahora estaba ahorrando para cambiar el Mini Cooper. No manches que pinche emoción. Yo no sé por qué carajos me dejé convencer por el pinche Lennon para venir a la reunión de ex preparatorianos. Bueno, al menos su argumento fue sincero: “No manches, Robert, quiero ver si todavía te pareces al David Bowie”. A mí me dio un chingo de risa. “Yo me parezco más a Silvio Rodríguez que a Lennon”, prosiguió, “porque ya estoy bien pinche pelón”. Ese Jonathan siempre fue muy cagado, por algo éramos un soberano desmadre en la escuela. “Cámara, allí nos vemos”, le prometí no sin antes advertirle que yo nunca me parecí a Bowie por mucho que él insistiera. “Bueno, es que tú pretendías ser de Duran Duran, hasta tus playeritas traías”, recordó burlándose. Así que de pronto estábamos allí, rodeados de un chingo de desconocidos porque a la mayoría ni los recordaba. Pero Lennon era buen fisonomista y muy sociable, así que me fue describiendo a muchos ex compañeros: este wey se sentaba pegado a la ventana, aquella era la vieja del Nodoyuna, ese panzón es al que siempre le copiaba... y así sucesivamente. Más tarde, ya con unos tragos, todo mundo empezó a farolear, que habían triunfado en su carrera, que tenían un despacho, que se codeaban con puro político, que sus hijos iban a escuelas particulares, que su negocio era el primero en su ramo, que su casa de descanso, que su camioneta tenía tracción 4 por 4, y que no sé quién dejó a la esposa por una secretaria bien buena, o que daban cursos y diplomados en escuelas muy “acá”. Y bueno, yo ya estaba hasta la madre de que con el alcohol todo mundo sacaba su lado triunfador. Yo no escuché a alguien que dijera: soy un pendejo porque arruiné mi matrimonio. O estudié una carrera porque me la impuso mi padre. Y tampoco nadie comentó que su existencia era miserable pese a tener tanto varo. Lo que me sorprendió es que un wey con camionetón y no sé cuantas ferreterías nunca había salido del país, “porque me da flojera sacar el pasaporte”. Y además estaba muy sorprendido porque yo conocía Cuba, “no manches. Y si’cierto que luego luego agarras vieja si llevas cosméticos y jeans para regalar”. Ah cómo hay gente idiota, me cai. Si wey, cómo no, síguele haciendo caso a tus amigos borrachos. Ya mejor me disculpé con el pretexto de “tengo que salir a hacer una llamada”. Ya casi me iba cuando llegó Karen, la vieja que me gustaba tanto. Y seguía siendo guapa, aunque con un tremendo defecto: se sentía más buena de lo que estaba. Pa’mis pinches pulgas.

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Todavía me resonaba en la cabeza la “gran” pregunta de la noche, cuando Karen se integró a la charla y soltó “oye, te conservas muy bien, ¿qué has hecho, qué eres, a qué te dedicas?”. Ya viéndola de cerca y escuchando su maldito tono fresón, dejó de gustarme por completo. Así que lo menos que me propuse fue ser rotundamente honesto con ella: “Mejor te digo lo que no he sido”, le guiñé un ojo. “¿Cómo, no entiendo?”, obviamente era demasiado para sus neuronas atolondradas por tanto peróxido. Y comencé con el recuento: “Nunca he sido corrompido, tampoco he sido escalón de nadie. Y tampoco he sido cómplice de alguna injusticia, ni mudo ante las barbaridades. No he sido, tampoco, el novio perfecto ni el marido ideal o el padre impecable. No he sido incongruente con mi manera de pensar. No he sido el que envidia la paz ajena, ni el que boicotea los sueños de los demás. No he sido el mejor estudiante, ni el empleado del mes, como tampoco el trabajador más puntual. No he sido esclavo del dinero, ni el mayordomo de alguna mujer, ni tampoco el lamebotas oficial de los presidenciables. Por supuesto, no he sido el que se ha hecho rico con el sudor de otras frentes. Ni siquiera he sido el ciudadano ejemplar o un modelo a seguir. Pero al menos he sido lo que he elegido, nada me ha sido impuesto, y no me arrepiento de ninguno de los errores que seguramente he cometido”. Karen me miró como lo hacen con los locos y balbuceó “¿estás borracho?”. Creo que era demasiado pedir. “No, Karen, no estoy borracho. Sólo intentaba decir que me choca la hipocresía, pero... bah, olvídalo”, mejor le di una calada al cigarrillo. “No, no, discúlpame, no quise ofenderte”, se colgó de mi hombro y sonrió como suele hacerlo cuando está en un aprieto, “mejor sígueme contando, que me encanta como hablas”. Sólo añadí que “soy el menos indicado en tu lista de candidatos, porque mi reflejo en el espejo me acentúa los defectos. Y tampoco he sido el que ha soñado frecuentemente con tu cuerpo desnudo. Y no seré quien te regalará flores en cada aniversario. Antes me gustabas, pero hace mucho que el hechizo de tus ojos se volvió un desatino”, giré y fui en busca de un trago para el mal sabor de boca. Y que me acuerdo de aquel dardo certero de Kevin Johansen:

“Yo no veo otra salida,
no quiero pasar la vida
sin que la vida pase
a través de mí.

Quien se esconda de lo que siente,
no voy a ser yo.

No voy a pisar el freno,
no voy a ser yo.

El que se ande con más o menos,
no voy a ser yo.

Hay gente que no debería involucrarse
con cosas que luego no pueden manejar.

Yo no veo otra salida,
no quiero pasar la vida
pisando una piedra
y volviéndola a pisar...

Si querés un príncipe azulado,
no voy a ser yo”.

Y en efecto, no voy a ser yo el que traicione mis ideas, ni a mis amigos, ni a la gente que amo, ni a este país manejado por traidores, ni al hombre que bien educó mi madre, ni a mis sueños que tanto he postergado. No voy a ser yo el que reniegue de su reflejo, ese que me acentúa los defectos.

manualparacanallas@hotmail.com

Manual para canallas
Roberto G. Castañeda
Jueves 2 de Febrero de 2012

 

 

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