jueves, 17 de marzo de 2011

Facebook es un pésimo cupido

© Manual para canallas

Elizabeth "tiene una relación" y un corazoncito cursi en su Facebook. La información de su perfil dice que estudió en la UNAM y que le gustan los libros de Paulo Coelho, García Márquez y Bukowski. Además, es fanática del Dr. House, Los Simpson y Las Aparicio. Aunque no se incluyen, debería haber un apartado para los defectos: celosa, neurótica, posesiva y conformista…

Eli, como le dicen, se auto describe como una "mujer sensible, romántica pero no soñadora", a la que le encanta ir al cine, "salir de fiesta con mis amigos" y "caminar de la mano con mi novio". Lo bueno es que no se asume cursi. Como todos, Eli comparte en la red social sus mejores fotos, las que le favorecen pues, y sube videos generalmente dedicados a su pareja. Siempre que encuentra alguna aplicación que le parece graciosa se ríe y clickea "me gusta" en "Amor, diles que no eres veterinario, porque te buscan puras gatas, perras y zorras". Y sí, tiene su lado gracioso pero la realidad no es tan divertida. Todos los días, en el trabajo, en la oficina, vive pendiente de su Facebook y también del de su novio. Y actualiza su estado varias veces y su buen o mal humor está atado a ese espacio que la mantiene conectada con el "mundo exterior". Finalmente, el Facebook es un estado de ánimo. Obviamente, como a miles, le pareció "cool" el video de:

 

"No te metas en mi Facebook,
no te metas por favor.

Cuando escribas melodramas
no me lo hagas por el wall".

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Insegura y posesiva, Elizabeth no se cansa de checar el Facebook de Eduardo. Y se pone celosa con los comentarios de las amigas, sean virtuales o no. "¿Quién es esa zorra que te puso ‘me encantas'?", cuestionó a Eduardo. Él lo tomó a la ligera. "Cálmate, sólo es una amiga de Monterrey", trató de tranquilizarla. "Es una de tus ex novias, ¿verdad?", insistió lejos de calmarse. "Eli, estás mal, ni siquiera la conozco", Lalo comenzó a impacientarse. "Claro que la conoces, no soy estúpida, por eso la tienes entre tus contactos", Eli se molestó más por esa sonrisa que a ella le pareció cínica. "Oh, chingá, que no la conozco, bueno no en persona, sólo me llegó la solicitud y la di de alta", argumentó él. "A mí no me engañas, entre tú y esa zorra hay algo", Eli estaba fuera de sí. "Carajo, mujer, no exageres, ¿a ver, cuántas veces he ido a Monterrey?", aquella chica lo sacaba de quicio. "Bueno, mmm, no que yo sepa, pero según tú fuiste a Guadalajara dos veces y otra a Oaxaca. ¿Quién me dice que no te largaste a Monterrey", en verdad que era insistente. "Sabes qué, mejor ahí muere, si no confías en mí mejor que allí quede", Eduardo amenazó consciente de lo que seguía. "Como quieras, pero a mí no me ves la cara de pendeja" y pidió que la llevara a su casa. Como sospechaba Lalo, a los dos días ella le llamó: "¿Sigues enojando, mi vida?". Igual que siempre, se reconciliaron y mientras hacían el amor ella preguntó que si en verdad la amaba. Así pasaba muy seguido. Él sabía hasta donde estirar la liga. Ella era experta en manipularlo. Y para ella cualquier amiga de él en realidad era el diablo disfrazado de mujer, que buscaba secuestrarle el amor. Era una relación enferma, de codependencia. A la enésima vez que ella se molestó "porque andas muy cariñoso con esa maldita vieja que se ve que es una gata", Eduardo se hartó de verdad. "No manches, Eli, esta también es solamente mi amiga, una ex compañera de la escuela", no pudo ocultar su fastidio por teléfono. "Pues ya le mandé un mensaje para que no sea ofrecida contigo y a ver si tú no andas mandándole besos y abrazos a todas", recriminó Elizabeth. Y siguió con la cantaleta: "Ahora resulta que a ti también te gustan los Hombres G como a ella, si decías que eran unos pinches fresas. Segurito que ese video se lo dedicaste a ella". Desde el otro lado de la línea, Lalo se hartó: "Sabes qué, ahora sí te pasaste de la raya", luego colgó el teléfono. Y Eli se indignó, ah no, a mí no me cuelga este idiota.

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Y dejaron de hablarse una semana. Pero ella hurgaba en el Facebook para comprobar si Lalo se sentía igual de mal o posteaba algo como "te extraño en mis noches de soledad". Al menos es lo que deseaba dentro de su cursilería. Y fue Eli quien llamó otra vez para preguntar si estaba molesto. "No, ya no, ya se me pasó el coraje", aclaró Eduardo, "pero es mejor que hablemos". Se vieron para tomar un café. Él la terminó. Ella hizo drama. Él ya estaba decidido. Y el Facebook no tenía la culpa. Tampoco es que Lalo fuera el bueno y ella la mala de la relación. Él también la celaba por "ese wey que te está abrazando muy confianzudo en esa foto". Simplemente ya se había cansado de ella, de lo posesiva que era, de su cuerpo desnudo, de los besos que sabían a rutina. Pero había algo más: Eduardo ya estaba saliendo con otra chava, una secretaria nueva de su oficina. Así que los celos de ella, sólo fueron el pretexto para alejarse. Y el Facebook, que es un cupido de segunda mano, desunió lo que nunca estuvo bien afianzado. Eli lo siguió buscando, luego se hizo la digna y se juró que un día volvería arrepentido. Y han pasado las semanas, y de pronto ella se pone dramática y "postea" poemas de Jaime Sabines o esa canción que dice:

 

"A placer,
puedes tomarte el tiempo necesario,
que por mi parte yo estaré esperando
el día en que te decidas a volver
y ser feliz como antes fuimos.

Sé muy bien
que como yo estarás sufriendo a diario
la soledad de dos amantes que al dejarse
están luchando cada quien por no encontrarse".

Hasta que un día se cansó de mandarle indirectas muy directas. Ahora su estado sentimental en el Facebook dicta que "es complicado". Y ella duda en mantener a Lalo entre sus contactos porque, como le dijo a su mejor amiga, "me va a dar coraje enterarme que ya anda con otra". Pero fiel a su codependencia, a cualquier hora, entra al muro de su ex para seguirse aferrando a la idea de que no ha podido olvidarla. Pero él está en otros brazos y a su vez sigue con sus patologías: entra al Facebook de su nueva chava y le reclama por esas fotos en las que "se ve que te divertiste mucho sin mí". Carajo, la codependencia siempre deja secuelas.

manualparacanallas@hotmail.com

 

Roberto G. Castañeda
El Universal
Jueves 17 de marzo de 2011

 

 

© Manual para canallas

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