jueves, 31 de marzo de 2011

Ser un tonto es normal

© Manual para canallas

Nunca he sido un gran lector, de hecho empecé bastante tarde, a los 19 ó 20 años, según recuerdo. En la secundaria había una maestra de literatura que insistía bastante en que leyéramos a Carlos Fuentes o Julio Cortázar, aunque ella prefería a los clásicos, pero nosotros estábamos más ocupados en tratar de ligarnos a la muchachilla guapa del barrio, o simplemente preferíamos salir cada tarde con los amigos de la calle a perseguir un balón que nos reconciliara a ratos con la vida…

No, creo que no estábamos para lecturas de salón. A lo mucho me involucraba ansiosamente en El Libro Vaquero o en los cómics de Batman y Los 4 Fantásticos, aunque debo reconocer que tuve la colección casi completa de La Familia Burrón, lo que a lo mejor no me ilustró mucho pero engordó mi lenguaje. Sería varios años más tarde que me encontraría de manera deslumbrante con José Agustín, quien me motivó a perseguir a muchos otros autores, algunos más interesantes que otros. Aún no sé por qué leo, pero debo admitir que los mundos de la literatura son mucho mejores que esta porquería que habitamos diariamente.

Luego vendría la pasión por el cine, las mujeres, el ron, la música, por otras tantas cosas que hacen más llevadero este infierno. “Un lector es un buscador de relámpagos”, me dijo un día un viejo que hablaba generalmente con sus demonios mientras bebía tequila en una cantina del Centro Histórico. En ese momento no le presté importancia pero ahora lo comprendo. Uno no sabe por qué lee pero cierto es que de vez en cuando algún fogonazo aparece en una página y entonces la descarga emocional te fulmina y ya no vuelves a ser el mismo... tal vez no más sabio pero sí un poco menos imbécil. Quizá los relámpagos que he encontrado no te causen el mismo impacto a ti, pero a lo mejor sí. Por si las dudas, aquí hay algunos, escapados de alguna página o de una canción:

“Felices los normales,
esos seres extraños,
los que no tuvieron
una madre loca,
un padre borracho...

Los delicados,
los sensatos,
los finos.

Pero que den paso
a los que hacen los mundos
y los sueños,
las ilusiones,
las sinfonías,
las palabras que
nos desbaratan
y nos construyen,
los más locos que sus madres,
los más borrachos que sus padres”.

Palabra de Roberto Fernández Retamar. Te alabamos señor. O esa perla sin pulir de Charles Bukowski:

“Casi todos los escritores creen que están haciendo una obra excepcional, eso es normal; ser un tonto es normal”.

Y qué pero le ponen a la descarga emocional del mayor de los Sabines, Jaime:

“Los borrachos que gritan no duran mucho, se derraman como una arteria rota. Los silenciosos están siempre conversando con Dios”.

O esa otra maravilla de Henry Chinaski:


“Aprender a ganar es difícil. Cualquier imbécil puede ser un buen perdedor”.

Y esa otra ley inquebrantable de Bukowski:

“Siempre hay una mujer que te salva de otra. Y mientras esa mujer te salva también se prepara para destruirte”.

De odios y rencores en un mundo regido por la avaricia y el egoísmo no hay mejor referencia que los trazos de Henry Chinaski:

“Cualquier avenida es un circo de emociones pequeñas y baratas, es la humanidad en movimiento. La mayoría de las personas viniendo de un lugar que odia y yendo a otro lugar que odia todavía más”.

Pero también hay poesía en el rock y en ciertas canciones que suelen dictar verdades:

“He hablado en el idioma de los ángeles.

He tomado la mano de un demonio
y era cálida en la noche,
aunque yo estaba frío
como una piedra.

Pero aún no encuentro lo que busco,
pero aún no encuentro lo que busco”,

como canta Bono, de U2.

Y hay frases como epitafios, que sólo esperan una lápida adecuada:

“Como latas de cerveza vacías
y colillas de cigarros apagados,
han sido mis días”,

solía decir el poeta nicaragüense Ernesto Cardenal.

También Dylan Thomas relampaguea con su lucidez:

“Un alcohólico es alguien que te cae gordo y que bebe igual o menos que tú”.

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Y Joaquín Sabina o Andrés Calamaro y Los Rascals o Radiohead, como también Aute, Los Cadillacs, Bunbury, Fito y Fitipaldis, Tom Waits y David Bowie o Muse y hasta Enjambre y Babasónicos han contribuido con su cuota de truenos que han cimbrado mi mente o mis emociones en los mejores o peores momentos. Y siempre hay una canción que me recuerda que:

“el amor es igual que un imperdible
perdido en la solapa del azar...

La luna toma el sol de madrugada,
nunca jamás quiere decir tal vez.

La muerte es un amante despechada
que juega sucio y no sabe perder”

o

“No corras si te llamo de repente,
no te vayas si te grito piérdete.

A menudo los labios más urgentes
no tienen prisa dos besos después.

Se aferra el corazón a lo perdido,
los ojos que no ven miran mejor.

Cantar es disparar contra el olvido
y vivir sin ti es dormir en la estación”.

Y también hay relámpagos fulminantes en los ojos de ciertas personas. Como ese niño, Eusebio, que vendía chicles en un semáforo y que un buen día me dijo que le pediría a los Reyes Magos una piñata. Aún recuerdo su alegría cuando le pregunté que sí la quería para romperla con sus hermanitos y me aclaró que no, que la idea era conservarla para tener dulces todo el año. También he encontrado relámpagos en la mirada de mi madre cuando la sorprendo observándome furtivamente con ternura, como si aún fuera su pequeño que la esperaba sentado y un poco con angustia en los escalones de la casa. Y claro que hay relámpagos en los ojos de aquella anciana que “adoptó” hace algunos ayeres a tres pequeños que su madre abandonó por irse con el amante. Y los dioses, que suelen ser caóticos pero también implacables, han fulminado a cada quien con lo que merecen: la abuela hoy está orgullosa de sus tres profesionistas que tanto la aman. La madre prófuga, enferma y desahuciada de afecto, hoy clama que la perdonen. Y también hay fogonazos que me maravillan en la alegría de mis hijos, sobre todo cuando los veo tocando Creep, uno en la bataca y otro en el bajo. También, de pronto, reconozco destellos en alguna vieja foto de cuando yo era niño y soñaba con esa Avalancha o una bicicleta que me llevara lo más lejos posible y me distanciara de la miseria. Mentiría si dijera que aún conservo algo bueno en la mirada. Yo no lo sé de cierto. Los años me han vuelto huraño, un cretino, algo resentido y un mucho desconfiado. Lo que sí es cierto es que espero que estas líneas, como cada jueves cobarde, guarden alguno que otro relámpago de vez en cuando. Y que encuentres una frase, algún recuerdo o quizá un sentimiento, que te ilumine una sonrisa aunque sea momentánea.

manualparacanallas@hotmail.com

Manual para canallas

Roberto G. Castañeda
El Universal
Jueves 31 de marzo de 2011

 

 

© Manual para canallas

2 comentarios:

  1. Muchísimas gracias, no sabes cuantas frases de "Ser un tonto es normal" me han sido compatibles, de hecho esta es la primera lectura que hice de tus trabajos y ahora te sigo de manera constante.
    Gracias.

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  2. maravilloso, trato de no perderme la columna (ya me perdi mas del 65% pero gracias a las nuevas tecnologias puedo leerlas una y otra vez) y si, la verdad es que cada jueves me encuentro con "algo" con lo que me identifico, algo que quizas ya habia olvidado o queria olvidar pero simplemente es parte de mi vida y de mi historia, la cual, debo de tener presente para no repetirla. Gracias por todos esos momentos de reflexion y felicidades, el libro vaquero tambien enseña

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