jueves, 18 de enero de 2018

Días que nos traen en chinga

Manual para canallas - Días que nos traen en chinga


Hay días que saben a medicina. Días que huelen a cloaca. Hay días erizos en que pareciera que tenemos un agujero en los bolsillos...


Tenemos los viernes o los domingos y también días que nos traen en chinga, días que nos hacen daño. Así hay días. Grises, grises, que se pasman como un vagabundo frente al aparador de Zara. Hay días también como perros rabiosos, que nos muestran los colmillos y nos hacen temer por nuestra seguridad. 

Hay días del carajo, insoportables. Tanto así que esa mamada del blue monday o "el día más triste del año" no es nada si lo comparas con los martes ojetes o los miércoles de la chingada. 

Por supuesto hay días que vemos pasar como si nada, igual que un abuelo jubilado que cuenta las hormigas obreras del jardín. Y tenemos días que se nos escurren entre las manos mientras añoramos los días de nuestra infancia vacacionando en la playa.

Hay días que no están hechos para el amor, que se duermen demasiado temprano y nos dejan con esta desazón en el costado izquierdo. Hay días indiferentes. Así, simplemente. Días insípidos, insaboros.

Hay días gélidos, tan fríos como el corazón de aquella persona que juraba ser "diferente" y al final se largó como se van l@s culer@s que no saben despedirse: sin cerrar las ventanas, ni clausurar la puerta, sin regresarnos la llave y tampoco la clave del Netflix.


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Es lamentable, pero también hay días como desiertos, silenciosos y llenos de tierra quemada que nos espantan las ganas de seguir caminando.

Y hay días rojos, trágicos, asolados por adolescentes sicarios y ladrones huérfanos de alma y piedad. Así hay días: agujereados por las balas de la violencia incesante, que nos acecha al doblar la esquina o afuera del cajero y en el próximo semáforo.

Hay días como desiertos, silenciosos y llenos de tierra quemada que nos espantan las ganas de seguir caminando. Hay días que son como noches, agujeros negros, bocas de lobo, precipicio de la desesperación, mientras nos comemos las uñas para pagar la renta y el gas y la puta deuda externa que nos viene carcomiendo los nervios desde hace tantas décadas. 

Hay días que nos chinga la cargada. Sí, la “cargada” de oportunistas que ungirá al próximo presidente.

Hay jodidos días de mierda. Días que saben a medicina. Días que huelen a cloaca. Días que apestan como político corrupto. Hay días ojetes en los que nos ensartan con el aumento de la gasolina o el agua y el precio del huevo. Hay días erizos en que pareciera que tenemos un agujero en los bolsillos. Hay días siniestros en los que se duplica el número de asesinatos. Hay días como garras de buitre. Días nefastos, fúnebres, negros como nuestro porvenir. Días en que la muerte afina el arpa de su marcha fúnebre. Días en que nos carga la chingada.


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Hay días cobardes, tardes de hastío, mañanas que no prometen nada. Hay martes que desayunamos hastío. Jodidos martes en que hasta da flojera planchar las rutinas antes de salir a la calle. 

Hay miércoles que sólo pensamos tonterías. Hay miércoles que nos aplasta el caos en el Metro y nos dirigimos a un abismo que tiene grafiteada la palabra "purgatorio".

Hay jueves más pesimistas que de costumbre, jueves que nos abofetean la cara mientras esperamos que el reloj checador avance más rápido.

Hay viernes como ausencias. Viernes en que amanecemos más despeinados que de costumbre. Hay viernes que saben a mezcal y rodaja de naranja. Viernes que saben a ron o whisky en las rocas. Hay viernes para extrañar y lanzar señales de humo. Viernes para escuchar a Lila Downs o cantar con Joaquín Sabina.

Hay viernes que saben a los labios de las peores despedidas. Hay viernes para citar a Dante Guerra: 

"Tu despedida más sincera aún me sabe a mentira,
tu sonrisa más disfrazada siempre me engaña,
tus besos menos míos los malbaratas con cualquiera. 
Tus ojos maquillan destellos que no serán para mí,
tus caderas se ajustan a unos jeans que ya no desabotonaré. 
Y con sólo imaginarte desnuda en la madrugada,
mis dedos extrañarán el terciopelo de tu sexo,
el aroma embriagador de tu lujuria". 

Hay días que nos carga la chingada. Días que nos agujeran el alma. Días que nos machacan el corazón. 

Hay sábados cansinos, lerdos, como la enfermedad de la abuela. Hay sábados que no saben a gloria. Sábados en pijama, con los pies fríos. Sábados de hacer cuentas y comprobar que el sueldo de la próxima semana sólo servirá para postergar las deudas.

Hay domingos con resaca. Domingos que duran menos que el Alka Setzer en el agua. Domingos tristes por la tarde. Domingos bien pinches fugaces. Domingos que son antesala de las rutinas semanales.

Hay días del carajo. Cualquier lunes, miércoles o sábado. Hay días que nos acribillan la calma y las esperanzas. Hay días que perdemos mucho o todo. Días como aves de mal agüero. Días como puñaladas por la espalda. Días rojos, rojos como la sangre de los inocentes. Días turbios como la conciencia de los ex presidentes y los criminales. Días malévolos como las intenciones de los políticos y nuestros gobernantes sin escrúpulos.

Hay días que saben a medicina. Días que huelen a cloaca. Hay días erizos en que pareciera que tenemos un agujero en los bolsillos. Ya lo ha escrito algún poeta, creo que es Jaime Sabines, con agudeza: 

“Espero, constantemente espero
que no haya malas noticias.
Al levantar el teléfono:
que no haya muerto ningún conocido.
Al mirar la televisión:
que no haya estallado la última guerra.
Uno aguanta la devaluación,
los discursos, el clima,
el amor de la gente,
pero no quiera ya, no quiere
otra puñalada”. 

Y así no se pinches puede. Malditos días del carajo.


manualparacanallas@hotmail.com


Roberto G. Castañeda
Jueves 18 de Enero de 2018.


© Manual para canallas


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